Devocionales

Cuando se supone que no deberías sentir ansiedad… pero aún así la sientes

Taylor Joy Murray, COMPEL Training Member 7 de noviembre de 2022
Si el SEÑOR no hubiera sido mi ayuda, Pronto habría habitado mi alma en el lugar del silencio. Si digo: «Mi pie ha resbalado», Tu misericordia, oh SEÑOR, me sostendrá. Cuando mis inquietudes se multiplican dentro de mí, Tus consuelos deleitan mi alma. Salmo 94:17-19 (NBLA)

Durante la mayor parte de mi vida, he sido una experta en el arte de “estar bien”.

Solía responder a cada y cualquier pregunta con «estoy bien», lo cual era la ruta más rápida y socialmente aceptable para llegar a algún lugar que se sintiera más seguro… Frecuentemente “seguridad” significaba esconderme dentro de mí misma.

Canalicé cantidades enormes de energía en esconder mi lucha con la ansiedad o dejar que ella me escondiera. Pero ambas opciones eventualmente me llevaron a un lugar donde todas mis situaciones en las que no estaba bien y de las que no hablaba resultaron en una sensación dolorosa de soledad. De los pensamientos giratorios, las respiraciones superficiales y los nervios fragmentados que con frecuencia caracterizan la ansiedad, emergió parte de mi vergüenza más profunda.

¡No te preocupes! ¡Confía en Dios! ¡La fé vence el temor!

Si creciste en la iglesia como yo, estas son algunas de las respuestas que quizá has escuchado frecuentar de los labios de muchas personas bienintencionadas.

¿Hay Verdad bíblica en cada una de estas frases? Absolutamente. Pero cuando la respuesta se presenta como la única solución para toda ansiedad, a menudo suenan como: «no deberías sentirte así».

Pero yo me siento así.

De pequeña, la narrativa que gradualmente aprendí a personificar era que ser una buena cristiana significaba permanecer feliz, sonreir siempre y rara vez hablar de cómo me sentía realmente. A los 18 años, cuando me encontré en una posición fetal, detrás de una puerta del baño cerrada con llave, provocada por la ansiedad, me sentí perdida dentro de una historia de quién debería ser.

¿Qué haces cuando se supone que no deberías sentir ansiedad, pero no importa cuánto ores y confíes, todavía no desaparece?

Mi vergüenza y la confusión alrededor de esa pregunta me llevaron a preguntarme silenciosamente qué piensa Dios acerca de la ansiedad atiborrada e inexpresada que estaba detrás de mi sonrisa. Cuando los pensamientos ansiosos se multiplicaron dentro de mí, viví acorde al final del Salmo 94:19 que sonaba más como: “Tus mandamientos me disciplinan” en lugar de “Tus consuelos deleitan mi alma”.

Pero cuando leo este Salmo, veo que Dios no apartó Su rostro de la ansiedad del salmista. Dios se movió hacia él.

Fue cuando la honestidad del salmista se encontró con la compasión que la sanidad comenzó a suceder. Cuando clamó vulnerablemente a Dios, el salmista experimentó los brazos suaves de Dios sosteniéndolo y no apartándolo.

La ansiedad requiere el acto contraintuitivo de buscar conexión en lugar de hundirse aún más en el aislamiento. De hecho, estoy aprendiendo que la ansiedad no es tanto de buscar una solución como de buscar espacio. Espacio para ser percibida, sentida y llamada en presencia de otro.

No podemos sanar lo que nos rehusamos a sentir.

Una y otra vez, las páginas de las Escrituras testifican que los lugares afectados por el dolor, las dificultades y la muerte son los lugares que Cristo elige para ir. El valle oscuro es precisamente el lugar donde Dios promete estar con nosotras. Nuestros momentos de ansiedad no son cuando estamos abandonadas, sino donde podemos esperar tener un encuentro con Él nuevamente.

Nunca seremos capaces de superar la ansiedad azotándonos mentalmente para no sentirnos de esa manera. Pero podemos superarlo cuando experimentamos el testimonio y la presencia de Dios y de otros justo en los lugares donde reside nuestra ansiedad.

Hoy, en lugar de correr hacia la salida emocional más rápida, me pregunto cómo sería mostrarnos honestamente en los diarios de nuestros corazones, trayendo todo nuestro ser a estas páginas. Aunque con frecuencia tratamos de silenciar inmediatamente la voz de la ansiedad, Dios no lo hace. Como el Pastor de nuestras almas, Él se inclina para escuchar lo que tiene que decir nuestra ansiedad, y susurra la verdad del Salmo 94:18, mi misericordia te sostendrá.

Querido Dios, no quiero que la ansiedad consuma mi vida. ¿Me ayudarías a sintonizarme con lo que mi ansiedad está tratando de decirme hoy? ¿Me mostrarías cómo es estar Contigo en mi ansiedad y recibir el consuelo que Tú me ofreces? En el Nombre de Jesús, Amén.

RECOMENDAMOS

Amiga, si estás luchando con ansiedad, detente y haz esta oración: Padre, Tú dijiste en Tu Palabra que no me afane por nada, pero en todo con oración y ruego, presente mis peticiones a Ti, y Tu paz, que sobrepasa todo entendimiento guardará mi corazón y mi mente, Filipenses 4:6-8. Padre, yo recibo Tu paz hoy y dejo a un lado mis pensamientos ansiosos. En el Nombre de Jesús, Amén.

También tenemos un recurso que te ayudará a atravesar tu ansiedad. En Ansiosos por nada, el autor Max Lucado te ayudará a aprender cómo enfrentar las calamidades de la vida, cómo convencerte de salirte de la cornisa, cómo discernir las mentiras de Satanás y decirte a ti misma la Verdad y mucho más. Si quieres dejar de permitir que la ansiedad domine tu vida y aprender a caminar por la vida “ansiosa por nada”, este recurso es para ti. Haz clic aquí para obtener tu copia.

CONÉCTATE

Si hoy te sientes ansiosa, visita nuestro Muro de oración. Este es un lugar donde puedes publicar tus peticiones de oración y nuestro equipo se unirá contigo en oración. ¡Nos encantaría estar orando contigo mientras esperas a que Dios responda a tu petición de oración!

PROFUNDICEMOS

Salmo 139:23, Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón; ponme a prueba y sondea mis pensamientos. (NVI)

Cuando luchas contra la ansiedad, ¿te esconde o la escondes? ¿Cuál es el resultado típico de tu estrategia de esconderte, y cómo podría ser diferente el resultado al invitar a Dios a esta lucha?

¡Nos encantaría escuchar de ti! Comparte tu opinión en los comentarios.

© 2022 por Taylor Joy Murray. Todos los derechos reservados.


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