Entonces, ellos lo adoraron y luego regresaron a Jerusalén con gran alegría. Lucas 24:52 (NVI)
No hace mucho tiempo, procesaba algunas preguntas de autorreflexión. Me llevaron a pensar en mis alegrías y mis sueños, mis amistades y mi familia. Dos de estas preguntas venían en forma de tablas con columnas. Las casillas en blanco me invitaban a nombrar mis triunfos y enumerar mis pérdidas.
Así que lo hice.
Escribí mis triunfos: encontrar un quiropráctico, publicar mi libro, viajar a México, fortalecer relaciones con algunas amigas.
También hice una lista de mis pérdidas: mi diagnóstico de enfermedad de Hashimoto, cambios en mi trayectoria profesional, la pérdida de mi abuelo, la pérdida de muchos sueños. También están las pérdidas que escribí con tinta invisible: la pérdida de más amigas de las que puedo contar, que me despierto todos los días con el mismo dolor en mi corazón, que extraño mi ciudad natal y lamento las millones de pérdidas pequeñas que vienen con mudarse a un lugar nuevo.
Se dice que el tiempo se lleva las lágrimas de nuestros ojos, pero esto no siempre es verdad.
A veces la pérdida perdura un largo tiempo y es fuerte.
A veces el dolor crece; se hace más resistente y con espinas.
A veces no podemos escaparnos de nuestro dolor; no podemos correr más rápido que esos recuerdos que aún lloramos.
A veces vemos sus rostros en portarretratos.
A veces pasamos por el lugar donde vimos morir nuestros sueños: la oficina, la iglesia, el tribunal que arruinó nuestras vidas con su sentencia.
Después de pasar un tiempo haciendo el recuento de mis pérdidas, estudié Lucas 24, que registra lo que sucedió cuando Jesús volvió a Sus discípulos después de Su resurrección. Pasó tiempo con ellos, revelando los misterios de las Escrituras y partiendo el pan. Luego, llevó a los discípulos de Jerusalén a Betania, donde los bendijo antes de ascender al cielo.
He reflexionando sobre estos dos versículos una y otra vez: “Sucedió que, mientras los bendecía, se alejó de ellos y fue llevado al cielo. Entonces, ellos lo adoraron y luego regresaron a Jerusalén con gran alegría” (Lucas 24:51-52, NVI).
¿Puede ser posible? ¿Los discípulos de Jesús regresaron a Jerusalén con
alegría? Jerusalén albergaba el recuerdo de su dolor mayor: la muerte de Jesús. Regresaron a este lugar que estaba lleno del recuerdo de su pérdida, y se regocijaron.
Estoy asombrada, maravillada e impresionada por la verdad y la cronología de esto. Jesús resucitó y luego regresó con aquellos a quienes amaba, caminó con ellos en medio de su pérdida, partió el pan con ellos, escuchó cada lamento y queja. Luego Jesús los bendijo justo en medio de su quebranto. Calmó su confusión, disipó sus dudas y les prometió poder, tanto que pudieron regresar a Jerusalén con alegría.
Los discípulos no huyeron de este lugar de dolor; no lo evitaron, no lo eludieron, no lo maldijeron. En cambio, entraron, incluso permanecieron allí mientras “se qued[aron] en la ciudad”, esperando ser revestidos de poder por el Espíritu Santo (Lucas 24:49, NVI).
Entonces, ¿cómo sostenemos la pesadez del dolor mientras también hacemos malabares con la alegría?
¿Cómo entramos en lugares donde el dolor crece y la pérdida perdura?
¿Cómo seguimos adelante, incluso después de perder nuestros empleos, sueños, hogares y seres queridos?
Los discípulos sólo pudieron regresar a Jerusalén con alegría después de recibir la bendición de Jesús, una palabra llena de fe que llenó cada agujero, cada cráter de dolor, porque Él había vencido el pecado y a la misma muerte. La resurrección de Jesús nos da esta misma esperanza.
Esto no significa que siempre podemos o debemos regresar a lugares dolorosos. Dios no nos pide que permanezcamos en relaciones o lugares que nos ponen en peligro. Y sin embargo, puede haber momentos en los que el Señor nos llama a hacer lo difícil de volver a entrar a un lugar lleno de pesar y con recuerdos dolorosos. Mientras estamos en estos lugares, es posible que no borre todos nuestros recuerdos ... pero sí limpia nuestras lágrimas.
Él está presente con nosotras en el periodo posterior a nuestro dolor. Él escucha y nos habla, fortaleciendo nuestros corazones mientras esperamos la promesa de Su poder. Aunque el dolor crezca salvaje e indomable, Su amor nos guía hacia una vida nueva con esperanza de resurrección.
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Romanos 5:2, por medio de quien también hemos obtenido entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. (NBLA)
¿A qué lugares llenos de dolor desearías volver con alegría? ¿De qué maneras te ha bendecido Jesús en medio de tu quebranto?
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© 2023 por Rachel Marie Kang. Todos los derechos reservados.
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