El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia. Juan 10:10 (NVI)

Hace unos meses, estaba en una playa en México, observando cómo rompían las olas del océano Pacífico. Ahora, estoy de nuevo en casa donde me aguardan pilas de ropa sucia, de vuelta donde ya no reposa el sol sobre mi cabello, no hay arena en los dedos de mis pies, tan solo manchas y pisos pegajosos y estrés y tensión.

A veces, me detengo y me quedo mirando hacia la distancia y pienso, llévame de regreso. Llévame de regreso a México, de vuelta a la vista del Pacífico justo afuera de mi ventana. Llévame de vuelta a las bellezas que palpé y saboreé. Llévame de vuelta a los paisajes bellos y las comidas sabrosas, donde la vida es todo lo que siempre soñé, y más.

Durante tres días y tres noches, había despertado al son del océano impetuoso y del cantar de las aves. Me relajaba en una cabaña con vistas al sitio donde las olas se encontraban con la arena, y me sentaba bajo una sombrilla al lado de la piscina. El viaje, este obsequio, con todos los gastos cubiertos gracias a la generosidad de otros, era un sueño hecho realidad. Era todo lo que siempre había deseado, todo lo que siempre había soñado.

Hay una canción que me encanta, “Luna y marea” de Jesús Adrián Romero, uno de mis cantantes favoritos. Fascinada por la letra y el ritmo de la canción, la dejo reproduciendo en modo de repetición en la ducha … en el auto … en la cocina mientras preparo la comida.

Hay una línea en la canción:

Tú eres el ritmo que sin falta me lleva a vivir, realmente a vivir.

Me hizo recordar el pasaje en la Biblia donde Jesús habla acerca de ovejas y pastores y de ladrones y bandidos que vienen a robar, matar y destruir. A los Fariseos, les dijo: “El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Juan 10:10).

La palabra griega perissos, como se traduce al español “en abundancia”, significa “sobreabundantemente, desmesurada, más, excesivamente”. Y esto traspasa mi corazón.

Vivir, realmente vivir, es mucho más que un viaje a la playa.

Vivir, realmente vivir, es mucho más que meros paisajes bellos y comidas sabrosas, mucho más que obtener lo que deseas y hacer realidad tus sueños más extravagantes.

Vivir, realmente vivir, es percatarse de que Jesús, nuestro Buen Pastor, es Aquel que nos mantiene seguros del enemigo que vino a robar, matar y destruir, y al mismo tiempo Él satisface nuestras almas.

En Él somos resguardados y cuidados. Él nos conduce con delicadeza mientras nos llama para encontrar pastizales, para descubrir que Él es nuestro pastor y paraíso. Vivir es estar en Él. Realmente vivir es estar con Él.

No necesitamos darle la vuelta al revés al mundo entero para encontrar seguridad, salvación y satisfacción… todo lo podemos encontrar en Jesús, Aquel que ofrece vida a través de Su vida, muerte y resurrección.

Él es nuestro pan diario (Juan 6:35). Su Espíritu es como el viento (Juan 3:8), y las estruendosas olas de las aguas le obedecen (Marcos 4:39-41). Él es majestuoso y más grandioso que cualquier vista en México, Marruecos, Maine o Montana. Nuestro Dios es el ritmo que, sin excepción, nos conduce a vivir, realmente vivir.

Padre, ayúdame a ver que Tú estás cerca. Ayúdame a ver que Tú estás aquí. Gracias por enviar a Tu Hijo para ser mi Salvador, por salvar mi vida y satisfacer mi alma. Gracias por enviar a Jesús, el Buen Pastor, para cuidar de mis necesidades y protegerme. Gracias por esta vida abundante. En el Nombre de Jesús, Amén.

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Salmos 23:1-2a, El SEÑOR es mi pastor, nada me falta; en verdes pastos me hace descansar… (NVI)

Dios es tu compañero, tu pastor, tu porción, Él es Aquel que salva y Aquel que satisface. ¿Cómo resuena esta verdad con tu alma hoy?

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© 2022 por Rachel Marie Kang. Todos los derechos reservados.

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