El SEÑOR es mi fuerza y mi escudo; En Él confía mi corazón, y soy socorrido; Por tanto, mi corazón se regocija, Y le daré gracias con mi cántico. Salmo 28:7 (NBLA)
Después de un largo invierno en Wisconsin, finalmente estamos viendo indicios de primavera. Ramas con los brotes más diminutos, un viento más cálido que no está mezclado con hielo que azota el rostro. Y lento pero seguro, un sol que permanece en el cielo más y más tarde hasta las primeras horas del atardecer.
Pero ay, cómo luchamos contra la oscuridad y la monotonía de los meses que nos encerraron dentro de nuestros hogares mientras nos acurrucábamos debajo de las capas y que nos dejaron fatigadas con la añoranza de los días en que podíamos llenar nuestros pulmones de frescura. Estoy exhausta, especialmente luego de pasar por temporadas de ansiedad y depresión agotadoras, mientras me recuperaba de las secuelas de un año difícil de problemas de salud para mi esposo y para mí.
Este mundo puede hacerme sentir débil. ¿Y tú? Desde las demandas constantes de la vida familiar y el cuidado de los demás, hasta escuchar tragedia tras tragedia en las noticias. Es demasiado para nuestros corazones cansados. Si eres como yo, a veces no estás segura de que puedas dar un paso más; tu fe se siente tan frágil cuando toda tu energía se ve agotada simplemente para llegar al final del día.
El enemigo hace todo lo posible para mantenernos deprimidas, y el desánimo y la distracción nos atacan desde todos los ángulos. A medida que el flujo constante de pruebas inunda nuestros corazones, quedamos expuestas y desgastadas, con una necesidad desesperada de un alivio.
Pero Dios sabía que enfrentaríamos la adversidad, ese invierno inflexible de nuestros corazones. Así que Él nos ha dado tácticas y herramientas para recordar quién es Él e invocarlo para que venga a la batalla.
El Salmo 7:10 nos recuerda que Dios es nuestro escudo, entre muchas otras cosas, “Mi escudo está en Dios, que salva a los de corazón recto” (NVI).
Impenetrable. Fuerte. Resiliente. Dios nunca se fatiga y nunca se cansa de venir a rescatarnos. De hecho, Él se deleita en ello.
Dios pelea por nosotras cuando confiamos en Él (Deuteronomio 3:22). Entonces, mientras Él pelea por nosotras, nuestra arma principal es nuestro escudo de la fe en Él (Efesios 6:16).
La función de un escudo es evitar que el enemigo nos alcance. Se interpone entre nosotras y nuestro adversario. Porque el Señor es nuestro escudo, Él nos protege de las mentiras y ataques del enemigo. Con el Señor obrando por nosotras y Su Verdad y bandera firmes, nada puede herirnos que Él no pueda sanar. Él es nuestra mano firme y nuestra ayuda segura en momentos de angustia. Él nos da la gracia para soportar la batalla y nos ofrece la esperanza de una victoria duradera. El SEÑOR es mi fuerza y mi escudo; En Él confía mi corazón, y soy socorrido; Por tanto, mi corazón se regocija, Y le daré gracias con mi cántico (Salmo 28:7).
Pero también tenemos un papel en esto. Es una sociedad combinada; luchamos junto a Dios. Él hace la gran obra de pelear por nosotras y ofrecernos protección, y nosotras tenemos la tarea de levantar ese escudo de la fe sobre nuestra mente, nuestro corazón y nuestro cuerpo. Nos aferramos a Su Palabra, recordándonos quién es Dios: Torre Fuerte, Refugio, Redentor, Pastor, Libertador, Defensor. Y nos repetimos la Verdad a nosotras mismas una y otra vez a lo largo del día, incluso durante la noche.
Dios nos ha equipado con cada pieza de armadura y la Verdad que necesitamos cuando el diálogo interno negativo aparece en voz alta y el golpe inesperado de las malas noticias amenaza con hundirnos. Cuanto más ejercitamos nuestra fe, más comenzamos a desarrollar nuestra fuerza y nos mantenemos firmes contra las artimañas del enemigo y el caos del mundo.
Querida amiga agotada, hermana guerrera, saca tu escudo. Levántalo frente a tu mente y corazón. Manténlo en alto para siempre.
Padre, me siento tan débil. Mi corazón se siente golpeado, y mientras llega la primavera, la renovación todavía se siente tan lejana en mí. Estoy cansada. Mi fe es tierna. ¿Me ayudarías a levantar y mantener mi escudo de la fe? ¿Serías mi escudo de protección, mi defensor, el que pelea mi batalla? Gracias porque eres poderoso y constante y porque amas proteger a Tus hijos. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Romanos 8:31, Entonces, ¿qué diremos a esto? Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros? (NBLA)
¿Cómo cambia la forma en que abordas tu batalla actual el saber que Dios está a favor de ti?
Haz una lista de los atributos de Dios y repítelos cada vez que te sientas cansada o temerosa. Esto te ayudará a mantener en alto tu escudo de la fe.
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