Aconteció en aquellos días, que Jesús salió al monte para orar y pasó toda la noche en oración a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y de ellos escogió a doce a quienes también llamó apóstoles: Lucas 6:12-13 (RVA-2015)
Tomé mi bicicleta de montaña cubierta de polvo y telarañas y me aventuré por los senderos, sintiéndome como niña otra vez.
¿Por qué me tambaleo tanto? ¿Acaso se me olvidó cómo hacer los cambios? Aparentemente, así parecía. El sendero tenía varios kilómetros, y aunque hacía tiempo que mis piernas no recorrían esos caminos, reuní el valor suficiente para empezar a pedalear. Decidida a ser valiente, sabía que el equilibrio llegaría en cuanto empezara a moverme.
Encontrar el equilibrio en nuestra vida cotidiana no siempre es fácil. Hacemos malabarismos con muchas cosas: familia, trabajo, amistades, ministerio, aficiones, tareas. Con tantas cosas que exigen nuestra atención, a veces la diversión y aventura se olvidan y acumulan polvo porque estamos intentando hacer todo lo demás. Antes de que nos demos cuenta, podemos sentirnos abrumadas y desequilibradas.
Puedo encontrarme rápidamente sin balance cuando no me detengo a orar, y en cambio sigo diciendo «sí» a tantas cosas cuando sé que debería decir «no».
Tal vez tengas que llevar a los niños a actividades extracurriculares, hacer frente a la pila interminable de proyectos de trabajo, o cuidar de un padre anciano en una nueva etapa de su vida. Parece que nunca encuentras tiempo para recobrar el aliento. Tal vez te antepongas a todos y a todo porque te parece egoísta dedicar tiempo para ti misma.
Pero, ¿y si fuéramos lo bastante valientes para elegir el equilibrio?
La verdad es que creo que todas somos valientes. Incluso si estamos un poco temblorosas, como yo al subirme a mi bicicleta de montaña, a medida que avanzamos con Jesús, encontraremos el ritmo y el equilibrio adecuados.
Aconteció en aquellos días, que Jesús salió al monte para orar y pasó toda la noche en oración a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y de ellos escogió a doce a quienes también llamó apóstoles (Lucas 6:12-13).
Jesús sabía mantener el equilibrio. Dejando todo a un lado, sabía cuándo descansar. Comprendía la necesidad de alejarse y pasar tiempo a solas con su Padre. Y después de descansar, continuaba con Su trabajo, sintiéndose renovado. El viaje de Jesús a la montaña para orar, lo cual fijó Su prioridad del día siguiente para elegir a Sus apóstoles, es una hermosa imagen de equilibrio.
Me imagino a mí misma intentando pedalear por la ladera de esa montaña para llegar hasta Jesús. Mientras recupero el aliento, le imagino diciendo: «siéntate y descansa un rato». Y una vez descansada, puedo encontrar claridad sobre a lo que debo decir «sí» y cuándo decir «no».
Encontrar el equilibrio no consiste en alcanzar la perfección y tachar todo de nuestras listas. En cambio, encontramos el equilibrio cuando somos lo bastante valientes para decir un «no» necesario.
Equilibrio es acoger nuevas temporadas.
Equilibrio es elegir desempolvar y seguir con valentía esos sueños enterrados.
Equilibrio es ir a la montaña a orar.
A veces, lo más valiente que podemos hacer para encontrar el equilibrio en la vida es decidir hacer una pausa. Hacer una pausa para orar. Hacer una pausa para descansar, como Jesús.
Dios, que podamos hacer una pausa para descansar en Ti. Cuando nuestras vidas se sientan desequilibradas, que tengamos el valor de alejarnos para buscarte en oración de todo corazón. En Ti, encontramos el verdadero descanso. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Mateo 11:28-30, »Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados; yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus almas. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana». (NVI)
¿Cuál es la situación que desequilibra tu vida y que puedes soltar para que puedas descansar mejor? ¡Nos encantaría saber en los comentarios!
© 2023 por Melanie Connatser. Todos los derechos reservados.
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