Señor, todo mi anhelo está delante de Ti, Y mi suspiro no te es oculto. Salmos 38:9 (NBLA)
Ella había estado bailando en la cocina antes de desaparecer. Había dado vueltas, bailando con la música mientras yo fregaba los platos del desayuno, pero cuando sus pies de 4 años se resbalaron y cayó al suelo, sus carcajadas y risas dieron paso a una ráfaga de sollozos. La princesa de las piruetas salió tambaleándose de la habitación.
Solté el trapo y me dirigí al piso de arriba. No era la primera vez que había ido en búsqueda de nuestra residente preescolar. Tampoco sería la última vez.
Esta niña preciosa había venido a vivir con mi familia durante una temporada mientras su familia estaba en crisis. Aunque había encontrado refugio debajo de nuestro techo, mis brazos no eran el lugar de consuelo que buscaba en tiempos de angustia. Así que, a menudo, eligió el aislamiento en vez de consuelo.
La encontré escondida en un rincón de su dormitorio, cubriendo su cara con sus manos, sus hombros caídos.
Me acomodé en el suelo frente a ella y hablé en voz baja: «estoy aquí». Extendí mis brazos como una invitación silenciosa para abrazarla, sin embargo, ella se alejó con gesto enojado en sus ojos.
Fue tentador sentirme frustrada, sin embargo, me vi identificada también en su postura quisquillosa y de corazón cauteloso. Después de todo, las niñas pequeñas no son las únicas que se aíslan cuando la vida duele.
Yo, también, me he sentado a solas en mi tristeza y me he desconectado de todo en mi desilusión. Generalmente, cuando me duele el corazón, soy propensa a correr lejos de Dios en lugar de correr hacía Él.
Pero últimamente, estoy descubriendo otra manera. Cuando me siento tentada a salir corriendo y esconderme, me dirijo a los Salmos en las Escrituras y dejo que las palabras de estos poetas antiguos, inspirados por el Espíritu Santo, me sirvan como una guía tierna. Y mientras sigo sus ejemplos, aprendo que no necesito mantenerme alejada del corazón de Dios a causa de mi angustia.
Lo que los salmistas sabían, incluyendo el rey David, y lo que estoy descubriendo también, es que la invitación de Dios de acercarnos a Él (Santiago 4:8) no está limitada a los momentos épicos de adoración o momentos de alabanza. Su convocatoria se mantiene incluso cuando nosotras no podemos mantenernos de pie.
La expresión del lamento de David en Salmo 38:9 me recuerda que no necesito disfrazar ni ocultar mi desesperación o tristeza — “Señor, todo mi anhelo está delante de Ti, Y mi suspiro no te es oculto”. Puedo ofrecer a Dios más que mi alabanza, también puedo ofrecerle mis heridas.
A veces, el acudir a Dios en nuestro dolor puede parecerse a garabatos vulnerables en nuestro diario. Otras veces, puede ser el nombrar nuestra desilusión o dar voz a las preguntas difíciles que la tristeza derrama. Y de vez en cuando, puede ser las lágrimas cayendo rápidamente sin palabras mientras confiamos que el Espíritu Santo dirá lo que nosotras no podemos expresar con claridad (Romanos 8:26).
No importa cómo ofrecemos nuestro lamento a Dios, cuando nos atrevemos a seguir los pasos de los dolientes y los creyentes que han vivido antes de nosotras, nos encontramos con esperanza en medio de nuestro dolor.
Y lo mejor de todo, el dolor no consigue tener la última palabra. En vez de cavar una brecha entre el corazón de Dios y el nuestro, nuestro dolor abre un camino directamente a Su presencia.
Estaba todavía sentada en el suelo, cuando la bailarina levantó su cabeza y reducíajo el espacio entre nosotras, gateando silenciosamente.
«Estoy triste y estoy enfadada», murmuró.
«Lo sé», murmuré mientras ella se subió a mi regazo y escondió su cabeza en mis brazos. Ella exhaló un suspiro de alivio y la sostuve cerca. Dios me está enseñando que es así como obra el amor cuando la vida duele.
Querido Jesús, gracias por estar atento a mis llantos y presente en mi dolor. Perdóname por todas las veces que me he distanciado y alejado de Ti cuando la vida duele. Ayúdame a confiar en Ti con mis lágrimas y acercarme a Ti en mi pena y tristeza. En el Nombre de Jesús, Amén.
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PROFUNDICEMOS
Santiago 4:8, Acérquense a Dios, y Él se acercará a ustedes. (NBLA)
Salmo 5:1, Mi rey y mi Dios, escucha con atención mis palabras; toma en cuenta mis súplicas, (TLA)
¿Normalmente, a quién acudes cuando la vida duele? ¿De qué manera puedes buscar a Dios en tu dolor? Comparte tus pensamientos en los comentarios.
© 2023 por Alicia Bruxvoort. Todos los derechos reservados.
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