Tan pronto como Elisabet oyó el saludo de María, la criatura saltó en su vientre. Entonces Elisabet, llena del Espíritu Santo, exclamó:—¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el hijo que darás a luz! Lucas 1:41-42 (NVI)
Cuando mi amiga y yo entramos en la oficina, nuestros ojos se abrieron de par en par con asombro. Las cosas estaban cambiando. Habíamos incorporado más trabajadoras para adaptarnos al crecimiento de nuestro ministerio, y el ambiente rebosaba de mujeres piadosas y talentosas en los veintitantos años.
«¡Somos mucho mayores!» se lamentó mi amiga en mi oído.
Mi reacción inicial coincidió con la de ella. Por un instante, mis pensamientos se centraron en mi cintura de señora y mi cabello canoso, pero luego el Señor llenó mi enfoque con una perspectiva mejor. Comencé a pensar en todas las mujeres mayores que Él había utilizado para bendecirme a través de los años. Dios me dio a:
Layne, una veinteañera que me animó a consagrar mi vida a Jesús en mi adolescencia.
Jean, una recién graduada de mi universidad que me animaba en mis dones en el grupo universitario de nuestra iglesia.
Mona, una mujer en sus cincuenta que me guió durante mis primeros tiempos en el ministerio de mujeres.
Rey, una mujer de mediana edad, apenas unos años mayor que yo, que me desafió a elegir el amor en lugar del perfeccionismo en mi vida espiritual.
Dios siempre se ha deleitado en unir a mujeres de diferentes edades para animar, guiar y enseñar. La historia de Elisabet, descrita en el capítulo 1 de Lucas, es uno de mis ejemplos favoritos de cómo Dios usa a las mujeres mayores.
En esta historia exquisita de amistad intergeneracional, María, desbordada con la noticia impactante de que estaba embarazada del Mesías, se apresura en acudir donde Elisabet. Llena del discernimiento y del poder del Espíritu Santo, Elisabet exclama a gran voz con afirmación y ánimo. Esto es lo que Elisabet hace bien:
Honra a otra mujer. Las circunstancias inciertas harían que María temblara de miedo, sin embargo, Elisabet la honra inmediatamente. “¡Bendita tú entre las mujeres…!” (Lucas 1:42) ella proclama, reconociendo el don que Dios ha concedido a María. Qué fortaleza debió invadir el corazón de María cuando la mujer a la que acudió ratificó el favor de Dios.
Afirma la misión de la otra mujer. Elisabet conoce la verdad antes de que María diga una palabra: “…bendito el hijo que darás a luz!” (Lucas 1:42). La confirmación de que María llevaba en su vientre al Mesías debió ser un regalo tierno de Dios para ella. El mensaje épico de Elisabet, comunicando “bien hecho”, probablemente resonó en los oídos de María durante todo su embarazo y sus pruebas.
Fortalece la fe de la otra mujer. Elisabet concluye con las palabras a las que muchas de nosotras nos aferramos cuando las promesas de Dios se sienten lejanas. “¡Dichosa tú que has creído, porque lo que el Señor te ha dicho se cumplirá!” (Lucas 1:45, NVI). En los siguientes versículos, María responde con una canción memorable, que refleja su gratitud y fe fortalecida.
Las mujeres mayores que mencioné y muchas más, me han dado las mismas bendiciones que Elisabet le dio a María. Han honrado la imagen de Dios en mí, incluso cuando mi comportamiento no estaba a la altura. Reafirmaron mi misión y llamado de tal forma que he podido seguir adelante en los días difíciles. Y han fortalecido mi fe con su propio ejemplo y con las Escrituras que declararon sobre mi vida.
He tenido “Elisabets” en mi vida, y ahora soy la mujer mayor, llamada a seguir sus pasos fieles.
Ese día en la oficina, dejé los gratos recuerdos de las mujeres mayores que me animaron a lo largo de mi vida. Uniendo mis brazos a los de mi amiga, exclamé con felicidad, «¡Nos toca a nosotras! Ahora somos las mayores».
Todas somos mayores que alguien, y siempre es una elección. Podemos lamentarnos de nuestra juventud que se desvanece, o convertirnos en una animadora, afirmando las misiones y los llamados de las mujeres más jóvenes que nos rodean. Podemos ser como Elisabet, la mujer mayor, llena del Espíritu Santo, a la que acuden para fortalecer la fe de la siguiente generación.
Señor, tener otras mujeres para compartir la vida es una bendición. Ayúdame a recibir ánimo de las mujeres mayores que están trazando un camino de fe. Y úsame para alentar a las mujeres más jóvenes también. En el Nombre de Jesús, Amén.
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PROFUNDICEMOS
2 Corintios 13:11, En fin, hermanos, alégrense, busquen su restauración, hagan caso de mi exhortación, sean de un mismo sentir, vivan en paz. Y el Dios de amor y de paz estará con ustedes. (NVI)
¿Quién es una mujer mayor que te anima, nombra tus dones o fortalece tu fe? ¿Quién es la mujer más joven que puedes animar de la misma manera? ¡Nos encantaría saber de ti! ¡Comparte tus pensamientos en los comentarios!
© 2021 por Amy Carroll. Todos los derechos reservados.
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