¡Y eso que ni siquiera saben qué sucederá mañana! ¿Qué es su vida? Ustedes son como la niebla, que aparece por un momento y luego se desvanece. Santiago 4:14 (NVI)
«Podríamos jugar a un juego de mesa», dijo mi hijo mayor.
Era una noche tranquila de verano sin prácticas deportivas que nos apresuraran y sin tareas escolares por completar para el día siguiente. Inmediatamente, pensé que un juego de mesa en familia era una buena idea, y el hecho de que esto surgiera de mi hijo adolescente era la cereza del postre. Que él tomara la iniciativa de hacer una actividad familiar era algo realmente importante. Estaba escogiendo a la familia por sobre todo lo demás en su vida.
Había pasado el último año escolar observando cómo se iba transformando del niño que yo conocía al adolescente que apenas reconocía. Sus intereses eran distintos. Su voz era más gruesa. Sus rasgos eran más maduros. Él estaba madurando, y yo estaba aprendiendo a acoger al joven en el cual se estaba convirtiendo y a dejar ir el niño que había sido.
Lamentablemente, no me dí cuenta de la magnitud de ese momento. A pesar de lo entusiasmada que estaba por pasar tiempo con mis hijos, mi atención se encontraba dividida cuando nos sentamos a jugar al Cluedo. Yo necesitaba enviar tan solo un correo electrónico más antes de que pudiera concentrarme en el juego de manera totalmente desinhibida.
Mis hijos continuaron acomodando las piezas del juego sobre el tablero y repasando las instrucciones mientras yo tecleaba. «Terminaré este correo electrónico y luego pondré a un lado mi trabajo», me dije a mí misma.
Mi hijo menor lanzó los dados y comenzó a jugar. Yo seguía tecleando.
«Cierra la computadora», me dijeron mientras yo golpeteaba contra el teclado. Ya estaba tan cerca de terminar. Luego mi hijo mayor arrojó los dados pese a que yo ojeaba de vez en cuando la pantalla de mi computadora.
«No puedes jugar y estar en tu computadora al mismo tiempo», me dijo. Tenía razón.
Me avergüenza decir que requirió un tercer llamado de mis hijos hasta que finalmente cerré la tapa de mi computadora portátil y me permití estar completamente presente, pero estoy contenta de haberlo hecho. Esto era más que un juego de mesa. Esta era una oportunidad para conectarme con mis hijos, una oportunidad que casi pierdo. Representaba una posibilidad de elegir lo más importante en lugar de lo que parecía urgente.
En el libro de Santiago, se nos recuerda acerca de la brevedad de la vida. Santiago 4:14 dice: “¡Y eso que ni siquiera saben qué sucederá mañana! ¿Qué es su vida? Ustedes son como la niebla, que aparece por un momento y luego se desvanece”.
En este pasaje, Santiago le hablaba a las personas que depositaban su confianza en sí mismos y en lo que ellos podían lograr en vez de depender de Dios. Esas personas presumían del mañana, al creer que eran los señores de sus propios destinos.
Me sentí igual de culpable. En ese momento, en la noche del juego de mesa, estaba dependiendo de mí misma y de mi habilidad para enviar un correo electrónico. Estaba priorizando la finalización de una tarea por encima de pasar tiempo con mis hijos. Di por sentado que disponía de todo el tiempo del mundo para jugar un juego de mesa con ellos.
Todas hemos formado este tipo de presunciones. Tal vez hemos creído que hay tiempo de sobra para decirle “te amo” a un ser querido. Tal vez hemos razonado que podemos posponer la noche de cita con nuestro esposo una semana más. Tal vez hemos ignorado las peticiones de nuestros hijos por tiempo de calidad.
A todas nosotras que nos sentimos tentadas a priorizar lo aparentemente urgente por encima de lo importante, Santiago nos recuerda que la vida no se le ha prometido a nadie. Es tan fugaz como el vapor que pronto se desvanecerá. Santiago nos exhorta a que dediquemos nuestro tiempo a hacer la voluntad de Dios.
En aquel momento, la voluntad de Dios era que jugara con mis hijos. Él me estaba ofreciendo una oportunidad muy necesaria para pasar tiempo con mis muchachos, que están creciendo y cambiando cada día. Él me estaba alentando a priorizar a mis hijos por encima del trabajo, porque sus vidas, al igual que la mía, son como el vapor.
La voluntad de Dios siempre le da prioridad a las personas por encima de la productividad.
Querido Dios, te agradezco por recordarme que la vida es corta. Ayúdame a conocer cuál es la voluntad de Dios para mi vida para priorizar de forma constante lo más importante. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Salmos 144:4, El hombre es semejante a un soplo; Sus días son como una sombra que pasa. (NBLA)
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