Esto es lo que pido en oración: que el amor de ustedes abunde cada vez más en conocimiento y en buen juicio, para que disciernan lo que es mejor, y sean puros e irreprochables para el día de Cristo. Filipenses 1:9-10 (NVI)
¿Alguna vez has tenido esa intuición profunda de saber qué hacer en una situación pero la ignoraste? Te entiendo.
Estaba sola en casa un día cuando me entregaron una caja grande en la puerta.
El repartidor la llevó gentilmente al interior. Pensé que tal vez sería demasiado el pedirle que pasara por el vestíbulo, subiera las escaleras, bajara por el pasillo y entrara en el estudio.
Así que ahí estaba, esta caja misteriosa y pesada.
En el fondo, sabía que esto no era más que un producto que alguien de mi familia había ordenado.
Pero no escuché esa intuición profunda. La ignoré y en cambio escuché mis miedos. Sabes que has visto demasiados programas de televisión misteriosos cuando tu primer pensamiento sobre una caja misteriosa en tu vestíbulo es que una persona con intenciones aterradoras podría caber dentro.
Así que pateé el costado de la caja para ver si había algún tipo de reflejo de un ser vivo dentro de ella. Por supuesto que no. Pero luego decidí, solo para estar segura, que me pararía al otro lado de la caja para ver si podía salir de su línea de visión y posiblemente escuchar algo: una tos, un estornudo, cualquier cosa.
No podía dejar lugar a dudas, ni a ninguna cosa negativa que viniera de esta caja, que finalmente abrí con un cuchillo. Por si acaso. Solo para descubrir un refrigerador para dormitorio que alguien había pedido.
Perdí la mitad de mi día preocupándome por una caja que contenía el refrigerador para un dormitorio.
Pero a veces hacemos esto. Tenemos que tomar una decisión y tenemos esa intuición profunda. Sabemos qué hacer. Sabemos cuál es la respuesta. Pero no le hacemos caso. Procesamos en exceso lo que podría pasar y las posibilidades hasta que nos encontramos paradas a la vuelta de una caja de cartón que contiene un refrigerador esperando que estornude.
Ahora bien, ciertamente hay algunas decisiones que deben procesarse. Pero luego hay otras decisiones a las que simplemente debemos decir sí o no, y continuar.
Encuentra la valentía en el sí. Lucha por la seguridad en ese no. Declararlo. Reconócelo.
A veces, se reduce a ese profundo susurro interior que dice: “Ajá, sí”. O un simple “No, eso no”.
Dios ha entretejido en nosotras la capacidad de discernir qué es lo mejor, en tanto caminamos cerca con Él. Filipenses 1:9-10 dice, “Esto es lo que pido en oración: que el amor de ustedes abunde cada vez más en conocimiento y en buen juicio, para que disciernan lo que es mejor, y sean puros e irreprochables para el día de Cristo.” (NVI)
Discernir qué es lo mejor es algo que somos capaces de hacer a medida que acumulamos conocimiento y profundidad de entendimiento en nuestras vidas. Lee esos versículos de nuevo y fijate que el adquirir conocimiento y profundidad de entendimiento nos permitirá desarrollar un discernimiento confiable.
El conocimiento es sabiduría que proviene de adquirir la verdad.
El entendimiento es la sabiduría que proviene de vivir la verdad que adquirimos.
El discernimiento es sabiduría que proviene de los recordatorios del Espíritu Santo de ese conocimiento y entendimiento.
Conozco a una madre joven que realmente ha estado luchando con la decisión de dejar que su hijo de 2 años vaya al preescolar un par de medios días a la semana. Mientras la escuchaba, me sentí obligada a hacerle tres preguntas:
1. ¿Has estado leyendo y orando a través de la Palabra de Dios?
2. ¿Has estado aplicando la Palabra de Dios a tu maternidad?
3. ¿Has buscado consejos piadosos y conocimientos de personas sabias que conocen los detalles de tu situación?
La respuesta a las tres preguntas simples fue sí, así que le recordé que Dios la asignó para ser la madre de este niño. Si ya había hecho estas tres cosas, entonces tenía la capacidad de discernir qué era lo mejor.
No se trata de confiar en nosotras mismas. Más bien, se trata de confiar en que el Espíritu Santo hará lo que Jesús nos prometió en Juan 14:26: “Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que les he dicho.” (NVI)
Cuando hemos hecho lo que tenemos que hacer para adquirir el conocimiento y el entendimiento de la verdad, entonces el discernimiento de esa verdad está ahí. Debemos aprender a confiar y usar ese discernimiento porque cuanto más hacemos esto, más sabiduría adquirimos para tomar decisiones que honren a Dios.
Amado Señor, quiero tomar decisiones que te honren en esto. Guíame mientras desarrollo un discernimiento confiable. En el Nombre de Jesús, Amén.
Verdad para hoy
Salmo 119:66, Enséñame buen juicio y conocimiento, Pues creo en Tus mandamientos. (NBLA)
Recursos Adicionales
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Reflexiona y responde
Considera las tres preguntas que Lysa le hizo a su amiga para comprobar su discernimiento. ¿Hay algo en lo que necesites trabajar esta semana? Nos encantaría saber de ti en los comentarios.
© 2021 por Lysa TerKeurst. Todos los derechos reservados.
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