Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Mateo 11:28 (NVI)
“Descansar”.
La palabra salió de mi boca como si fuera un suspiro que estaba conteniendo durante días. Había sido otra semana muy ajetreada, llena de trabajo, tareas domésticas, reuniones sociales y las demandas constantes de ser madre. Una noche, mientras cenaba, me puse a llorar y le expresé a mi esposo lo agotada que me sentía.
«Deberías tratar de descansar un poco mañana», él respondió.
El anhelo me invadió mientras mis ojos se llenaron de lágrimas. ¡Oh, cómo ansiaba descansar! Sin embargo, como esposa, madre, ama de casa, dueña de un negocio y escritora, no estaba segura de si aún sabía cómo descansar.
Cuando crecía en el extranjero como una hija misionera educada en casa, solía poder descansar fácilmente. Mi niñez fue pausada y tranquila, llena de días de lectura, juegos con mis hermanos, correr afuera y sentarme junto al fuego por la noche. Sin embargo, las temporadas pasaron y las cosas cambiaron demasiado rápido.
Me gradué de la secundaria, me mudé a los Estados Unidos, fui a la universidad, me casé, empecé un negocio y tuve un bebé. De repente, el margen se había ido de mi vida y tenía que dar cuentas de cada momento. Mientras mi horario se llenaba con las responsabilidades de la edad adulta, mi capacidad para descansar se disolvió.
En un intento de sentirme rejuvenecida, empecé a tener maratones televisivos, desplazándome por las redes sociales y yendo a tiendas de segunda mano. Sin embargo, en lugar de hacer que me sintiera refrescada, estas actividades hicieron que mi corazón inquieto, se sintiera más intranquilo. El agotamiento era inevitable.
¿Te identificas con esta situación?
Si eres una mujer viviendo en el siglo 21, probablemente entiendas perfectamente de qué estoy hablando. Después de todo, vivimos en una época de productividad. Nuestra cultura nos ha enseñado que nuestro valor se encuentra principalmente en lo que producimos, lo que resulta en un estilo de vida de ajetreo poco saludable. Este problema no ha pasado desapercibido, como lo demuestra la creciente tendencia del autocuidado. Una búsqueda rápida en Instagram bajo la etiqueta #autocuidado, revela una infinidad de soluciones a nuestros problemas de exceso de productividad.
“Respira hondo y haz lo tuyo”, aconseja una ilustración lindamente dibujada.
“Confía en lo que sientes, no en lo que oyes”, dice otra.
Un hombre posa delante de un sauna con una lista de todos sus beneficios. Otra publicación sugiere las mascarillas faciales y sales de baño como una excelente manera de relajarse. Un instructor de yoga afirma tener todas las respuestas al estrés, mientras que un influencer de alimentación saludable está convencido que todos nuestros problemas serían resueltos eliminando el azúcar de nuestra dieta.
Los masajes, pedicuras, vacaciones, cafés, días en el spa, ropa cómoda, pastillas para dormir, tés, aceites, colchones personalizados — nadie trabaja más duro para descansar que nosotras.
Pero ¿y si el descanso no es solo dormir o mimarnos? ¿Y si es más que unas vacaciones o una receta médica? ¿Y si el descanso verdadero va más allá de la definición mundana de cuidado personal?
¿Qué pasa si el descanso es una persona?
Hay alguien que ha afirmado ser nuestro proveedor principal de descanso. Jesús le dijo a la multitud: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma” (Mateo 11:28–29, NVI).
La verdad es que nuestro problema del pecado, la muerte y el quebrantamiento no puede ser resuelto pasando un día en un spa o con un café con leche. El descanso verdadero tiene que empezar al nivel del alma, porque es donde mora nuestro agotamiento más profundo. Para refrescar nuestras almas, necesitamos al Creador mismo del descanso, que significa que cualquier régimen de cuidado personal sin Cristo, siempre quedará corto.
Personalmente, cada día aprendo cómo descansar en la presencia de Jesús. Estoy aprendiendo a ver menos televisión y orar más. Estoy aprendiendo a quitar mis ojos del celular y alzarlos al cielo lleno de la gloria de Dios, y estoy aprendiendo a encontrar refrigerio en las páginas de las Escrituras, en lugar de en los pasillos de una tienda de segunda mano.
Cada día, aprendo, un poquito más que el descanso es una persona y la renovación que Él provee no depende de mis circunstancias o de mi horario, sino de mi obediencia para ir corriendo a Sus brazos.
Si estás cansada y agobiada, entonces Jesús te está diciendo, «Ven a Mí». Si estás cansada de vivir en un ritmo tan acelerado, o exhausta de tener que cumplir constantemente, recurre a Aquel que ya ha terminado el trabajo más importante para ti. Su mandamiento es sencillamente venir y descansar.
Padre celestial, oro para que nos sintamos irresistiblemente atraídas al descanso que Tú das. Oro para que sometamos el ajetreo de nuestras vidas a Tus manos tiernas y encontremos el refrigerio en Tu presencia. Sigue enseñándonos a cada una de nosotras lo que significa realmente descansar y ayúdanos a priorizar pasar tiempo Contigo, a partir de hoy. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Recomendamos
Para una guía práctica de tener un tiempo devocional con Dios, echa un vistazo al libro de Naomi Vacaro, Quiet: creating grace — based rhythms for spending time with Jesus.
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Profundicemos
Salmo 16:11, Me darás a conocer la senda de la vida; En Tu presencia hay plenitud de gozo; En Tu diestra hay deleites para siempre. (NBLA)
¿Cuáles son tus métodos actuales que usas para descansar? ¿Cómo podrías disfrutar más tiempo con Jesús en tu horario actual? ¡Comparte tus pensamientos en los comentarios!
© 2022 por Naomi Vacaro. Todos los derechos reservados.
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