Devocionales

¿Y si la persona a la que me cuesta perdonar soy yo?

Lysa TerKeurst 20 de abril de 2023
Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad. Me dije: «Voy a confesar mis transgresiones al SEÑOR», y tú perdonaste mi maldad y mi pecado. Salmo 32:5 (NVI)

¿Alguna vez has sentido que la persona más difícil de perdonar eres tú misma?

Te entiendo. Profundamente. Cómo me gustaría que estuviéramos sentadas juntas conversando ahora, en lugar de que solo estés leyendo estas palabras en una pantalla. Pero mientras lees, me encantaría compartir mi historia contigo…

Cuando tenía poco más de 20 años, tomé una decisión que, con todo lo que había en mí, he deseado una y otras vez poder volver atrás y cambiar. Tuve un aborto. Saber que no se podía hacer nada para revertir esa decisión me llenaba de la más profunda desesperación. Después, cada vez que escuchaba a otros hablar duramente sobre el aborto, me llenaba de vergüenza. Se sentía como una condena perpetua de la que nunca me sanaría.

Decía: «no puedo perdonarme a mí misma». Lo que quise decir fue: «no creo que el perdón sea posible para una persona como yo. Y no creo que alguna vez me libere de la vergüenza de lo que he hecho».

Tal vez aquí es donde te encuentras ahora mismo, luchando por superar los sentimientos de vergüenza y remordimiento de las elecciones que desearías poder volver atrás y cambiar.

Es por eso que siento que es importante compartir contigo lo que he aprendido. Cuando investigué el concepto de perdonarnos a nosotras mismas, me sorprendió un poco descubrir que no está en la Biblia. Empecé a darme cuenta de que así como no podemos lograr la salvación sin Dios, no podemos perdonarnos a nosotras mismas. El perdón comienza con Dios.

Como no somos el juez, no podemos perdonarnos a nosotras mismas. Entonces, cuando sentimos que estamos luchando por perdonarnos a nosotras mismas, lo que realmente está sucediendo es una lucha por recibir plenamente el perdón de Dios.

Jesús dio Su propia vida para perdonar nuestros pecados, lo cual no es solo una parte de la fe cristiana... El perdón es la piedra angular de la fe cristiana. El perdón de nuestros pecados no es solo una esperanza que tenemos; es la mayor realidad para quienes eligen recibir la salvación al aceptar a Jesús como el Señor de sus vidas.

A menudo, lo que nos impide caminar como personas perdonadas es la lucha con los sentimientos de vergüenza y remordimiento. Estas son cargas muy pesadas de llevar. En mi propia vida, he llevado muchas cargas. Pero el peso de la vergüenza es definitivamente el más pesado que he conocido.

Es una carga que Dios no quiere que ninguna de nosotras lleve. Y estoy muy agradecida por estas tres cosas que finalmente me ayudaron a recibir completamente Su perdón y a salir del peso condenatorio de la vergüenza:

1. Necesitaba tener un momento marcado de confesión, arrepentimiento y pedir perdón a Dios.
El Salmo 32:5 dice: Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad. Me dije: «Voy a confesar mis transgresiones al Señor», y tú perdonaste mi maldad y mi pecado. No podía hacer esto sola, porque quería a alguien, un testigo, que pudiera recordarme para siempre que había pedido el perdón de Dios y, por lo tanto, fui perdonada. También pronuncié en voz alta que recibí el perdón de Dios, para poder tener un recuerdo definitivo de haber reconocido Su don de misericordia.

2. Tuve que recordar que la vergüenza y la acusación vienen del enemigo.
Satanás hará todo lo posible para tratar de evitar que compartamos un testimonio del perdón y la redención de Jesús. Y al enemigo le encanta tener a la gente como rehén de la vergüenza al mantener oculto en la oscuridad lo que hicieron. Estaba aterrorizada de decirle a la gente lo que había hecho. Pero le dije a Dios que compartiría mi historia si alguna vez me encontraba con una niña en peligro de tomar la misma decisión desinformada que yo. Cuando finalmente dejé que Dios usara mi dolorosa elección para bien, comencé a ver destellos de redención. Ver a Dios tomar lo que el enemigo pretendía para tanto mal y usarlo para el bien no me quitó el dolor, pero comenzó a sanar mi vergüenza.

3. Permito que mi experiencia haga que mi corazón sea tierno y compasivo.
Saber cómo se siente cometer un error nos da más compasión cuando otros cometen errores. Esto no es excusar un comportamiento imprudente en nombre de la compasión. Pero al mismo tiempo, tener una actitud de compasión nos ayuda a no avergonzar a los demás. No quiero que otro ser humano cargue nunca con el horrible peso de la vergüenza, y probablemente no sería tan sensible con los demás como lo soy ahora si nunca hubiera llevado ese peso yo misma.

La vergüenza no es de Dios, y Él no condena a los que se arrepienten del pecado. Confiesa lo que has hecho. Pide el perdón de Dios. Recibe Su perdón. Y luego camina en Su libertad. Puedes vivir el mayor testimonio de la verdad... el testimonio de la redención.

Padre Dios, estoy tan agradecida de que el perdón no sea algo que deba ganar o lograr. Es un regalo de gracia que puedo recibir. Gracias porque la sangre de Jesús fue suficiente para pagar por mi pecado. Ayúdame a recibir todo lo que me estás ofreciendo. En el Nombre de Jesús, Amén.

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PROFUNDICEMOS

1 Juan 1:9, Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad. (NBLA)

Amiga, cuando leas estas palabras hoy, ¡dale gracias a Dios por el regalo gratis del perdón! En los comentarios, déjanos saber por qué estás agradecida por el perdón de Dios en tu vida.

© 2023 por Lysa TerKeurst. Todos los derechos reservados.


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