«¡Tengan ánimo; soy Yo, no teman!». Marcos 6:50b (NBLA)

Era la primera vez que visitaba el estado norteamericano de Georgia, antes de que tuviéramos iPhones e informes meteorológicos instantáneos. Antes de salir de excursión, las noticias locales advertían de lluvia intermitente.

Después de estacionar el auto, me di cuenta de que había olvidado mi ropa de lluvia. ¿Debería irme? El sol brillaba. Armada con botas de montaña impermeables y una gorra de béisbol, pensé: voy a estar bien.

Horas más tarde, mientras caminaba entre bosques espesos, empezó una llovizna. Luego, la lluvia caía torrencialmente y de lado. Descubrí que el sistema meteorológico de esa montaña era completamente diferente al de la ciudad.

Las nubes de tormenta entraron rápidamente, oscureciendo el cielo. Ráfagas de viento aullaban. Truenos explosivos retumbaron mientras los relámpagos se descargaban a mi alrededor en destellos intensos y ominosos como luces estroboscópicas. Tenía miedo. Desorientada. Se puso tan oscuro que no podía ver bien el sendero sin una linterna o un mapa. Allí estaba yo, con frío y empapada, atrapada en medio de una tormenta.

Así es como se siente estar atrapada en una tormenta en la vida. Las circunstancias desconcertantes te suceden de repente. Te sientes impotente y no sabes qué hacer. ¿Estás en medio de una tormenta? ¿O estás abrumada por algún ser querido? Sientes que tu mundo gira sin control.

La verdad es que no tenemos el control. Pero Dios sí.

Jesús se interpone en nuestra confusión y susurra: Toma mi mano. Yo te llevaré. Estoy contigo. Yo seré tu paz.

A veces la única manera de salir de un dilema es dejar que Jesús te lleve a través de la tormenta, y descubrir que Su paz te sostendrá mejor que cualquier plan.

Una vez, Jesús también estaba solo en una montaña, orando después de enviar a Sus discípulos delante de Él al Mar de Galilea, donde ellos también se encontraron con una tormenta (Marcos 6:45-48). Es difícil entender por qué Jesús los enviaría a un viaje sabiendo que encontrarían una tormenta. Pero miremos más de cerca.

Jesús vio a Sus amigos remando fatigados y se acercó a ellos: “Pero enseguida Él habló con ellos y les dijo: «¡Tengan ánimo; soy Yo, no teman!» (Marcos 6:50b).

Pedro intentó caminar hacia Jesús sobre el agua, pero se hundió porque temía la fuerza del viento. “Al instante Jesús, extendiendo la mano, lo sostuvo”, nos dice Mateo 14:31 (NBLA). Luego subió a la barca y el viento se calmó.

Jesús está con nosotras en la tormenta y nos calma con Sus promesas. Nos hace pasar del “conocimiento mental” a la experiencia personal de Jesús en nuestros corazones: la poderosa paz de la presencia del Maestro. Porque la paz, al fin y al cabo, es una persona.

Dios tiene un plan en las tormentas de la vida, pero no siempre sabemos cuál es. Esa es la parte que requiere fe. Buscamos un plan, pero Jesús nos ofrece Su mano en lugar de un mapa. Así que deja a un lado el plan A, B o C. Tómalo un día a la vez.

Y recuerda que no estás sola. Todas estamos juntas en el mismo barco como seguidoras de Jesús. Pide ayuda y rodéate de amigas que te apoyen.

Jesús ve que estás cansada, remando fatigada. Él te sacará adelante.

Querido Jesús, toma mi mano. Sé mi paz. No me sueltes. En el Nombre de Jesús, Amén.

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Si buscas la calma de Jesús en medio de la tormenta, Ansiosos por nada por Max Lucado comparte sabiduría clave para encontrar la paz de Dios. Max nos invita a un estudio de Filipenses 4.6-7 donde el Apóstol Pablo amonesta a los seguidores de Cristo, “Por nada estéis afanosos…”

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Isaías 46:4, Aun hasta su vejez, Yo seré el mismo, Y hasta sus años avanzados, Yo los sostendré. Yo lo he hecho, y Yo los cargaré … (NBLA)

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© 2023 por Bonnie Gray. Todos los derechos reservados.

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