El ejército israelita huyó, pero Eleazar y David no cedieron terreno en medio del campo e hicieron retroceder a los filisteos. Así que el SEÑOR los salvó dándoles una gran victoria. 1 Crónicas 11:13b-14 (NTV)
Recientemente, una amiga y yo estábamos poniéndonos al día y actualizándonos sobre nuestros horarios, cuando dijo algo que me sorprendió: «Hay algo diferente en ti. A pesar de todo lo que te está pasando, siento que tienes paz».
Ella definitivamente no habría dicho eso de mí hace 20 años. En aquel entonces, estaba pasando por una intensa batalla interna. Después de una temporada paralizante de agotamiento, el monstruo de la ansiedad se había instalado bajo mi piel y nada de lo que hacía parecía sacudirlo.
Ahora, al recordar nuestra conversación, me doy cuenta de que la paz que mi amiga notó es el regalo que la ansiedad le ha dado a mi alma. Mientras el enemigo me golpeaba con olas de miedo, Dios tejía hilos de fortaleza a través del mismo dolor.
Un regalo que mi madre me hizo hace poco podría ayudar a explicar lo que quiero decir. El año pasado, cuando fui a visitarla a Inglaterra, me regaló una pequeña alfombra, una Bijar persa, que ha estado en mi familia durante unos 60 años. Después de sobrevivir seis décadas, miles de pisadas y tres continentes, la alfombra es ahora un accesorio permanente en mi hogar, vibrante y lujoso bajo mis pies.
La resistencia de la alfombra proviene del hecho de que después de cada fila de nudos, las alfombras Bijar reciben un tejido adicional: una fila extra de hilo. Esta trama debe ser golpeada en la fila de abajo con algo así como un martillo, creando un tejido increíblemente fuerte. Es un poco contradictorio, pero los golpes le dan a la alfombra su perdurabilidad.
En cierto modo, Dios quiere convertirnos en Sus Bijars.
Quiere usar los golpes de nuestras vidas (la pérdida de algún trabajo, el diagnóstico de cáncer, la muerte de un cónyuge, la traición de un amigo, la depresión inexplicable) para tejer una fuerza divina en nuestros corazones.
Hace veinte años, eso es exactamente lo que Él hizo por mí. Dios usó el mismo martillo de la ansiedad para agregar un tejido de fortaleza en lo más profundo de mi ser. Estar cara a cara con mis peores temores todos los días y, a través de la fuerza de Dios, lograr llegar al día siguiente... con el tiempo me di cuenta de que la ansiedad no tiene poder sobre Cristo.
Reflexionando, reconocí que, independientemente de lo que me sucediera, Jesús me sostendría, me defendería, cuidaría de mí y me amaría. Ya sea, en la vida o en la muerte, en la enfermedad o en la salud, Él permanecería conmigo. Y Él, sería suficiente.
Esto no significa que mi batalla con la ansiedad haya terminado o que esté curada. La ansiedad ya no me asfixia; no soy su esclava. Tampoco se ha ido por completo, aún siento su punzada de vez en cuando.
Sin embargo, el miedo que antes tenía ya no me paraliza. No dicta el curso de mi vida. Incluso cuando estoy ansiosa, tengo acceso a la paz de Jesús. Ese acceso ha allanado el camino hacia una resiliencia nueva, una fortaleza que me ayuda a soportar el peso de las luchas de la vida.
La Biblia cuenta de una batalla que David libró contra los filisteos. Las probabilidades debieron de ser desalentadoras porque sus hombres huyeron. Ellos, simplemente abandonaron el campo de batalla. Sin embargo, un hombre permaneció con David. Frente a probabilidades imposibles, Eleazar y David lucharon con tanta valentía que Dios los salvó con una gran victoria:
El ejército israelita huyó, pero Eleazar y David no cedieron terreno en medio del campo e hicieron retroceder a los filisteos. Así que el SEÑOR los salvó dándoles una gran victoria (1 Crónicas 11:13-14).
Podemos ser como el ejército de David que huye cuando la presión es demasiada, o podemos permitir que Dios nos infunda una nueva fortaleza mediante la propia batalla. Los golpes pueden traer vigor nuevo.
Tal vez en este momento, estás en una temporada de golpes. Tal vez no te sientas lo suficientemente fuerte como para sobrevivir otra semana. Tal vez te martillea el miedo, el fracaso, el rechazo, la inseguridad.
Invita a Dios a impartir un don divino a través de este abatimiento. Abre tu alma a Sus cuidados. Pídele a Jesús que te bendiga con mayor resiliencia.
Pídele que te haga Su Bijar.
Señor, te invito a los lugares difíciles de mi vida. Abrázame. Defiéndeme. Cuídame. Ámame. Dame Tu resilencia a través de este dolor. Ven y hazme Tu Bijar. En el Nombre de Jesús, Amén.
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