Devocionales

Cómo recibir un regalo cuando sientes que no lo mereces

Amy Carroll 8 de febrero de 2022
Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte. Efesios 2:8-9 (NVI)

¡Ay! ¿Qué fue eso? Me preguntaba cuando mi mano derecha rozaba mi mano izquierda en el agua tibia y jabonosa del fregadero.

Saqué mi mano izquierda para ver qué había causado el pinchazo repentino. Me quedé sin aliento, horrorizada, cuando mis ojos se fijaron en mi dedo anular. Una uña afilada señalaba el sitio vacío donde la piedra preciosa principal de mi anillo de compromiso había brillado por más de 30 años. Había desaparecido.

«¿Qué pasó?» preguntó Barry, mi marido, cuando vio mi búsqueda frenética.

A través del sollozo en mi garganta, respondí, «El diamante que me regalaste desapareció».

Los recuerdos del día en que Barry orgullosamente puso el anillo en mi dedo se daban vueltas en un devastador ciclo de recuerdos. Él, como profesor, tuvo que juntar sus ahorros para comprar el anillo, y tres décadas después, seguía siendo mi posesión más preciada. Esa piedra preciosa representaba el amor profundo, el compromiso completo y el sacrificio de Barry.

Lo buscaba sin parar, barriendo debajo de los muebles y registrando por donde había caminado. Mientras buscaba, luchaba con el remordimiento. ¿Por qué descuidé la revisión de las puntas del anillo? Todo es culpa mía.

Pasaron las semanas y se acercaba nuestro aniversario de boda. El día antes, Barry me explicó sus planes. «Antes de salir a cenar, ¡vamos a la joyería para encontrar una piedra preciosa nueva para tu anillo!» él dijo con emoción.

Estaba sentada, estupefacta, antes de protestar con lágrimas en los ojos. «No,» lloraba. «Perdí el primero que me regalaste. No merezco uno nuevo».

Barry me abrazó. «Te amo y estoy entusiasmado al darte este regalo». ¡Cómo brillaban sus ojos azules mientras me daba el regalo de una nueva piedra preciosa para mi anillo original!

Cuando pienso en el don de la salvación, imagino a Jesús diciéndonos lo mismo — “Te amo y ¡estoy entusiasmado al darte este regalo!” El propio Jesús se describe como nuestro Novio (Mateo 9:14-15). Él ofrece a cada una de nosotras la joya incalculable de la salvación que nos lleva a una vida incomparable de una relación cercana, íntima y amorosa con Dios. Es un regalo, el don de gracia — el favor inmerecido — por medio de nuestra fe en Jesús.

Pablo lo describe de esta manera en Efesios 2:8-9: Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte.

Ninguna de nosotras merecemos el don precioso de la salvación de Jesús porque ninguna de nosotras es perfecta. No importa cuánto nos esforzamos por nosotras mismas, todas hemos hecho cosas malas, llevado motivos horribles y hemos dañado a otras personas. La Biblia nos dice que todos han pecado y están privados de la gloria de Dios (Romanos 3:23, NVI, énfasis añadido). Cada ser humano necesita ser rescatado de sí mismo.

Aunque cada una de nosotras podemos decir con sinceridad, “Ese es un regalo que no merezco recibir”, Jesús pagó por nuestra salvación con un amor profundo, un compromiso completo y el mayor sacrificio. Él dio su vida para comprar nuestro rescate, y Él se lo ofrece a cada una de nosotras con gran gozo; ¡y hasta me imagino que con un brillo en Sus ojos!

El recibir el don simplemente requiere lo que yo visualizo como un giro y un caminar. Giramos, damos la espalda a nuestro pecado y caminamos hacia una vida siguiendo a Jesús.

Aún no he encontrado la piedra original que se perdió. ¡Aunque sigo teniendo esperanza de encontrarla! Sin embargo, cada vez que veo el brillo de la nueva, recuerdo la gracia y el amor de mi marido. Ha llegado a ser un recuerdo de otro regalo, uno aún más precioso, que no merezco: la salvación. Un don de gracia – y amor… un don disponible y libre para cada una de nosotras.

Señor Jesús, aunque no lo merezco, anhelo y espero el don de la salvación que Tú quieres darme. Le doy la espalda al pecado y camino hacia Ti. Creo y me entrego completamente a Ti, Jesús, el que me ama. ¡Gracias por el don incalculable que me das! En el Nombre de Jesús, Amén.

RECOMENDAMOS

El conocer la paz, la perspectiva y el propósito de Dios empieza con una relación personal con Jesús. Por lo que Jesús completó en la cruz, ahora tenemos entrada a Su misericordia, gracia y amor redentor. Y a veces, en la vida sabemos y sentimos que no merecemos el amor ni la gracia de Dios. Sin embargo, estos beneficios que recibimos no están basados en lo que hemos hecho, sino en lo que Cristo hizo por nosotras. En el libro de Max Lucado, GRACIA, él ha escrito capítulos específicos sobre cómo podemos ser cambiados, transformados, fortalecidos y suavizados por la misericordia radical de Jesús. Si quieres experimentar y entender la gracia y misericordia de Dios para ti, hoy, haz clic para comprar tu libro.

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PROFUNDICEMOS

Apocalipsis 19:7, Alegrémonos y llenémonos de gozo y démosle honor a él, porque el tiempo ha llegado para la boda del Cordero y su novia se ha preparado. (NTV)

Si nunca has entregado tu vida entera a Jesús, ¿qué te está deteniendo? ¿cómo cambian las cosas sabiendo que Él quiere darnos el don de la salvación, aunque ninguna le merecemos?

Si has entregado tu vida a Jesús, ¿Cómo te ayuda recordar que no hay que estar trabajando constantemente para ganar el regalo que Jesús te ha dado? Él se deleita en darte la salvación, ¡más que cualquier ser humano podría deleitarse en los regalos que dan!

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© 2022 por Amy Carroll. Todos los derechos reservados.


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