Devocionales

Meditar en vez de publicar

Dawn Reed, COMPEL Training Member 17 de diciembre de 2021
María, por su parte, guardaba todas estas cosas en su corazón y meditaba acerca de ellas. Lucas 2:19 (NVI)

Esta mañana, un día cercano a la Navidad, pienso en la joven María, la madre de Jesús. ¡Su mente debió estar a punto de explotar!

De pie en el establo, sin teléfono, sin internet. Sin los “me gusta” y comentarios de aliento. Sólo estaban ella y Jesús… y era suficiente.

Así que meditó. Aunque pudo exclamar o compartir muchas palabras a gran voz desde los tejados, reflexionó interiormente.

¡A veces es casi imposible hacerlo! Cuando sucede algo emocionante, automáticamente tomamos el teléfono, ¡definitivamente es un momento que merece ser publicado! O llamamos a una amiga o a un familiar cercano. “¿Adivina lo que acaba de pasar?” exclamamos.

Pero hay días y momentos en los que simplemente no podemos expresar nuestros sentimientos. Sencillamente no tenemos las palabras adecuadas o suficientes. Es un momento entre “Dios y nosotras” que nadie más podría entender.

Sabes a lo que me refiero. Es el momento en el que te das cuenta de que Dios te ha hablado, ha actuado a tu favor y ha habitado en tu espacio, obrando Su amor, Su Palabra y Su corazón en algo tan inesperado que no puede explicarse. Eso es lo que llamo un tiempo para meditar.

El ángel Gabriel le dijo a María que tendría un hijo. ¡Y era el Hijo de Dios! (Lucas 1:26-38). Luego tuvo esa conversación abrumadora con José, quien no le creyó ni una palabra. (Mateo 1:18-19) Es importante señalar que el Nuevo Testamento no registra ninguna interacción con la madre o el padre de María. Finalmente, recibió una pizca de paz y descanso cuando visitó a su prima Elisabet.

Ahora, meses después, estaba en un establo. Horas atrás, ¡había dado a luz a un bebé en un establo! Rodeada de heno hasta las rodillas, acababa de despedirse de unos pastores emocionados y muy sucios.

Lucas 2:19 nos da una imagen entre bastidores de un momento de quietud que María experimentó: “María, por su parte, guardaba todas estas cosas en su corazón y meditaba acerca de ellas”.

¡Había tanto por contar! Siendo realistas, ¿quién podría haberlo entendido? María sabía lo que Dios había hecho. Cuando nadie más veía encajar las piezas extrañas del rompecabezas y el cumplimiento de las profecías antiguas, ella sí lo vio. Cuando José regresó para restablecer el compromiso matrimonial, cuando Elisabet también estaba embarazada, cuando los pastores llegaron inesperadamente en busca del Mesías recién nacido, ella vio obrar la mano de Dios. Así que, todo esto lo meditó y guardó en su corazón.

Tengo que meditar más como María. No necesito publicar, enviar mensajes o tuitear todo lo emocionante. Puede ser simplemente un momento de “Dios y yo” en mi corazón. Un momento como el que describe Sofonías 3:17b, en el que mi Padre celestial canta sobre mí: “Se deleitará en ti con gozo, te renovará con su amor, se alegrará por ti con cantos” (NVI). Un momento en el que me doy cuenta de que ha derramado sobre mí algo especial que no puede ser descrito.

Quizás has tenido un momento así recientemente. A mí me pasó hoy, ¡y no se lo diré a nadie en las redes sociales! Por supuesto que debemos dar testimonio sobre la obra redentora de Dios en nuestras vidas para que otros lo conozcan, pero a veces Dios toca nuestros corazones de maneras profundamente personales que no exigen ser compartidas inmediatamente. Nadie podría entender realmente mi “momento de Dios” excepto quizás María o mi madre, que ahora está en el cielo. Así que estoy saboreando cada detalle no verbalizado. 

Puedo poner la mano en mi corazón, mirar hacia el cielo a mi Padre celestial, sonreír y decir «¡Veo lo que hiciste!». Es un momento para reflexionar.

Oh, Padre, gracias por verme y por amarme. Gracias por obrar por mí y para mi bien. Por favor, ayúdame a disfrutar Tu presencia en mi vida, tomándome tiempo para meditar y apreciar antes de compartirlo con el mundo. En el Nombre de Jesús, Amén.

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PROFUNDICEMOS

Lucas 1:46-48a, Entonces dijo María: «Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador, porque se ha dignado fijarse en su humilde sierva. (NVI)

¿Qué ha hecho Dios por ti, tan asombroso que fue difícil expresarlo con palabras? ¿Cómo te hizo sentir? Tómate un minuto y agradécele por algo espectacular que haya hecho por ti y compártelo en los comentarios a continuación.

© 2021 por Dawn Reed. Todos los derechos reservados.

Estamos agradecidas a nuestras voluntarias por su trabajo realizado en la traducción de este devocional al español. Conócelas aquí.

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