Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo». Y llamaron al ciego, diciéndole: «¡Anímate! Levántate, que te llama». Marcos 10:49 (NBLA)
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Metí la pata. Palabras rápidas e imprudentes salieron de mi boca y lastimaron a mi hija.
Podía verlo reflejado en todo su rostro. Sus hombros se agacharon, su rostro se entristeció y sus ojos se llenaron de lágrimas. Me sentí avergonzada por dentro y suspiré, sintiéndome decepcionada conmigo misma. Mi hija estaba herida y me sentía como una madre fracasada.
Comencé a condenarme a mí misma... pero entonces recordé cómo Jesús manejó una situación similar. El final de Marcos 10 cuenta la historia de Bartimeo, un hombre ciego que se sentaba junto al camino pidiendo ayuda a los transeúntes. Jesús caminaba por el camino con una multitud de personas cuando Bartimeo escuchó que Jesús pasaba por allí.
Bartimeo clamó, «¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!» (Marcos 10:47, NBLA).
La multitud de personas que iban con Jesús reaccionó acallando a Bartimeo, ¡diciéndole firmemente que se callara! Pero Jesús dejó de caminar. Él escuchó el alboroto, escuchó los gritos de Bartimeo pidiendo misericordia y también escuchó la respuesta desagradable de la multitud.
Es la respuesta de Jesús hacia la multitud poco compasiva lo que me conmueve: Jesús les dijo, “«Llámenlo»” (Marcos 10:49).
Con una palabra, Jesús ofreció gracia. Jesús podría haber caminado hacia Bartimeo o reprendido a la multitud por su respuesta despiadada hacia alguien en necesidad. En cambio, Jesús, en Su sabiduría y amor, no los regañó sino que les dio lo que más necesitaban: una experiencia de gracia en lugar de condenación, una oportunidad para intentar de nuevo el mostrar amor hacia su prójimo. Con estas simples palabras, Jesús ofreció el regalo lleno de gracia de una segunda oportunidad.
¡Observa la transformación de actitud de la multitud cuando se les ofreció la oportunidad de intentarlo de nuevo! Las mismas personas que trataron de manera insensible de silenciar las súplicas de Bartimeo ahora le dijeron: “«¡Anímate! Levántate, que te llama»” (Marcos 10:49). Las palabras que habló la multitud esta vez fueron alentadoras y de ayuda, entregando el mensaje más dulce: Jesús te está llamando.
Si hubieran logrado callarlo, la respuesta inicial de la multitud podría haber mantenido a Bartimeo en una vida de ceguera. Aceptar la segunda oportunidad llena de gracia de Jesús les permitió llevar a un ciego a Jesús. A un milagro. A una nueva vida.
¿Qué podría significar si estuvieras dispuesta a aceptar el regalo lleno de gracia de una segunda oportunidad? ¿Qué sanidad podría traer a tu corazón o al de otra persona?
Amiga, en lugar de reprendernos a nosotras mismas por nuestros errores, recordemos que Jesús no regañó a la multitud, les ofreció gracia. Él hace lo mismo por nosotras. Él nos ama y dulcemente nos invita a nuevamente intentar ofrecer amor los unos a los otros.
Supe al instante que mis palabras hacia mi hija fueron poco amables e indiferentes. Así que acepté el regalo lleno de gracia de Jesús de una segunda oportunidad. Fui hacia ella y me disculpé por lo que le había dicho. Le dije lo que debería haber dicho en primer lugar, palabras para cuidar su corazón, edificarla y mostrarle amor.
Una segunda oportunidad es un regalo lleno de gracia de parte de Jesús.
Dios, Tú primero nos diste gracia. Ayúdanos a aceptar esta gracia, a caminar diariamente en esta gracia y a extender esta gracia a otros mientras continúas transformando nuestras vidas a la semejanza de Jesús. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Colosenses 3:8-10, Pero ahora desechen también todo esto: ira, enojo, malicia, insultos, lenguaje ofensivo de su boca. Dejen de mentirse los unos a los otros, puesto que han desechado al viejo hombre con sus malos hábitos, y se han vestido del nuevo hombre, el cual se va renovando hacia un verdadero conocimiento, conforme a la imagen de Aquel que lo creó. (NBLA)
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