sino que así como hemos sido aprobados por Dios para que se nos confiara el evangelio, así hablamos, no como agradando a los hombres, sino a Dios que examina nuestros corazones. 1 Tesalonicenses 2:4 (NBLA)
A veces confundo el amar con la enfermedad de agradar. Querer complacer a otras personas y no decepcionarlas parece ser parte de mi constitución pacificadora. Es algo que puede hacerme sentir resignada a tener que lidiar con ello en lugar de decidir superarlo.
¿Por qué?
Todos queremos caerle bien a la gente. Y no hay nada malo en ello. Dios nos ha creado para las relaciones y la comunidad. Pero no podemos estar tan desesperadas por la aprobación de la gente que estemos dispuestas a vivir en desobediencia a Dios. La motivación final de cada creyente debe ser complacer a Dios en primer lugar.
Vemos este sentir en Pablo cuando leemos las palabras que envió a la gente de Tesalónica. Específicamente, escribió: “sino que así como hemos sido aprobados por Dios para que se nos confiara el evangelio, así hablamos, no como agradando a los hombres, sino a Dios que examina nuestros corazones” (1 Tesalonicenses 2:4).
Pablo afirma que nunca hizo uso de palabras halagadoras al compartir el evangelio con los tesalonicenses, y ni él ni los que estaban con él buscaron jamás la gloria para sí mismos (1 Tesalonicenses 2:5-6). Simplemente amaron a la gente lo suficiente como para ofrecerles la esperanza y la verdad del Evangelio de Jesucristo, tanto en sus acciones como en sus palabras. Lo hacían desde corazones llenos de tremenda ternura (1 Tesalonicenses 2:7-8). Pero la única aprobación que buscaban era la de Dios.
Entonces, ¿qué significa vivir “aprobados por Dios” (1 Tesalonicenses 2:4)?
El verbo griego que traducimos como “aprobado” es dokimazō y puede significar “probar” o “examinar”. Se refiere a justificar o comprobar la calidad de algo o alguien. Así que cuando Pablo dice que ha sido aprobado por Dios, está diciendo que él mismo tuvo que pasar por cierto nivel de prueba antes de que se le confiara el evangelio. Aunque no se nos dice explícitamente cuándo tuvo lugar la prueba de Pablo, las Escrituras sugieren que pudo haber sucedido durante los tres años que Pablo pasó en Arabia (Gálatas 1:16-18).
Pablo también afirma en la última parte de 1 Tesalonicenses 2:4 que Dios “examina nuestros corazones”. El verbo “examina” está en tiempo presente. Esto implica que el proceso de aprobación es un proceso continuo del que debemos ser conscientes, que tiene lugar antes de que Dios nos confiara Sus planes y propósitos y también mientras cumplimos las responsabilidades que nos ha dado.
¿Por qué tanta prueba? Porque servimos a un Dios que ve y se preocupa por el funcionamiento interno del corazón humano (1 Samuel 16:7; 1 Crónicas 28:9; Salmo 139:23; Proverbios 17:3). Y Él necesita saber por quién late nuestro corazón en última instancia: si por las personas o por Él.
Es muy importante resolver a quién buscamos complacer en nuestra vida. Es muy importante que encontramos a Pablo abordando el tema de nuevo en su carta a los Gálatas: “Porque ¿busco ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿O me esfuerzo por agradar a los hombres? Si yo todavía estuviera tratando de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo” (Gálatas 1:10, NBLA). Esto me dice que necesitamos preguntarnos regularmente a quién estamos sirviendo con nuestras vidas. Especialmente si queremos ser personas a través de las cuales Dios actúa.
Aquello en lo que más centremos nuestra atención se convertirá en la fuerza motriz de nuestras vidas. Y hoy me detengo a preguntarme: ¿quiero caerle bien a la gente, o quiero ser obediente?
Cuanto más me concentre en tratar de averiguar cómo complacer a la gente, más se magnificará la fuerza de complacer a la gente en mi vida. Cuanto más me concentre en tratar de averiguar cómo complacer a Dios, más se magnificará la fuerza de Él en mi vida. Y más podrá usarme para los propósitos de Su Reino.
Mi enfoque. Mi elección. Dios, ayúdame a vivir en obediencia para Ti hoy.
Padre Dios, por favor ayúdame a liberar la presión que pongo en mí misma para ser todo para todos en mis relaciones. Quiero complacerte a Ti más que a nadie en mi vida. Ayúdame a ordenar mis pasos y a priorizar mi atención hacia Ti y hacia lo que Tú me estás pidiendo y llamando hoy. Ayúdame a escuchar Tu voz por encima de todas las órdenes y peticiones que me llegan. Ayúdame a practicar la gracia hacia mí misma en mis limitaciones para que pueda ver más de Tu fuerza en mí. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Colosenses 2:10a, y en él…ustedes han recibido esa plenitud. (NVI)
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