Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de ustedes. 1 Pedro 5:7 (NVI)
Me crié en una casa dúplex de 74 metros cuadrados en una intersección muy concurrida en Silicon Valley, California. Al ser la hija mayor en una familia de padres divorciados, yo era la responsable que no quería causar problema alguno. Debido a que estaba ocupada asegurándome que todos los demás estuvieran bien, era más fácil ignorar mi corazón y poner a un lado mis necesidades.
Me sentía invisible porque no tenía a alguien con quien compartir mis preocupaciones y aflicciones.
¿Acaso tú también, tiendes a priorizar las necesidades de los demás pero descuidas tu propio bienestar? ¿Piensas que eres la única responsable de recoger las piezas y cargar al hombro las preocupaciones de la gente a tu alrededor?
Si te identificas con eso, eres como yo, ¡y como la mayoría de las mujeres! Los estudios muestran que las mujeres sufrimos de agotamiento más que los hombres. Ser extremadamente responsables nos deja exhaustas con preocupaciones.
Pero para mí, en el quinto grado, Dios usó una experiencia para hacerme saber que Él se preocupaba por mí y que mis preocupaciones no eran invisibles para Él: fui a mi primera caminata en la naturaleza, en el campamento de verano, ¡en las montañas! Bajando del autobús, observé los árboles secuoya y me sentí en paz. Hasta el aire olía diferente. Yo podía respirar.
Nuestros consejeros en el campamento nos dijeron que el gran evento era la caminata de noche. Nos reunimos en el punto de partida después de la puesta de sol, emocionados. Pero todos nos quedamos en silencio como piedras cuando supimos que estaríamos haciendo la caminata solos, en la oscuridad. Los consejeros nos mandaron a cada uno de nosotros solos por el camino, separados por cinco minutos, porque querían que experimentáramos la belleza silenciosa de una caminata a la luz de la luna y ver las estrellas hermosas brillando, lejos del reflejo de la contaminación luminosa de la ciudad.
Nos dijeron que teníamos que caminar en silencio, pero que si nos asustábamos, sólo necesitábamos llamarles. Los consejeros del campamento estaban posicionados en varios puntos a lo largo del camino listos para ayudarnos si los necesitábamos.
Esa noche fue extraordinariamente bella. El follaje se sentía como una alfombra suave bajo mis pies. Yo no tenía miedo. Las estrellas destellaban arriba.
Entre más me adentraba en el camino, sucedió algo hermoso e inesperado: ¡empecé a ver en la oscuridad! Y me di cuenta que cuando sabía que alguien estaba ahí para ayudarme, ya no me sentía agobiada o sola.
Me recuerda lo que el salmista David le susurró a Dios:
“… si tendiera mi lecho en el fondo del abismo, también estás allí” (Salmo 139:8, NVI).
“…¡me sostendría tu mano derecha!” (Salmo 139:10, NVI).
“ni las tinieblas serían oscuras para ti, y aun la noche sería clara como el día. ¡Lo mismo son para ti las tinieblas que la luz!” (Salmo 139:12, NVI).
La experiencia de caminar en la oscuridad me ayudó a aprender que cuando no podemos ver lo que está delante de nosotras y nos sentimos asustadas, el amor de Dios puede iluminar el camino. El amor de Dios es como una luz en la oscuridad que nos ayuda a sentirnos reconfortadas, calmadas, y ya no más agobiadas por nuestras preocupaciones.
Nada en la vida, ni el estŕés, la confusión o problemas agobiantes, puede mantener la bondad de Dios lejos de nosotras. Dios nos puede ver en la oscuridad, y Su voz es nuestra luz. La voz de amor de Dios susurra: Acércate a mí. Déjame amarte. Descansa en Mí. Mientras escuchamos a Dios, nuestros ojos espirituales se ajustan, y empezamos a ver la belleza del camino en el que estamos.
¿Luce oscuro y agobiante el camino delante de ti? El amor de Dios y Su Palabra pueden iluminar nuestro camino. El Dios que te ama no sólo conoce el camino sino que conoce íntimamente tu camino.
Una forma práctica para iluminar la oscuridad es inhalar el amor de Dios y exhalar nuestras preocupaciones hacia Él usando este consejo para cuidar nuestra alma: escribe intencionalmente las promesas de Dios en las Escrituras. Su Palabra es una lámpara para nuestros pies y una luz en nuestro camino (Salmo 119:105). Y entonces usa las Escrituras para decir una “oración de respiración”, una simple forma de orar usando el ritmo natural de tu respiración y la Palabra de Dios. Las oraciones de respiración oxigenarán tu alma con la paz de Dios y restaurarán la calma.
Dale a Jesús tus problemas al pronunciar esta oración de respiración que viene de 1 Pedro 5:7, “Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de ustedes”.
Inhala: deposito mi ansiedad en Ti.
Exhala: porque Tú cuidas de mí.
Con cada respiración que tomes, nombra cada preocupación para dársela a Dios en oración.
Gracias, Jesús, por caminar conmigo, aún en la oscuridad. Dame ojos para verte ahora. Ayúdame a inhalar Tu paz amorosa hoy. En el Nombre de Jesús, Amén.
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