A pesar de todo, SEÑOR, tú eres nuestro Padre; nosotros somos el barro, y tú el alfarero. Todos somos obra de tu mano. Isaías 64:8 (NVI)
Cuando atravesaba una de las temporadas más difíciles de mi vida, Dios me mostró una imagen poderosa.
No soy realmente una chica de “ver algún tipo de visión”. Así que, al principio, pensé que era sólo mi imaginación divagando por un minuto. Pero luego sentí una impresión en mi corazón de que esto no era al azar; esto realmente era de parte de Dios.
Al principio, lo que vi dentro de mi mente fue una hermosa flor hecha de un cristal tan fino como el papel. La miré por todos lados y admiré la manera en que fue creada. Luego vi una mano que se extendía y envolvía la flor de cristal. Pero cuando se cerró la mano, el cristal estalló y se hizo añicos. El cristal era delicadamente bello, pero demasiado frágil para trabajar con él.
Luego, ví la misma flor creada a partir de un metal brillante. Y la mano se extendió y envolvió la flor y la mantuvo durante unos segundos. Pero luego, una vez más, la mano se cerró alrededor de ella. Sólo que, en esta ocasión, no le pasó nada a la flor. No cambió de ninguna manera. Y me di cuenta de que cuanto más apretaba la mano, más dolor le causaba la flor de acero. El acero era fuerte pero no moldeable. La flor de metal era demasiado dura para ceder al trabajo deseado por la mano.
Pero la última vez que vi la misma flor, estaba hecha de barro blanco. Todos los detalles eran iguales, excepto que ahora, cuando la mano se extendía y se cerraba alrededor de la flor se movía con la mano. Entre los dedos de la mano el barro se apretaba y se movía. La mano doblaba, retorcía y trabajaba con el barro hasta que, de repente, surgía una flor aún más hermosa.
Así que le pregunté a Dios acerca de la flor de cristal y la flor de metal. Eran hermosas, pero no tanto como la flor de barro blanco después de ser moldeada.
Sentí que el Señor decía a mi corazón: Lysa, quiero que seas delicada, pero no quiero que seas frágil. Si eres como esa pieza de cristal, hermosa pero tan frágil, cuando te presione y trate de hacer algo nuevo, simplemente te harás añicos. También quiero que seas fuerte, pero no quiero que seas incapaz de ser moldeada. Verás, Lysa, esa flor de acero, siempre será sólo una flor de acero. Y por mucho que mi mano la trabaje, no puedo hacer algo nuevo en algo tan rígido. Tú ya eres hermosa, pero si te rindes a mi moldeado, puedo hacer una obra nueva y hermosa en ti.
Las imágenes que había visto empezaban a tener sentido. Dios quería que fuera como el barro. La flor de barro blanco era delicadamente bella pero no demasiado frágil. La flor de barro blanco era lo suficientemente fuerte como para mantener su forma, pero lo suficientemente suave como para permitir que la mano le diera la forma necesaria. Y al final, la flor de barro terminó siendo la más bella de todas.
Lloré. Por fin sentí que podía entender un poco la perspectiva de Dios.
Le dio un nuevo significado a uno de mis versos favoritos que se encuentra en Isaías 64:8: “A pesar de todo, SEÑOR, tú eres nuestro Padre; nosotros somos el barro, y tú el alfarero. Todos somos obra de tu mano.”
Oh, amiga, Dios no nos va a abandonar nunca, sino que hará todo lo posible por rehacernos.
Dios ama las partes de nosotras que son delicadamente bellas, pero no quiere que seamos frágiles como ese cristal. Dios nos hizo para ser fuertes, pero no quiere que seamos duras como el metal ni incapaces de ser moldeadas.
Ver lo bello en la vida requiere que nos mantengamos moldeables por Dios. No queremos ser demasiado frágiles ni demasiado rígidas. Si somos demasiado frágiles, el miedo a ser rotas, aplastadas y heridas de nuevo nos hará querer luchar contra el proceso. Si somos demasiado rígidas, esos bordes afilados y fuertes pueden parecer que nos protegen, pero en realidad, sólo impiden la obra transformadora de Dios en nosotras. Sólo si confiamos en las suaves pero poderosas manos del Alfarero y le permitimos que nos remodele y rehaga, esas heridas se podrán convertir en algo hermoso.
Él quiere que yo sea como el barro, capaz de mantenerse firme, pero aun así, ser moldeada y reformada en cualquier propósito que Él tenga para mí. Él también quiere eso para ti, amiga mía. No tenemos que tener miedo de cómo Él va a moldear nuestras vidas. Él es el Dios que, de alguna manera, hace que todo sea hermoso en su momento.
Dios, ayúdame a apartar los ojos de mis circunstancias y a confiar en Ti como el Alfarero, que hace algo hermoso de todo. Quiero ser moldeable para poder parecerme más a Ti. Recuérdame a menudo la ilustración de estas diferentes flores. En el Nombre de Jesús, Amén.
Verdad para hoy
Eclesiastés 3:11, Dios hizo todo hermoso en su momento, y puso en la mente humana el sentido del tiempo, aun cuando el hombre no alcanza a comprender la obra que Dios realiza de principio a fin. (NVI)
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¿A qué tipo de flor dirías que te pareces más en este momento: a la de cristal, a la de metal o a la de barro? ¿Qué verdades sobre Dios te pueden ayudar a mantener tu corazón moldeable? Comparte tus pensamientos en los comentarios.
© 2021 por Lysa TerKeurst. Todos los derechos reservados.
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