Devocionales

Eligiendo perdonar: el escalón en el que tropezamos

Sharon Jaynes 29 de abril de 2022
Sean mutuamente tolerantes. Si alguno tiene una queja contra otro, perdónense de la misma manera que Cristo los perdonó. Colosenses 3:13 (RVC)

En un partido de fútbol universitario sabatino, estaba haciendo lo que más me gusta: observar a la gente.

Mi asiento estaba al final de una larga fila de gradas azules, y había un flujo constante de aficionados que subían y bajaban los escalones de concreto. Al cabo de un rato, noté que cuatro de cada cinco personas se tropezaban en el escalón justo enfrente de mí. En el descanso, medí y descubrí que el escalón era un cuarto de pulgada más alto que los demás. Así que la gente se tropezaba.

He aprendido que el perdón es como ese escalón. Es un poco más alto que cualquier otra cosa que practicamos como cristianos. Desafortunadamente, es el escalón en el que muchas de nosotras parecemos tropezar con mayor frecuencia, incluyéndome a mí.

Mientras crecía, mi hogar estaba plagado de ira, angustia y dolor. Después de que mis padres y yo llegamos a Cristo, como podrán imaginar, hubo mucho que perdonar. Créanme, no se dio de una vez, sino por etapas.

La decisión de perdonar ocurrió en un instante, como una bolita que se hunde en el fondo de un vaso con agua.

La reflexión sobre las emociones se produjo con el tiempo, como una bolita que se hunde en el fondo de un vaso de aceite espeso. Fue un paso duro y elevado.

Sin embargo, a pesar de lo difícil que puede ser el perdón, Jesús nos dice que es el núcleo de la fe cristiana. Es un tema fundamental en las enseñanzas de Jesús. Por ejemplo, en Marcos 11:25, Él dijo: “Y cuando estén orando, si tienen algo contra alguien, perdónenlo, para que también su Padre que está en el cielo les perdone a ustedes sus pecados.” (NVI)

A lo largo de los tiempos del Antiguo Testamento, el pueblo de Dios ofreció sacrificios de animales para el perdón de sus pecados, de acuerdo con las instrucciones de Dios. Pero sus sacrificios nunca eran suficientes para cubrir todos sus pecados: cada nuevo pecado requería otro sacrificio.

Siglos después, Dios envió a su Hijo, Jesús, a morir como sacrificio final para el perdón de nuestros pecados. Su sacrificio fue suficiente para cubrir nuestros pecados: pasados, presentes y futuros. Me encanta cómo el autor y pastor Brian Zahnd describe el perdón de Jesús como “la gracia que quita la culpa, cubre la vergüenza y elimina la mancha y el ciclo interminable de venganza”.

Pero no sólo somos receptoras de la gracia del perdón a través del sacrificio de Jesús en la cruz; también somos llamadas a ser dadoras de esa gracia perdonadora.

Cuando algo desencadena nuevamente el dolor en mi corazón, en lugar de ceder al dolor que tan rápidamente puede convertirse en amargura, tengo que recordar que ya he perdonado a esa persona. Entonces le pido a Dios que me ayude a lidiar con mis emociones reales. También me recuerdo a mí misma las palabras de Pablo en Colosenses 3:13: “Sean mutuamente tolerantes. Si alguno tiene una queja contra otro, perdónense de la misma manera que Cristo los perdonó”.

“De la misma manera que Cristo los perdonó”. Por un momento, asimilemos esto. Cuando recuerdo cómo Dios me ha perdonado completamente por todo lo que he hecho para dañarlo, eso hace que sea más fácil perdonar a aquellas personas que me han lastimado. El perdón de Dios hacia mí me impulsa a perdonar a los demás.

Al enseñar a Sus seguidores a perdonar, Jesús no señaló ninguna excepción, ningún escape que nos libera de perdonar. No mencionó ningún crimen demasiado atroz, ningún abuso demasiado perverso, ningún acto demasiado vil, que justifique aferrarse a la falta de perdón. Hermana, podemos confiar en que Jesús sabe cuán profundamente nos han lastimado las personas. Pero también sabe cuán profundamente destructiva puede ser la falta de perdón para un corazón humano.

Cuando elegimos perdonar, no sólo vivimos un principio fundamental de nuestra fe, sino que también ponemos fin al ciclo interminable de la venganza, liberando la carga de la amargura y haciendo que el mundo sea hermoso a través de la gracia. Yo quiero ser parte de eso. ¿Y tú?

Amiga, el escalón del perdón puede ser un poco más alto que algunos de los otros pasos en nuestra caminata de fe, pero por el poder del Espíritu Santo, podemos hacerlo. 

Padre, admito que he tropezado en el escalón del perdón. Ayúdame a levantar mis pies espirituales un poco más alto para perdonar a otros rápida y completamente. Ayúdame a no tropezar con mi propio pecado de falta de perdón, sino a recorrer el camino sin tropezar. En el Nombre de Jesús, Amén.

RECOMENDAMOS

El perdón es una de las muchas maneras en que podemos cambiar el final de nuestras historias. Amiga, no tienes que seguir llevando la carga de una historia rota. Puedes tener una mejor. Para saber cómo, obtén una copia del libro escrito por el Dr. Tony Evans, 30 días hacia la victoria a través del perdón.

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PROFUNDICEMOS

Juan 20:23, Si ustedes perdonan los pecados de alguien, esos pecados son perdonados; si ustedes no los perdonan, esos pecados no son perdonados». (NTV)

Lee y reflexiona sobre el versículo anterior, así como en estos versículos adicionales sobre el perdón: Mateo 18:21-22 y Mateo 26:27-29. En una frase, resume lo que crees que Jesús estaba enseñando.

Describe lo que crees que Pablo quiso decir con “perdónense de la misma manera que Cristo los perdonó” (Colosenses 3:13b). Nos encantaría conocer tus pensamientos. ¡Compártelos en los comentarios!

© 2022 por Sharon Jaynes. Todos los derechos reservados.


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