Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que les he dicho. Juan 14:26 (NVI)

Una tarde al principio de mi ministerio, cuando se suponía que estaba estudiando, no podía concentrarme. Estaba sumido en el cansancio, luchando contra el insomnio, una docena de inseguridades y plazos por cumplir.

Tenía la impresión de que yo tenía que arreglar los problemas de todo el mundo, asumir las cargas de todos y no cansarme nunca de hacerlo. Al cabo de unos instantes, me moví de la silla del despacho a la silla que utilizaba para los invitados. Incliné la cabeza y suspiré.

Cuando lo hice, me vino a la mente esta Escritura: “»Vengan a Mí, todos los que están cansados y cargados, y Yo los haré descansar” (Mateo 11:28, NBLA).

Había leído el versículo cientos de veces, pero esta vez en particular, fue el pronombre “Mí” lo que me impactó. Me di cuenta de que había estado recurriendo a todos y a todo menos a Él. Las palabras de Jesús pasaron de ser tinta en una página a ser un bálsamo para mi alma.

¿Por qué me vino a la mente este versículo? Puro y simple. El Espíritu Santo, mi Maestro, me lo recordó.

El Espíritu tiene una misión específica y global. Su tarea es enseñarnos sobre Jesús. Jesús nos dice en Juan 14:26, “el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que les he dicho”.

¿No es ésta una gran noticia? El Espíritu que estuvo presente en la creación, que se movió y actuó en la encarnación y resurrección de Cristo, y que estará presente en el regreso final de Cristo, es tu Tutor. La presencia invisible de Dios en la tierra te invita a entrar en Su aula y aprender de Él. Te revelará cosas nuevas y maravillosas y te recordará a Jesús.

No estamos solos con nuestras preguntas. No depende de nosotros resolver los enigmas de nuestra existencia. Tenemos un Ayudante, un Instructor divino. Él nos salvará de nuestra confusión y de nuestras dudas. Lo hace al inscribirnos en el curso principal de su universidad: Jesucristo.

Así que invitemos al Espíritu Santo a nuestro mundo. Comencemos nuestros días con las palabras «¡Bienvenido, Espíritu Santo!» y propongámonos caminar en el Espíritu invitándole a entrar en los detalles de nuestras vidas. “Ahora que vivimos en el Espíritu, andemos en el Espíritu” (Gálatas 5:25, RVA-2015).

Permitamos que estas oraciones vengan rápidamente a nuestra mente: En este momento, ¿qué me estás enseñando? O, ¿cómo debo responder a este desafío, Señor? O, dirígeme, por favor. ¿Qué camino debo tomar?

Hoy, hagamos una pausa y escuchemos y mantengamos un oído inclinado hacia el Espíritu.

Padre Celestial, gracias por el don de Tu Espíritu. Gracias por susurrarme la verdad cuando la necesito y por enseñarme a amar y vivir como Cristo. En el Nombre de Jesús, Amén.

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Profundicemos

Romanos 15:13, Que el Dios de la esperanza los llene de toda alegría y paz a ustedes que creen en él, para que rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo. (NVI)

Cuando te enfrentas a un desafío, ¿quién o qué es la primera persona o cosa a la que recurres? ¿Cómo te habla el Espíritu Santo? Comparte tus ideas en los comentarios.

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