Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad. 1 Juan 3:18 (NVI)

Les di un beso de despedida a dos de mis hijas para que pudieran hacer el viaje de dos horas y media de regreso para su tercer año de universidad. Debería de estar más acostumbrada, pero la verdad es que aún lloro cada vez que se van.

Cuando hundí mi cabeza en sus hombros, me dijeron que estaban agradecidas por lo mucho que las amaba y lo mucho que significaba para ellas que yo llorara cada vez que se iban.

Sé que es parte de la vida. Mi vecina me ha recordado muchas veces que justamente para esto criamos a nuestros hijos: los amamos y los lanzamos al mundo. Significa que hemos hecho bien nuestra parte y los hemos llevado hasta ahí.

Ellie dejó su pequeño chaleco de mezclilla en casa porque se suponía que yo le cosiera los hombros, pero no podía encontrar mis agujas, y luego perdí la noción del tiempo. El chaleco está abierto, pero aún no lo he vuelto a armar; y de alguna manera parece una metáfora perfecta.

Sería fácil para mí quedarme inmovil en el lugar donde mi corazón se rompe porque siento que le he fallado. En lugar de pensar en todas las formas en las que le he demostrado mi amor, sólo puedo pensar en las cosas que desearía haber hecho mejor. La mano que sostuvo la suya durante años, ahora se despide y seca lágrimas, pero el dolor es amor en movimiento. 

Dios está con mis hijas. Él ha puesto gente a su alrededor que las cuida. No están solas, aún en los días en que no puedo comunicarme con ellas; y eso es importante. Es una lección de humildad pensar que, de alguna forma extraña, constantemente pasan de tomar una mano a tomar otra a lo largo de la vida; son mis hijas, claro, pero también son parte de una familia más grande a través de Cristo.

Desempeñamos ambos roles en nuestras vidas: a veces oramos para que alguien cuide a nuestros hijos, y otras veces, respondemos a la oración de otra persona por lo mismo.

Una forma en que mi familia hace esto es a través de Compassion. Durante más de una década, hemos apadrinado a muchos niños cuyas familias ganan menos de dos dólares al día. Apadrinar a un niño significa que una madre no tiene que preocuparse de que sus hijos se acuesten sin comer. Significa que pueden asistir a la escuela y recibir formación vocacional, recibir atención sanitaria y nutrición. Pero el beneficio más importante, es que pueden asistir a su iglesia local y aprender del Dios que une a todas nuestras familias en el nombre de Jesús.

He tenido el gran honor de conocer a varias de estas madres preciosas, y nunca hemos necesitado traductores para entender el significado de nuestras lágrimas. Nos abrazamos y nos decimos «gracias» tantas veces que al final no sabemos quién está más agradecida.

Me recuerda a 1 Juan 3:

Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él? Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad. En esto sabremos que somos de la verdad y nos sentiremos seguros delante de él (1 Juan 3:17-19, NVI).

Podemos pasar toda nuestra vida hablando del amor en vez de ponerlo en práctica, porque algo tan vulnerable y profundo siempre tiene un costo. Pero, tenemos hermanas en todo el mundo que sienten que han dejado que las cosas se separen en la crianza de sus hijos, y lo único que quieren es lanzarles bien. No es por falta de amor, sino por amor que se preocupan. Cada cierto tiempo, tenemos la oportunidad de cuidar de otra persona, y es un privilegio sagrado unirnos a su historia.

La realidad es, que si Dios quiere, pronto veré a mi hija. De hecho, debería coserle el pequeño chaleco a Ellie y dirigirme ahora mismo a la universidad. Puedo estar allí antes de la hora de dormir, y podemos ver uno de nuestros programas y quedarnos despiertas hasta tarde.

O quizás, debería concentrarme en lo que puedo hacer aquí y estar agradecida de que alguien allá haga lo que yo no puedo hacer en este momento.

Realmente oro para que tu hagas lo mismo, bueno, al menos la parte amorosa. ¿La parte de lanzarlos? Sobrevalorada, en mi opinión.

Señor, ayúdanos a ser el tipo de personas que brindan cuidado a quienes lo necesitan. Algunos de ellos estarán en nuestros propios hogares y en nuestros vecindarios, y otros nunca los conoceremos, sino en el cielo. Danos oportunidades, humildad y generosidad para ayudar a satisfacer las necesidades de otros, y ayúdanos a vivir con nuestras manos extendidas en todos los aspectos de la vida. En el Nombre de Jesús, Amén.

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