Una vez que quedaron satisfechos, Jesús les dijo a sus discípulos: «Ahora junten lo que sobró, para que no se desperdicie nada». Juan 6:12 (NTV)
La notificación en mi teléfono decía que tenía un nuevo mensaje en el chat grupal de mis “mejores amigas”. El texto decía: «Shala, este pastel va a ser grande. ¡Quizás necesite que vengas a recoger algunas sobras!»
Este mensaje de emergencia solo requería una respuesta de mi parte: un GIF que decía: “¡Me apunto!”.
Gracias a Dios por las sobras, ¿verdad?
Es bien sabido entre mis amigas que mi gusto por lo dulce siempre está listo, ¡así que no es necesario alistarlo! El momento no podría haber sido más perfecto, ya que acababa de salir del supermercado con cuatro tarros de helado para capear la tormenta de recibir gente en mi casa durante varios días. Era como si Dios supiera que necesitaba un pastel cubierto con una explosión de chispas de unicornio para completar mi coma de azúcar pendiente.
Mi amiga había estado haciendo un pastel de tres capas para su hija, pero la receta tenía cuatro capas. Todavía frenética, pensando que no tendría suficiente, preparó un poco más de todo. Las sobras formaron un pastel completo que me permitiría vivir mi mejor vida cubierta de chispas, ¡y tengo fotos para demostrarlo!
Permanecimos en su cocina, riéndonos del pastel “milagroso” que sobró, mientras me daba amplia advertencia que tuviera cuidado con las chispas gigantes y redondas que podrían quebrarme los dientes. Puede parecer algo pequeño, pero ese día nos unió y trajo alegría a nuestras vidas. El pastel sobrante sirvió como un dulce recordatorio de que Dios es un Dios de abundancia: se deleita en cuidarnos y darnos buenos regalos.
Dios tomó el miedo de mi amiga de no tener suficiente pastel y lo usó para proveer sobras, por lo que dimos gracias y ¡nos aseguramos de no desperdiciarlas! Este pastel incluso me recordó cómo Jesús alimentó milagrosamente a 5.000 personas en Juan 6, cuando Sus discípulos también experimentaron el miedo de no tener suficiente.
Las Escrituras nos dicen que Jesús estaba sentado en un monte con Sus discípulos cuando una gran multitud vino a buscarlo porque habían visto Sus milagros. Probando a Su discípulo Felipe, Jesús se dirigió a él y le preguntó: “—¿Dónde podemos comprar pan para alimentar a toda esta gente?” (Juan 6:5, NTV).
Al no tener una solución viable a este problema gigantesco, otro discípulo, Andrés, señaló que un joven que estaba cerca tenía cinco panes de cebada y dos peces (Juan 6:8-9). Jesús, sabiendo ya lo que iba a hacer, dijo a todos que se sentaran en las laderas cubiertas de hierba.
Luego Jesús tomó los panes, dio gracias a Dios y los distribuyó entre la gente. Después hizo lo mismo con los pescados. Y todos comieron cuanto quisieron. Una vez que quedaron satisfechos, Jesús les dijo a sus discípulos: «Ahora junten lo que sobró, para que no se desperdicie nada». Entonces ellos juntaron las sobras y llenaron doce canastos con los restos que la multitud había dejado después de comer de los cinco panes de cebada (Juan 6:11-13, NTV).
Hoy en día, en los Estados Unidos, muchas familias se reúnen para dar gracias por todas las formas en que Dios ha provisto y los ha bendecido. Tal vez puedas contar episodios de tu vida en los que temías no tener suficiente para tu problema del tamaño de 5.000 personas (o tu pastel de tres capas), pero de alguna manera Dios proveyó tan bien que tuviste sobras.
¡O quizás eres una de las personas cuya parte favorita del fin de semana festivo son las sobras del Día de Acción de Gracias! ¡Decimos “aleluya” a no esforzarnos más en la cocina ni esperar horas para comer! Durante los días posteriores a la gran comida, si eres bendecida con algunas sobras, deja que te recuerden que servimos a un Dios más que suficiente que te invita a confiar en Él con todas tus preocupaciones.
Querida lectora, ¿puedo desafiarte a que tengas los ojos de Andrés para mirar a tu alrededor en busca de los panes y los peces de tu vida? Lo que tienes puede parecer escaso, ¡pero servimos a un Dios que es experto en las sobras!
Padre, te damos gracias. Ya sea que nos reunamos alrededor de una mesa grande o nos sentemos con un tazón pequeño, llevamos en nuestros corazones los milagros cotidianos que solo Tú puedes realizar, desde la salida del sol hasta el aliento que llena nuestros pulmones. Te ofrecemos los panes y peces modestos de nuestras vidas, deseando que Tú nos multipliques para beneficio de nuestras comunidades. Que nuestras vidas estén siempre llenas de gratitud. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Salmo 23:5, Me preparas un banquete en presencia de mis enemigos. Me honras ungiendo mi cabeza con aceite. Mi copa se desborda de bendiciones. (NTV)
Estamos rodeadas de los milagros de Dios (con sobras) a diario. Tómate el tiempo para reflexionar y escribir un diario o compartir con alguien cómo Dios ha resuelto un problema aparentemente imposible para ti. ¡Démosle gracias a Dios!
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