Devocionales

Entregando nuestros “¿por qué?”

Lysa TerKeurst 18 de febrero de 2021
—Ni él pecó, ni sus padres —respondió Jesús—, sino que esto sucedió para que la obra de Dios se hiciera evidente en su vida. Juan 9:3 (NVI)

¿Alguna vez te has encontrado preguntándole a Dios, «¿por qué permitiste que esto sucediera?»?

Yo sí lo he hecho.

Los últimos dos años de mi vida, he enfrentado dificultad tras dificultad. Muchas veces me he preguntado cómo sobreviviré. Es difícil sentirse confiada en la bondad de Dios cuando las circunstancias no se sienten buenas para nada.

Frecuentemente nos ponemos a pensar que si tan solo pudiéramos resolver el por qué, entonces todo tendría más sentido. Especialmente cuando se trata de dolor o sufrimiento.

Es aquí donde encontramos a los discípulos en el capítulo nueve del evangelio de Juan, haciendo la pregunta del por qué. Jesús y Sus discípulos se habían encontrado con un hombre que era ciego desde nacimiento. Fue un encuentro que provocó en los discípulos la pregunta hacia Jesus, —Rabí, para que este hombre haya nacido ciego, ¿quién pecó, él o sus padres? (Juan 9:2b, NVI).

Los discípulos buscaban a quien culpar por la situación desafortunada. Si tan solo ellos pudiesen resolver la razón del por qué, entonces el dolor de aquel hombre sería más tolerable, según razonaban ellos.

El estar ciego en la época de Jesús muchas veces fue visto como una declaración del pecado en la vida de alguien. Por esta razón, la persona ciega probablemente no recibía mucha ayuda de la gente. A su manera de ver, no solo estaba ciega la persona, pero se presumía que también era una pecadora a quien Dios estaba castigando. Jesus volcó esta forma de pensar patas arriba cuando Él declaró las palabras de nuestro versículo clave a Sus discípulos: “—Ni él pecó, ni sus padres —respondió Jesús—, sino que esto sucedió para que la obra de Dios se hiciera evidente en su vida” (Juan 9:3).

La razón de la ceguera de este hombre era para que otros pudieran ver el poder asombroso de Dios. La sanidad de su ceguera física guiaría a otros a la visión espiritual. Encendería una luz hacia Aquel quien declaró que vino para ser la Luz del mundo.

Lamentablemente, no todos quienes fueron testigos de la sanidad del hombre estuvieron abiertos a la Verdad de Jesús. De hecho, se creó todo un enredo con los fariseos, un grupo de hombres cuyas vidas comprueban que el ver todo oscuro no es necesariamente por estar físicamente ciego.

Los fariseos sabían todo acerca del Mesías profetizado. Pero cuando llegó Jesús al escenario, no pudieron ver que Él era el indicado. Ellos sabían todas las respuestas correctas, pero no tomaron la decisión correcta.

Esto hace pausar mi corazón de veras. ¿Qué es lo que más quiero? ¿Qué es lo que más necesito? ¿Respuestas… o Jesús?

Por más que desee respuestas a aquellas cosas que rompen mi corazón, voy descubriendo que lo que más deseo y necesito es visión espiritual. Quisiera enfrentarme a una situación aparentemente desesperante y poder ver el potencial espiritual. Quiero leer la Biblia y ver claramente lo que Dios desea decirme. Quiero saber cómo reaccionar a las situaciones de manera que honre a Cristo. Supongo que tú también deseas estas cosas.

Así que, ¿de qué manera conseguimos este tipo de visión espiritual? Se la pedimos a Dios. Continuamente. Y a veces eso puede significar rendir nuestros por qués y en su lugar, elegir preguntar, «¿me ayudarías a verte, Señor? ¿Aún en medio de esto?» Él es Quien puede iluminar para nosotras los lugares oscuros. Su presencia tiene el poder para traernos paz en medio de nuestras preguntas no resueltas.

Seamos cuidadosas hoy para no estancarnos en nuestros por qués. No debemos permitirles que nos dejen ciegas a Su presencia, ciegas a Su bondad, ciegas a Su poder, ciegas a la esperanza que tenemos en Él. No seamos como los fariseos, personas quienes podían ver físicamente, pero estaban ciegas al Salvador parado justo delante de ellos.

Sé que esto no es fácil. Créeme, yo tengo situaciones en las que he rogado a Dios que me dé respuestas. Pero me doy cuenta que en lugar de respuestas, Él me ha dado a Sí mismo. Un camino para llegar directamente a Él, el Único quien tiene todo arreglado. El Único quien me recuerda que no me son necesarias Sus respuestas para contar con Su consuelo.

Dios Padre, quizás no cuente yo con todas las respuestas a mis luchas, pero estoy viendo más esperanza que antes. Jesús es mi Luz. Y gracias a Él, mis noches más oscuras ya no son tan confusas ni atemorizantes. Gracias por recordarme que este día contiene Tu presencia, Tus bendiciones y Tu consuelo. Dame los ojos para verte a Ti. En el Nombre de Jesús, Amén.

Verdad para hoy

Juan 8:12, Una vez más Jesús se dirigió a la gente, y les dijo: —Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. (NVI)

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¿Te has encontrado estancada en un lugar preguntando a Dios, «¿por qué esto? ¿por qué a mí?»? ¿Qué pasaría si hoy rindieras esas preguntas y simplemente le pidieras que te ayude a verlo a Él en medio de todo? Únete a la conversación, y comparte tus pensamientos en los comentarios.

© 2021 por Lysa TerKeurst. Todos los derechos reservados.

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