Devocionales

La sala de espera redentora

Carole Holiday 19 de septiembre de 2023
Entonces les dijo: «Mi alma está muy afligida, hasta el punto de la muerte; quédense aquí y velen junto a Mí». Mateo 26:38 (NBLA)

Hubo un momento… bueno, en verdad, tal vez unos cuantos millones de momentos … cuando una serie de pérdidas me llevaron a la desesperación y me perdí a mí misma. Dentro de una profunda oscuridad, no podía sentir mi cara ni ver los dedos de mis pies. No podía encontrarme en ningún lado.

Después de que el único hombre al que había amado me dejó, me despidieron del trabajo y enfrenté una devastación financiera que me llevó a la bancarrota. Acompañado por un corazón dañado que no latía tan bien, perdí a mi mejor amiga a causa del cáncer mientras la cuidaba en la gran cama de hospital en la sala de estar de la pequeña casa en la Calle Wilson hasta que mi dolor alcanzó una oleada y me llevó lejos en su corriente.

Fue entonces cuando me pregunté qué diría Jesús, tanto Dios como hombre, a quien había seguido desde que era niña, sobre todo esto.

¿Cómo habló Jesús sobre la tristeza y el duelo? ¿Fueron Sus palabras destinadas a algún personaje antiguo en una duna del desierto en otra parte del mundo, o podrían reparar a la niña, ahora adulta, con las rodillas raspadas y el corazón herido? ¿Podrían Sus palabras sanarme a mí, la mujer que estaba demasiado enferma para alcanzar por sí misma, Su manto de sanidad?

Dos cosas me vienen a la mente cuando me hago esas preguntas.

En primer lugar, el dolor y sus tentáculos pegajosos de desesperación permanecen atemporales.

Las emociones humanas que nuestro Señor Jesús experimentó en el primer siglo pueden ser entendidas por nosotras en el siglo XXI. Cuando leo que Jesús dijo “«Mi alma está muy afligida, hasta el punto de la muerte…»” (Mateo 26:38), puedo confiar en que cuando estoy acostada en la alfombra de mi armario, aplastada por el peso de una desesperación inimaginable, Él sabe perfectamente cómo me siento.

En segundo lugar, Jesús siempre reconoce la presencia del dolor: nunca lo desestima, ni lo ignora, ni tampoco lo trata de disimular.

Lamentó las desilusiones en las relaciones que contribuyeron a Su propio dolor: “«¿Conque no pudieron velar una hora junto a Mí?” (Mateo 26:40b, NBLA). Se desahogó sobre las oportunidades perdidas: “»¡Jerusalén, Jerusalén … cuántas veces quise reunir a tus hijos …” (Mateo 23:37, NVI). Y lloró por los sufrimientos terrenales: “Jesús lloró” (Juan 11:35, NVI).

Jesús nunca ocultó Su dolor, y nunca se esconde del nuestro.

Entonces, como cristiana, ¿cómo es diferente el dolor?

Creemos que nuestras historias tristes están siendo redimidas. Eso es esperanza.

Desde las primeras páginas de las Escrituras hasta sus palabras finales, la historia de Dios ha sido sobre la redención.

En Jeremías 29, el profeta Jeremías se dirigía al pueblo exiliado de Dios en Babilonia. No era su hogar, pero Dios anunció a través de Jeremías que debían permanecer en esta tierra extranjera durante 70 años. Luego vino la seguridad de la redención en Jeremías 29:11-13, en la promesa de que aquellos que buscaban a Dios con todo su corazón lo encontrarían sin importar sus remordimientos o fracasos pasados. Devolvería a los exiliados a su hogar.

Dios nunca pretende que tu angustia sea el final de la historia. Situado entre el dolor y la solución está el intermedio, la sala de espera redentora. Es por eso que, para los creyentes en Jesús, la amargura no permanece en la lengua para cancelar la dulzura venidera.

Jesús gritó esta verdad en Sus bienaventuranzas (“»Bienaventurados los que lloran” [Mateo 5:4, NBLA]) y lo susurró en la cruz con Su aliento fallido (“hoy estarás conmigo en el paraíso” [Lucas 23:43, NVI]). Y luego Su resurrección nos dio la razón suprema para la esperanza.

Él promete que mañana será mejor. Diferente. Redimido.

Padre celestial, me siento sin esperanza en mi dolor. Entiendes cómo me siento, así que te confío mi corazón quebrantado. Trae sanidad y redención a mi historia, todo para Tu gloria. En el Nombre de Jesús, Amén.

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PROFUNDICEMOS

Jeremías 29:11-13, Porque yo conozco los planes que tengo para ustedes —afirma el SEÑOR—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza. Entonces ustedes me invocarán, vendrán a suplicarme y yo los escucharé. Me buscarán y me encontrarán cuando me busquen de todo corazón. (NVI)

Lee los tres versículos citados en el devocional de hoy sobre los lamentos de Jesús: Mateo 26:40, Mateo 23:37 y Juan 11:35. ¿De qué maneras similares has experimentado una pérdida? ¡Comparte con nosotras en los comentarios, y oraremos por ti! 

© 2023 por Carole Holiday. Todos los derechos reservados.


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