Devocionales

Entégale cada persona y todo aquello que te preocupa a Dios

John Eldredge 29 de agosto de 2022
Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de ustedes. 1 Pedro 5:7 (NVI)

Vaya, vaya, es difícil desenredarse de nuestro mundo.

He pasado las últimas 24 horas obsesionado con un comentario que alguien me hizo en una reunión de negocios.

Honestamente, fue una observación simple de su parte, compartida dentro de una conversación más amplia. Pero la observación fue sobre , y ya sabes cómo va eso: La conversación solo duró 20 minutos, sin embargo, esa observación captó mi atención, como una semilla de chía que se queda atrapada entre tus dientes. No puedes pensar en nada más; tu lengua la busca y da vueltas a su alrededor.

Con el tiempo, ese comentario simple y prácticamente benigno se ha llenado de implicaciones y todo tipo de subterfugios mientras me pregunto, me preocupo y especulo sobre lo que quiso decir este colega. Creo que conoces bien la experiencia de la que estoy hablando: alguien te dice algo de pasada, y luego te encuentras preguntándote, y luego preocupándote, qué quiso decir con eso.

No me considero una persona obsesiva, pero al mirar atrás en la conversación, el comentario se siente capcioso, lo que me lleva a preguntarme cuál fue el trasfondo, que me lleva a preguntarme sobre el subtexto de todo lo que esta persona me dijo en la conversación. Lo cual me lleva a preguntarme qué es el subtexto de nuestra relación, ¡¿y si he malinterpretado todo lo que ha ocurrido?!

Un pequeño comentario en una reunión de mercadotecnia desencadenó una avalancha de especulación en mí: especulación sobre motivos, mi liderazgo y la integridad de esta relación en general.

Definitivamente, necesitaba la ayuda del Señor.

En el transcurso de estas 24 horas muy inútiles, cada vez que me dirigía a Jesús para tratar de obtener algo de paz y orientación, Él simplemente seguía diciéndome: dame esto, suéltame esto. Entregáme esa persona, haciendo eco de 1 Pedro 5:7: “Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de ustedes”. Y me sorprendí de lo difícil que es eso, especialmente cuando estoy realmente alterado por la especulación, la preocupación, o la ansiedad.

Pero al empezar a practicar la más mínima medida de liberación, el alivio fue casi inmediato.

A modo de hacer espacio para que Dios llene el recipiente de nuestra alma, tenemos que empezar a sacar algo del desorden innecesario que continuamente se acumula ahí, como el cajón de sastre en la cocina. Nuestras almas también acumulan cosas, atrayéndolas como un imán. Y así como dijo el filósofo y teólogo Agustín, debemos vaciarnos de todo lo que nos llena para que seamos llenos de lo que nos falta.

Con el tiempo, no he encontrado mejor hábito para limpiar mi alma desordenada que la práctica de desprendimiento benévolo: la capacidad de dejarlo ir, alejarse, no tanto físicamente, sino emocionalmente, con el alma.

Los adultos maduros han aprendido a crear una distancia sana entre ellos mismos y las cosas con las que se han enredado. De ahí la palabra desprendimiento. Significa desenredarse, salir del lodazal; significa quitar el velcro por el cual esta persona, relación, crisis, o problema global se ha adherido a ti, o tú a ella. El desprendimiento significa poner un poco de distancia sana.

Las redes sociales sobrecargan nuestra empatía. Así que utilizo la palabra “benévolo” para referirme a este tipo de desprendimiento necesario porque no estamos hablando de cinismo o resignación. Benevolencia significa bondad, algo hecho con amor. Jesús nos invita a una forma de vivir donde nos sentimos genuinamente cómodos entregándole las cosas a Él:

“»Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana»” (Mateo 11:28-30, NVI).

Jesús declara que hay un camino para vivir de forma suave y liviana.

Jesús empezó a enseñarme sobre el desprendimiento benévolo hace casi dos años. Cada vez que me dirigía a Él con una pregunta, Él me decía: entrégame todo. La invitación sonaba tan real; sabía que necesitaba aprender esto. Yo solía pedir por algo completamente no relacionado a las personas en mi vida (reparaciones de automóviles, programar un viaje, mis declaraciones de impuestos) y Jesús respondía: Deposita en mí, todo lo que te consume, incluso personas.

Jesús te llama a soltar el mundo, a liberar a las personas, las crisis, los traumas, las intrigas, todo. El alma nunca estuvo destinada a habitar un mundo como este. Es demasiado. En algún lugar, en algún momento de tu día, simplemente tienes que liberar lo que te consume. Tienes que entregarlo a Jesús.

Y mientras practicas la liberación, lo que estás haciendo es crear un espacio para el alma, forjando el espacio emocional e intelectual para que Dios entre.

Dios, hoy entrego todo a Ti. Te doy mi día, Dios. Te entrego mi familia y mis hijos a Ti. Dios, te entrego mis preocupaciones y temores. Te entrego cada persona todo aquello que me preocupa ahora, Padre. En el Nombre de Jesús, Amén.

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Profundicemos

1 Pedro 5:7, Pongan todas sus preocupaciones y ansiedades en las manos de Dios, porque él cuida de ustedes. (NTV)

¿Cuáles son algunas maneras específicas en las que podrías vivir más libre de preocupaciones ante Dios?

¿A quién o qué necesitas entregarle a Dios en este momento? ¿Podrías practicar el hacerlo ahora en una breve oración de desprendimiento benévolo? Déjanos saber en la sección de comentarios.

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