Devocionales

Cuando todo parezca sin esperanza, susurra estas palabras

Rachel Marie Kang 6 de febrero de 2024
Como a las tres de la tarde, Jesús gritó con fuerza: ─Elí, Elí, ¿lema sabactani?─ que significa “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Mateo 27:46 (NVI)

Hubo un tiempo en mi vida cuando la miel no goteaba de mis labios. Una época cuando mis palabras provenían de una fuente de amargura y de ira. Frustrada, maldecía. Quebrada, hablaba mal de cualquiera en mi camino. Desesperanzada, lanzaba lo que fuera que saliera de mi boca.

Cuando pienso en aquella época, recordando esos días en la secundaria, ahora sé que mis palabras reflejaban la confusión de mi mundo interior. Yo estaba sufriendo, y sentía que todo estaba perdido. Saqué frases y palabras de expresión del pozo de mi angustia.

Sí, a veces la aflicción ruega por silencio. Pero otras veces, es como si el dolor pidiera ser sincero y que lo escuchen. Mi pena se hacía escuchar de una manera a veces descontrolada y desconsiderada. Esto me hace pensar en la aflicción libre de pecado de Jesús cuando el metal fue clavado en la piel fina de Sus muñecas, esos huesos pequeños llevando el peso de Su cuerpo entero. Pienso en ese momento cuando Él sangró de Su espalda, llevando nuestras heridas.

Jesús, atormentado, colgó en una cruz, renunciando todas las oportunidades de bajarse, todas las razones de salvarse a Sí mismo para mostrar que era (y es) en realidad, el Rey de los judíos.

Colgó en toda Su humanidad, quizás volviendo a revivir toda Su vida terrenal en unos instantes. Colgó en santidad, el amor eterno manteniéndolo en la cruz. Él colgó, tomando sobre Sus hombros el pecado del mundo, todo mientras Él soportó la aflicción más inmensa. Y mientras lo hacía, pronunció las únicas palabras que podían demostrar la profundidad del dolor que sentía:

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mateo 27:46).

Pero Jesús no reunió fuerzas para simplemente decir palabras cualesquiera. Lo que sucedía es que Jesús estaba recitando el Salmo 22, la Palabra antigua infundida profundamente en Su alma. En el momento de Su dolor más profundo, Jesús acudió a y habló desde la Verdad que conocía. Él habló de la Palabra que es nuestra fuente.

Pienso en todos nuestros momentos llenos de dolor, pena, ira y aflicción. Aunque estemos destrozadas por todo lo que se siente perdido, ¿podrían nuestras palabras gotear con los principios ricos y fundamentales de nuestra fe? Aunque naveguemos por trauma y tensión, ¿podrían nuestras palabras contar la historia que seguimos atadas a la Verdad de Dios?

Quizás aún cuando todo está perdido, nosotras, como lo hizo Jesús, podríamos susurrar la Palabra.

Dios, Tú nos sostienes aun cuando todo esté perdido. Tu Palabra es esperanza para nosotras aún en los momentos más dolorosos. Tu Palabra alivia y habla la Verdad a nuestras almas. En nuestra aflicción, que siempre nos aferremos a Ti, en palabra, hecho, de corazón y esperanza. En el Nombre de Jesús, Amén.

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¿Cómo se supone que sostengamos el peso de tanto dolor? ¿Por qué se siente como si el mundo estuviera ardiendo en llamas? ¿Hay algo que pueda hacer al respecto? Cuando parece que nada funciona, te ayudará a orar a través de las Escrituras, en esos momentos en que encontrar las palabras adecuadas para orar parece imposible. Por eso hemos creado este recurso gratuito para ti: Cuando parece que nada funciona: oraciones para los momentos difíciles.

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PROFUNDICEMOS

Salmo 22:1, Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¿Por qué estás lejos para salvarme, tan lejos de mis gritos de angustia? (NVI)

Jesús gemía la verdad de Su dolor cuando citaba el Salmo 22:1 en la cruz. Si pudieras gemir hoy la verdad de tu pena (ya sea pequeña o grande), ¿qué dirías?

Siempre estamos aquí para escuchar tu corazón. Ven y comparte tus pensamientos en los comentarios.

© 2024 por Rachel Marie Kang. Todos los derechos reservados.


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