No devuelvan mal por mal ni insulto por insulto; más bien, bendigan, porque para esto fueron llamados, para heredar una bendición. 1 Pedro 3:9 (NVI)
Tan pronto como leí el comentario en las redes sociales, sentí que me subía la presión arterial. Las palabras me insultaron profundamente y cuestionaron mi integridad como creyente. Inmediatamente, quise defenderme. Empecé a recordar y a buscar Escrituras que refutaran la opinión de esta persona y validaran mi postura. Pero mientras buscaba en mi aplicación bíblica, sentí una convicción en mi espíritu.
Detente. Espera.
Admito que no quería escuchar. Después de todo, ¿no necesitaba demostrar que esta persona estaba equivocada? ¿No necesitaban saber que sus palabras no estaban bien? Pero cuanto más tiempo permanecía sentada en mi sillón reclinable, haciendo una pausa en lugar de reaccionar, más me daba cuenta que una respuesta no lograría nada. Responder con ira farisaica solo provocaría problemas.
Esta no era la primera vez que alguien me decía algo ofensivo, ya sea en las redes sociales o en persona. A menudo, el mundo que nos rodea puede parecer un campo minado en el que nunca sabemos cómo responderá la gente a nuestras palabras.
Entonces, ¿qué hacemos cuando sentimos la necesidad de defendernos? ¿Cómo distinguimos entre defendernos a nosotras mismas y defender a Jesús? ¿Cómo sabemos cuándo hablar y cuándo permanecer callada?
Miremos los Evangelios, en los que nadie afirmó una lealtad más feroz a Jesús que Pedro. Incluso dijo que moriría por Jesús (Lucas 22:33). Cuando los soldados romanos y los sumos sacerdotes vinieron a arrestar a Jesús, Pedro le cortó la oreja a Malco, el siervo del sumo sacerdote. Pero en lugar de dejar que Pedro lo defendiera, Jesús lo reprendió diciendo: “—¡Vuelve esa espada a su funda! ... ¿Acaso no he de beber el trago amargo que el Padre me da a beber?” (Juan 18:11, NVI). Jesús dejó en claro que el trabajo del discípulo no era defenderlo con violencia ni en ira.
Después, en 1 Pedro, vemos una transformación completa en este discípulo. Dios abrió sus ojos para que viera que las represalias contra aquellos que nos hacen daño no sirven a Sus propósitos, y en cambio, Pedro le dio este mandato a la Iglesia:
No devuelvan mal por mal ni insulto por insulto; más bien, bendigan, porque para esto fueron llamados, para heredar una bendición (1 Pedro 3:9).
En el mundo actual de respuestas instantáneas, nunca ha sido tan fácil reaccionar en función de nuestras primeras emociones en lugar de responder con intencionalidad y amor. Nuestro enemigo lo sabe. Busca dividirnos y provocar discusiones, y muchas veces caemos ciegamente en sus maquinaciones.
Pero cuando permitimos que Dios tome el lugar que le corresponde como nuestro Defensor y respondemos a los demás en Su amor, sucede algo hermoso. En lugar de que el enfoque esté en nosotros, se vuelve hacia Él. La gente es atraída hacia la presencia de Dios en nosotras en lugar de alejarse, porque notan algo contrario a la actitud del “yo primero” que promueve nuestra cultura.
Jesús ya ha ganado la batalla contra nuestro enemigo verdadero. Un día, Él regresará para reclamar a los que Él llama Suyos. Pero hasta entonces, Él nos pide que amemos a los demás. Cuando seguimos este mandato simple pero a menudo difícil, no tenemos que preocuparnos por luchar por nosotras mismas porque Él lucha contra nuestro enemigo por nosotras. Nuestra armadura es Su Verdad, y nos da una paz incomparable.
Dios, gracias por ser nuestro Defensor. Cuando surja la ira, ayúdanos a ver quién es nuestro verdadero enemigo, y saber que la única armadura que necesitamos es la armadura que Tú provees a través de Tu Espíritu de Verdad. Cuando seamos tentadas a pagar mal por mal, que elijamos a cambio Tu paz y bendición. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Levítico 19:18, »No seas vengativo con tu prójimo, ni le guardes rencor. Ama a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el SEÑOR. (NVI)
¿Por qué crees que es tan difícil dejar que Dios sea nuestro Defensor en lugar de tratar de defendernos a nosotras mismas? ¿Qué crees que ganarías al seguir el mandato de Pedro de devolver el mal con bendición?
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© 2022 por Abby McDonald. Todos los derechos reservados.
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