Jesús contestó: —Ahora no entiendes lo que hago, pero algún día lo entenderás. Juan 13:7 (NTV)
Mi esposo, Steve, y yo nos conocimos en un estudio bíblico mientras estábamos en la universidad. Ahí estaba sentado con las mangas de su camisa de franela roja remangadas sobre sus bíceps musculosos. Tenía una Biblia en su regazo, a Jesús en su corazón y a mi comiendo de su mano. Tres meses después, nos comprometimos. Seis meses después de eso me convertí en su esposa.
Al año siguiente, empezamos a orar por el lugar donde viviríamos y trabajaríamos después de la graduación. Oramos. Ayunamos. Recorrimos varias ciudades y buscamos muchas oportunidades. Después de varios meses, estábamos seguros de que Dios nos estaba llamando a un pequeño pueblo llamado Pineville, a las afueras de Charlotte, Carolina del Norte, donde mi esposo había conseguido un trabajo.
Después de la graduación, nos mudamos a Charlotte y nos instalamos en un pequeño apartamento cerca de la oficina donde Steve estaría trabajando. El alquiler fue a mitad de precio durante los primeros tres meses, lo que era un gran beneficio para una pareja joven con nada más que deuda estudiantil en su balance financiero. Eso sí, sonriendo todo el tiempo.
Sin embargo, cuando Steve fue a la oficina para concluir su horario de trabajo y los detalles de la gestión se abrió una trampilla bajo sus pies.
«Steve, lo he estado pensando», comenzó el socio potencial. «No creo que esto sea una buena idea después de todo. He cambiado de opinión».
Le extendió la mano a mi asustado esposo de 25 años y le dijo, «Buena suerte, hijo».
Cuando Steve vino a casa y me contó la noticia, ambos quedamos conmocionados. «¿Qué quieres decir con que “cambió de opinión”?» grité. «¡No puede hacer eso! Nos acabamos de mudar aquí. ¡Él se comprometió!»
Una multitud de emociones a flor de piel estallaron con preguntas reales para Dios. ¿Cómo pudimos estar tan equivocados? ¿No te escuchamos correctamente? Oramos. Ayunamos. Sólo queríamos hacer lo que Tú querías que hiciéramos y donde Tú querías que lo hiciéramos. Ahora, estamos aquí en una nueva ciudad con grandes préstamos estudiantiles, sin empleo y aparentemente sin futuro. ¿Qué se supone que debemos hacer?
¡No me gustó esta historia! Sentí como que Dios nos había abandonado a nuestra suerte. Pero no lo hizo. Simplemente estaba colocando las piezas del rompecabezas en su lugar para Su plan perfecto.
Creo que el joven José, cuya historia empieza en Génesis 37, debe haberse sentido de la misma manera. Dios le había dado dos sueños sobre cómo toda su familia un día se inclinaría ante él. Iba a ser un hombre de poder. Sin embargo, durante los siguientes años, fue vendido como esclavo por sus hermanos, trabajó como sirviente en la casa del oficial del gobierno Potifar, fue acusado falsamente de intento de violación y encarcelado.
No sé lo que José estaba pensando o sintiendo, pero mi reacción habría sido, ¡Así no es como se suponía que sería la historia! Dios, ¿dónde estás? ¡Sácame de aquí!
Pero en el momento preciso, el Faraón tuvo un sueño que sólo José podía interpretar — siete años de abundancia seguidos de siete años de hambruna. El Faraón quedó tan impresionado que nombró a José como el segundo al mando de todo el reino, y salvó a toda la nación del hambre.
Sí, la vida de José había tomado algunos giros aparentemente equivocados, pero no fueron equivocados en absoluto. Fueron giros necesarios para llevarlo al lugar correcto en el momento preciso.
Nuestra visión limitada no nos permite ver cómo Dios está trabajando detrás de las escenas cuestionables de nuestras vidas, pero debemos creer que lo está haciendo. De hecho, puede ser que precisamente en los momentos que lo entendemos menos es cuando Él está trabajando más.
Jesús les dijo a Sus discípulos, “Ahora no entiendes lo que hago, pero algún día lo entenderás” (Juan 13:7). A veces, lo cierto es que tiempo después entendemos que lo que llamamos reveses fueron realmente arreglos de Dios desde el principio.
Tres meses después de la devastadora noticia de que el trabajo de Steve fracasó, se abrió una posición que no había estado disponible cuando estábamos buscando por primera vez. Si hubiéramos escrito nuestro mejor escenario, esta situación lo habría superado por mucho. Estábamos viviendo Efesios 3:20, “[Dios] puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos imaginarnos o pedir, por el poder que obra eficazmente en nosotros” (NVI).
¿Y recuerdas el alquiler a mitad de precio durante los primeros tres meses? Pasaron tres meses hasta el día en que Steve comenzó su nuevo trabajo. ¿Quién lo sabía? Dios. A menudo experimentamos la provisión y protección de Dios en los giros y vueltas de la incertidumbre. A veces, Dios no satisface nuestras expectativas porque quiere excederlas.
No sé por lo que estás atravesando ahora mismo. Este último año ha sido verdaderamente un año difícil para todas. Pero ten la seguridad de que Dios está trabajando para tu bien. Cuando renunciamos a nuestra necesidad de conocer todos los detalles, podemos tener una confianza santa independientemente de nuestras circunstancias.
Dios, seré honesta: estoy agradecida de que el 2020 está llegando a su fin. Y aunque no sé lo que vendrá en el 2021, confío en que Tú tienes un plan perfecto. En un mundo de incertidumbres, estoy agradecida de que Tu amor inquebrantable nunca cambia. En el Nombre de Jesús, Amén.
Verdad para hoy
Juan 5:17, Pero Jesús respondió: «Mi Padre siempre trabaja, y yo también». (NTV)
Recursos Adicionales
Si deseas leer más de la autora de hoy, Sharon Jaynes, revisa tres de sus libros a continuación:
Tus Cicatrices Son Hermosas para Dios
Ora por tu Marido de la Cabeza a los Pies
El Poder de tus Palabras Mujer
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