Pues Dios no nos ha dado un espíritu de temor y timidez sino de poder, amor y autodisciplina. 2 Timoteo 1:7 (NTV)
La conversación iba bien. Riéndonos. Bromeando. Haciendo planes para unas vacaciones. Simplemente pasándolo bien … hasta que dejó de ser divertido.
Dije algo en forma de broma, pero mi amiga no lo entendió así y la situación cambió por completo. Mi amiga respondió con una ira instantánea y molestia que me pilló desprevenida, y sentí que me había malinterpretado. Además, mi amiga dijo algunos comentarios hirientes y se fue.
Instantáneamente, me descompuse y se levantaron mis muros de defensa, lo cual se ha convertido en mi reacción involuntaria a situaciones de este tipo. La ansiedad se apareció, se desplomaron mis pensamientos y unas visiones de recuerdos recurrentes del pasado pasaron ante mis ojos como si estuviera pasando de verdad, como si estuviera reviviendo los eventos traumáticos de nuevo. El dolor y las emociones que habitualmente había sentido en el pasado, de circunstancias similares con otra persona, se sintieron igual de dolorosas en el presente momento.
Justo cuando pensaba que estaba bien… algo desencadenó un recuerdo pasado de un trauma que ocurrió en mi vida. Se derrumbaron sentimientos, se reavivaron los temores y se levantaron los muros.
Los desencadenantes de las heridas emocionales son reales. Nos dejan sintiéndonos vulnerables, inseguras, incapaces de confiar en los demás y a veces incapaces de seguir adelante con paz, gozo y un estado mental sano. El miedo se filtra en nuestras almas y puede ser difícil deshacernos de ello.
Aunque la Biblia no habla específicamente de la frase “los desencadenantes emocionales”, podemos aún recolectar mucha sabiduría y consuelo de muchos pasajes en las Escrituras mientras sanamos y salimos adelante. El versículo clave es simplemente uno de estos pasajes. La segunda carta a Timoteo 1:7 dice: “Pues Dios no nos ha dado un espíritu de temor y timidez sino de poder, amor y autodisciplina”.
La Palabra de Dios nos dice un sinfín de veces que no temamos porque Él nos tiene cubiertas (Isaías 41:10). Tenemos el poder, por medio de Él, de dominar nuestros sentimientos, aunque no siempre resulte fácil (Proverbios 16:32).
La Palabra de Dios nos ayuda también a encontrar libertad de nuestros pensamientos, capturándolos, entregándolos para ser cambiados (2 Corintios 10:5). Su consuelo puede calmar nuestras emociones mientras respiramos Su amor (2 Corintios 1:4).
Mientras dejamos nuestras cargas a Sus pies, Él abre paso a la paz en nuestros corazones (Mateo 11:28). Podemos aprender a poner en práctica el perdón hacia aquellos que nos han lastimado y soltar la esclavitud de las memorias traumáticas y de la ira (Efesios 4:31).
Podemos descansar confiando en Dios, creyendo que Él tiene nuestro pasado y nuestro futuro en Sus manos por el amor que Él tiene para nosotras (Jeremías 29:11). Podemos tener fe que venceremos la adversidad en Su fuerza y poder, como David, Pedro, Pablo y hasta Jesús hicieron en las Escrituras (2 Corintios 4:8-9).
Dios puede usar todas estas verdades y prácticas bíblicas para sanarnos gradualmente desde dentro hacia afuera, junto a las bendiciones que Él nos da como la terapia, consejería y la medicación si fuera necesario.
Con los años, he aprendido finalmente que el abuso mental y emocional narcisista que padecí durante mi matrimonio dejó cicatrices en mi corazón que pueden ser abiertas demasiado fácilmente. Y cuando esto pasa, solo agrava experiencias traumáticas previas en la vida, donde las cicatrices emocionales son profundas. Sin embargo, si recuerdo las innumerables verdades y promesas santas tejidas en la Palabra de Dios, puedo aprender a ver la vida a través de Su perspectiva en lugar de la mía … y tú puedes hacer lo mismo.
Muchas personas sufren desencadenantes de cualquier forma de trauma emocional, mental o físico todos los días, tal vez tú también. Pero, a pesar de lo que te haya causado tus heridas, la sanidad es posible para cada creyente con la ayuda de Dios. Hay muchas maneras de ser sanado muy beneficiosas que provee la medicina moderna, sin embargo, nuestra fe es la base fundamental que nos hará vencer.
Gracias a nuestro Señor, no tenemos que dejar que los temores, el dolor del pasado ni los desencadenantes presentes dicten quienes somos o si estamos contentas o no. No deben tener el control sobre nosotras si colocamos a Dios al control.
La sanación es un proceso, no un destino, y Dios estará con nosotras cada paso del camino.
Querido Señor, es desgarrador sufrir la angustia mental de las cicatrices emocionales que sienten que no pueden ser sanadas. Por favor, derrama Tu amor misericordioso y paz al corazón de la persona que intenta manejar este dolor invisible, y alivia cada alma lastimada con el poder sanador de Tu amor. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Jeremías 30:17a, Pero yo te restauraré y sanaré tus heridas ─afirma el SEÑOR… (NVI)
Salmo 91:4, Con sus plumas te cubrirá y con sus alas te dará refugio. Sus fieles promesas son tu armadura y tu protección. (NTV)
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