El SEÑOR está cerca de los quebrantados de corazón, y salva a los de espíritu abatido. Salmos 34:18 (NVI)

Mi relación con mi padre siempre parecía ser una obra en proceso, sin embargo, estaba emocionada por verlo.

Cada vez que mi pequeña familia de cuatro hacía el viaje de vuelta al estado donde nací, nuestro itinerario siempre incluía pasar tiempo con mi padre. Con cada visita, tenía altas expectativas de que íbamos a acercarnos más, conocernos mejor y fomentar una relación padre-hija que anhelaba tener con él.

Durante un viaje en el calor del verano, llevé mi pelo natural en un peinado afro. Era mi estilo veraniego… una solución rápida para mi pelo enrollado en la humedad de Texas. Yo pensé que me veía bien, hasta que mi padre, sin darse cuenta del efecto de sus palabras, dijo «¿cuándo te vas a arreglar el pelo?».

Tenía tantas respuestas internas dando vueltas en mi cerebro. ¿Qué? ¿Por qué tiene tanta importancia mi pelo? ¡He viajado más de 800 millas para pasar tiempo contigo y te preocupa mi pelo!

No fueron sólo las palabras que dijo, sino las palabras que nunca me dijo, que exageró el momento. Era una mujer de más de 30 años y había cosas que nunca me había dicho:

Eres hermosa.
Eres especial.
Eres amada.

Ese día, sus palabras eran un recordatorio del abismo que existía entre nosotros. Él no me entendía, ni yo a él. Éramos como desconocidos conociéndonos por primera vez. Sus palabras exasperaron la realidad de que yo tenía heridas de padre y mi corazón se rompió de nuevo.

¿Qué hacemos cuando la misma persona causa daño a nuestros corazones en el mismo lugar, varias veces? ¿Cómo se supone que sanamos de eso? Aunque acurrucarnos en posición fetal y lamear nuestras heridas pueda parecer una buena idea, estoy agradecida porque Dios ha provisto aliento que podemos extraer de las páginas de las Escrituras.

Salmos 34:18 dice, “El SEÑOR está cerca de los quebrantados de corazón, y salva a los de espíritu abatido”.

Éstas eran las palabras de David en un momento cuando él estaba huyendo del rey Saúl. Después de que David derrotara al Goliat, se le dio un alto rango en el ejército. Con el tiempo, Saúl llegó a sentir celos del éxito militar de David e intentó matarle en numerosas ocasiones.

Imagino que esta experiencia fue muy dolorosa para David. Puede que él se hubiera preguntado por qué le estaba pasando eso a él. Puede que él se hubiera preguntado qué había hecho para merecer la traición de Saúl, su rey, alguien a quien David tenía en alta estima.

Cuando David escribió las palabras del Salmo 34, estaba muy familiarizado con la tristeza abrumadora. Él entendía lo que significaba tener el corazón roto en pedazos y el espíritu abatido.

El salmo sincero y alentador de David es aplicable para cada persona que alguna vez ha estado envuelta por el peso de un corazón quebrantado. Dios está cerca. Él no está lejos, distraído, distante ni despreocupado por nuestro dolor. Cuando nos sentimos solas y aisladas, la presencia de Dios está cerca de nosotras.

Dios no solo está cerca sino también Él nos salva. Esta salvación no se limita a las iniquidades de nuestras almas, también abarca todo el dolor prolongado de nuestro corazón. Dios salva cada lugar donde nuestros espíritus son aparentemente abatidos sin posibilidad de reparación.

La salvación de Dios incluye nuestras mentes, voluntades y sentimientos. Él salva cada parte de nosotras. Cuando nuestros corazones están rotos y nuestros espíritus abatidos, Dios es nuestro libertador. Esto ha sido una verdad en mi vida y también es cierto para ti.

Nunca le dije a mi padre cómo me impactaron sus palabras ese día de verano. Simplemente, cuidé mis heridas durante mi viaje largo y me agarré firmemente de los pedazos rotos de mi corazón. Con el paso del tiempo, Dios llegó a mi encuentro en mi lugar doloroso, exactamente como lo hizo con David. Él volvió a juntar las piezas de mi corazón.

Amiga, lo más hermoso es que la cercanía del Señor y Su salvación son contínuas. Cada vez que nuestro corazón se rompe o nuestro espíritu está abatido, podemos llevar todos nuestros pedazos rotos a Él, sabiendo que Él está cerca y es poderoso para salvar.

Querido Dios, gracias por Tus promesas encontradas en Tu Palabra. Recuérdame que estás cerca cuando mi corazón está quebrantado. Ayúdame a confiar que Tú me puedes salvar cuando mi espíritu está abatido. En el Nombre de Jesús, Amén.

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Salmo 147:3, Él sana a los de corazón quebrantado y les venda las heridas. (NTV)

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