Vio que no había nadie, Y se asombró de que no hubiera quien intercediera. Entonces Su brazo le trajo salvación, Y Su justicia lo sostuvo. Isaías 59:16 (NBLA)

¿Alguna vez has estado en la línea de banda de un evento deportivo? Incluso si se trata solo de una liga infantil, no hay nada como un juego emocionante y competitivo.

Recuerdo cuando mi hijo mayor, Liam, tuvo su primera oportunidad de jugar en su equipo de fútbol americano de bandera. Había tantos buenos jugadores que tuvo que esforzarse mucho para obtener su oportunidad como titular. ¡La competencia era feroz!

Desde que Liam comenzó a jugar al fútbol (americano) bandera, yo era el entrenador de su equipo. Siempre había estado con él en el campo y en la línea de banda. Así que cuando llegó el día en que iba a debutar, me miró y dijo: «Papá... vas a estar conmigo, ¿verdad?».

Le dije: «Por supuesto, hijo. Estaré con todos los demás padres animándote desde las gradas».

Él dijo: «No, papá, necesito que estés conmigo. Conmigo en la línea de banda».

Verás, Liam se sentía cómodo conmigo, su papá, en la línea de banda con él. Tener esa voz familiar que provee instrucciones, dirección y ánimo lo hacía sentirse seguro. Independientemente de su desempeño, sabía que papá estaría en la línea de banda con palabras de elogio y un choque de puños después de cada jugada.

¿No es verdad que la presencia de alguien que nos ama hace que nos sintamos seguros?

Esta conversación me hizo reflexionar sobre mi relación con Dios. La presencia de Dios me brinda consuelo. Su fuerza me hace sentir seguro y fuerte. Pero, al igual que Liam, a veces me preocupa que yo pueda estar en el campo mientras Dios esté distante en la gradería. Puedo encontrarme pensando: no, Dios, necesito que estés conmigo. Conmigo en la línea lateral. Necesito Tu ayuda.

Si te encuentras en esta situación en este momento, aquí tienes algo que me ha animado cuando me encuentro buscando a Dios. Mira Isaías 59:16:

Vio que no había nadie, Y se asombró de que no hubiera quien intercediera. Entonces Su brazo le trajo salvación, Y Su justicia lo sostuvo.

Para las personas en el Antiguo Testamento que escucharon estas palabras en tiempo real, estas palabras revelaron que Dios no es un Rey que se sienta en las gradas y observa. No, Él es el tipo de Rey que está en la primera fila, caminando personalmente con Su ejército hacia la batalla.

Esto nos dice algo increíble acerca de Dios: Él se preocupa. Se preocupa tanto que usaría Su poder y fuerza ilimitados para el bien de Su pueblo, incluyéndote a ti y a mí.

Cuando pensamos en Dios de esta manera, recordamos la confianza que podemos tener en Él debido a la protección que nos brinda. Aunque no podemos ver físicamente a Dios o en ocasiones ni siquiera entender lo que está haciendo, Su carácter siempre ha sido proveer ayuda a Su pueblo. Proporcionarles fuerza. Proveer libertad. Proporcionarles amor. Y no solo proveerlo, sino literalmente Él mismo encarnarlo. Él es fuerza. Él es libertad. Él es amor.

Y porque el carácter de Dios nunca cambia, la seguridad de que Él nos proveerá nunca cambiará. Jesús quiere que lo veas como la solución y que experimentes Su presencia y Su bondad en este momento, sin importar lo que estés pasando. Él nunca ha causado el mal ni el dolor que el mal trae consigo, pero estará muy presente contigo en medio de todo. Nunca tienes que librar ninguna batalla sola.

En conclusión, a esto podemos aferrarnos hoy:

1. Cuando nos sentimos débiles, podemos encontrar consuelo en la fuerza interminable e incesante de Dios.
2. Cuando sentimos que nuestros pies están resbalando, podemos agarrarnos de Jesús. Él es nuestra estabilidad. Él nunca nos suelta.
3. Cuando nos sentimos desorientados y solos en una situación desgarradora, podemos tomar el brazo de Jesús, quien es por siempre nuestra fuerza y protección.

Dios, gracias por Tu fuerza que nunca falla. Gracias porque incluso cuando me siento débil, Tu fuerza siempre presente está trabajando a mi favor. Confío en Ti en todo lo que estoy enfrentando en este momento. Continúa revelándote a mí. En el Nombre de Jesús, Amén.

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