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Ensartando las perlas de tu bella historia

Beth Moore 22 de febrero de 2023
… el reino de los cielos es semejante a un comerciante que buscaba perlas finas. Y habiendo encontrado una perla de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró. Mateo 13:45-46 (RVA-2015)

El recuerdo más preciado en mi joyero es un collar de perlas de mi madre. Mi padre se lo regaló en la segunda década de su matrimonio.

Imagino el momento en que ella con los ojos muy abiertos, abre una caja lujosa y encuentra dentro un collar de perlas auténticas… siempre me hace sonreír. Por un lado, era la única joya que poseía que no era bisutería, aparte de un humilde anillo de boda. En segundo lugar, mis padres tuvieron un matrimonio inestable, y aprecio los indicios de las temporadas felices.

El broche del collar es viejo y frágil, así que me da demasiado miedo usar las perlas. Aún así, a menudo las sostengo, las hago rodar con la punta de los dedos y pienso en mi mamá. Y en su mamá. Y en mis hijas. Y en las hijas de mi hija. Todas nosotras, las mujeres que hemos anhelado encontrar vidas hermosas, incluso después de que los cuentos de hadas demostraron ser fraudulentos.

Ahora las perlas están amarillentas, quizá por el paso del tiempo, pero sonrío mientras me pregunto si una mezcla de humo de cigarrillo, colonia y tinte de cabello Clairol habrá contribuido a ello. La vida tiene una forma de manchar nuestras perlas, ¿verdad?

He pasado el último año repasando mi vida. Una inclinación común de quienes alcanzan esa famosa edad de referencia de los 65 años sugiere (equivocadamente, creo yo) que a partir de aquí todo es cuesta abajo. Pero aprecio la vida y las relaciones más que nunca y me encuentro más segura y en una paz más profunda.

Las palabras de la Escritura son tan preciadas para mí después de tantos años de buscar a Dios a través de ellas, que a menudo no puedo leer mi Biblia sin que se me broten las lágrimas. Mi alma aún rebosa de vida y propósito, pero admitamos que estoy en una buena edad para orar el Salmo 90:12: “Enséñanos a contar nuestros días de tal manera que traigamos al corazón sabiduría” (RVA-2015).

Al mirar hacía atrás el año pasado, tracé una línea de tiempo desde mi fecha de nacimiento hasta el presente. Coloqué puntos en negrita donde ocurrieron los acontecimientos o temporadas más trascendentales de mi trayecto de vida, ya fueran positivos o negativos, y los etiqueté. Hasta ahora, había sido reacia a echar una mirada secuencial hacia atrás porque, en mi opinión, todo había sido un caos. Demasiado dolor y fracaso. Demasiado pecado y derrota. Demasiadas lágrimas y remordimientos.

Pero una cosa extraña se me hizo evidente: con qué frecuencia algo maravillosamente providencial vino junto a algo terriblemente doloroso. Han sucedido muchas cosas duras, pero el bien y la misericordia me han seguido todos los días de mi vida (Salmo 23:6).

Esa línea de tiempo se convirtió en una cuerda para mí, y esos puntos se convirtieron en perlas. Me di cuenta de que cada elemento, malo o bueno, había hecho que la “perla de gran valor”, como se le llama al Reino de Dios en Mateo 13:46, aumentara de valor para mí.

… el reino de los cielos es semejante a un comerciante que buscaba perlas finas. Y habiendo encontrado una perla de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró (Mateo 13:45-46).

¿Has necesitado tanto a Jesús, así como yo?

Mirando hacia atrás, ¿estaba Él ahí para ti, aunque solo lo veas en retrospectiva?

¿Esos momentos que influyeron tu vida, te hicieron ver finalmente el valor incomparable de lo único que nadie puede quitarte?

Entonces, he aquí que sí encontraste una vida hermosa, cuyo valor solo aumentará con el tiempo y la confianza. La fe es el broche en tu collar de perlas. La fe en Cristo y en Su poder para redimir tu vida evitará que esas perlas se pierdan.

Señor, concédeme ojos para ver que mi vida no es la suma de mil fragmentos al azar. Mucho antes de conocerte, Tú me conocías. Ayúdame a reconocer las perlas que solo Te han hecho más valioso para mí. En el Nombre de Jesús, Amén.

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Filipenses 1:12, Quiero que sepan, hermanos, que lo que me ha sucedido más bien ha servido para el avance del evangelio (RVC).

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