Oh Dios, tú eres mi Dios; yo te busco intensamente. Mi alma tiene sed de ti; todo mi ser te anhela, cual tierra seca, extenuada y sedienta. Salmo 63:1 (NVI)
¿Alguna vez has estado en una temporada en la cual la lectura de la Biblia solo parece rutinaria?
¿Sin inspiración, sin motivación... y tal vez te sientes un poco culpable por sentirte así?
Incluso como maestra de la Biblia, tengo días en los que mi tiempo devocional con Dios se siente más rutinario que lleno de revelaciones.
Pasar tiempo a solas con Dios es algo bueno. La oración y la lectura de la Biblia son disciplinas espirituales que quiero entretejer en mi vida todos los días. Pero me doy cuenta de que incluso las cosas buenas deben modificarse a veces.
De lo contrario, podría empezar a ver mi tiempo con Dios como menos importante. Se convierte en la segunda o tercera cosa que hago. Después de otras cosas. Cosas aparentemente más apremiantes. Antes de darme cuenta, han pasado días desde que me conecté privada y personalmente con Dios y Su Verdad.
Y entonces mi alma se siente desequilibrada y cansada. Como el tiempo entre el desayuno y el almuerzo cuando a mi estómago se le niega la comida y la desesperación comienza a apoderarse de otras partes de mi cuerpo. Eso también pasa con el alma hambrienta.
Las señales de alerta del hambre estomacal son mucho más evidentes. Mi cerebro rápidamente me recuerda: «¡te sientes fatal porque es la hora del almuerzo y necesitas comida!» Pero a veces mi cerebro no es tan rápido para captar el hambre del alma.
Así que sigo avanzando pero me pregunto: ¿qué me sucede? Pienso en una lista de razones: estoy cansada, no me he divertido lo suficiente, el clima ha estado desagradable o mis hormonas deben estar alteradas. Y algunas de esas cosas pueden ser ciertas, pero no es por eso que mi alma está agotada.
Necesito más tiempo con Dios. Y no solo más tiempo devocional. Necesito invertir más tiempo en escucharle. Como lo necesitaba el escritor del Salmo 63:1 cuando dijo, “Oh Dios, tú eres mi Dios; yo te busco intensamente. Mi alma tiene sed de ti; todo mi ser te anhela, cual tierra seca, extenuada y sedienta”.
Recientemente, mientras me sentaba con Dios con nada más que la voluntad de escuchar, me vinieron a la mente algunas ideas frescas y quiero compartirlas contigo. A continuación hay tres formas en que estoy escuchando a Dios:
- Entregándole mis primeros pensamientos a Dios al dedicarle los primeros cinco minutos de cada día.
Leo versículos de la Biblia o mi devocional matutino antes de revisar cualquier otra cosa en mi teléfono. Le pido a Dios que me ayude a aplicar en mi vida lo que estoy leyendo ese día. Adoro. Escucho.
- Leyendo algo de alguien a quien admiro y en quien confío.
Tomo un libro basado en la Biblia escrito por alguien a quien admiro y aprendo de su sabiduría dada por Dios. En este momento, hay un libro que estoy leyendo que es gracioso y sensato a la vez. Me hace sentir que este escritor me entiende. Entiende mis problemas y ofrece consejos en los que sé que puedo confiar. Y escucho.
- Recordando la fidelidad de Dios al leer mis diarios del pasado, recordando oraciones contestadas o incluso haciendo una pausa de 60 segundos.
En lugar de tratar de predecir el futuro, puedo rastrear la fidelidad de Dios en mi pasado. Él fue fiel entonces. Él será fiel ahora. Puedo inhalar Sus promesas para hoy. Sacudirme de la ansiedad. Y llenarme con una certeza más profunda de Su presencia. Escucho.
Tal vez pienses que todo esto todavía suena como un momento de quietud con Dios, pero para mí es diferente. Es tiempo invertido en escuchar. Un momento para sacudir un poco las cosas y salir de mi rutina normal. Un tiempo para escuchar a Dios hablar. Y Él sí habla, a través de Su libro de sabiduría, a través de personas que admiro y en las que confío, y a través de Su propio carácter fiel.
¿Y esta mañana? Mi alma sintió esa sensación de plenitud emocionante y reconfortante. Completa, satisfecha, profundamente nutrida.
Amigas, el tiempo dedicado a la Palabra de Dios nunca es en vano.
Querido Señor, mi deseo más profundo es desarrollar una relación más fuerte contigo. Ayúdame a salir de cualquier rutina en la que me encuentre para poder conectarme contigo y escucharte hablar. Quiero que mi fe sea lo más revitalizante y energizante de mi vida. Cultiva en mí un corazón que anhele pasar tiempo en Tu Palabra. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Hebreos 4:12, Ciertamente, la palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón. (NVI)
Al ver cómo este versículo describe la Biblia como “viva y poderosa”, ¿cómo podría eso cambiar tu perspectiva la próxima vez que comiences tu tiempo devocional? ¡Cuéntanos en los comentarios!
© 2023 por Lysa TerKeurst. Todos los derechos reservados.
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