Luego echó agua en un recipiente y comenzó a lavarles los pies a sus discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba a la cintura. Juan 13:5 (NVI)
Nota de la editora ¡Este devocional es parte de una serie especial para la Semana Santa! Desde el 24 de marzo (Domingo de Ramos) hasta el 31 de marzo (Domingo de Pascua), cada devocional se centrará en los acontecimientos que preceden la resurrección de Jesús. Nuestra oración es que estas palabras preparen tu corazón y mente para la celebración de nuestro Salvador resucitado.
“¿Cómo quisieras que tu familia, amigos y colegas te recuerden en tu funeral?”
Estaba en un taller obligatorio de mi trabajo, esperando que el tiempo pasara rápido. Pero esta pregunta captó mi atención.
Pensé en la lista de logros y reconocimientos que esperaba lograr al final de mi vida… Pero al final, lo siguiente es lo que esperaba que la gente dijera de mí: “Kia fue una madre amorosa, una esposa devota y una amiga fiel”.
El objetivo de este ejercicio era ayudar a los participantes a centrarse en vivir con el fin en la mira. Creo que esta también pudo haber sido la mentalidad de Jesús el Jueves Santo.
Jesús sabía que Su tiempo en la tierra era limitado. Podría haber utilizado el día antes de Su muerte para contar todos los milagros que había realizado, repasar las parábolas que quería que Sus discípulos recordaran o enumerar las personas que había sanado.
Pero en lugar de hacer que el fin de Su vida se tratase de sí Mismo, se enfocó en los demás: así que se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y comenzó a lavarles los pies a sus discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba a la cintura (Juan 13:4-5, NVI).
Cuando Jesús se quitó Su prenda exterior, dejando al descubierto la túnica más cercana a Su piel, demostró una vulnerabilidad inusual. Su túnica exterior lo identificaba como rabino, pero Él cambió ese título por el de esclavo o sirviente, alguien que lava los pies de un amo rico cuando regresa a casa después de un viaje.
Lavar los pies no era tarea de un Salvador, pero Jesús lo hizo voluntariamente, incluso para Judas, quien lo traicionaría, y los discípulos que lo negarían. Les lavó sus pies sucios, polvorientos y malolientes, que caminaban por todas partes con sandalias abiertas, como un acto desinteresado de amor y servidumbre.
En Sus momentos finales con los discípulos, Jesús modeló la forma en que quería ser recordado: no como un rey que esperaba ser servido, sino como un esclavo que servía humildemente.
Jesús sabía que hombres y mujeres de todo el mundo algún día elegirían poner su fe en el Dios que dejó el cielo y vino a la tierra para servir. Él sabía que el aplauso, la admiración y la aclamación no impactarían a estas almas, pero Su adopción de la naturaleza de un siervo sí lo haría. Él tenía Su muerte en mente, y nuestras vidas cambian para siempre por Su decisión de servir.
La decisión de nuestro Salvador de revestirse de humildad es una invitación para que nosotras hagamos lo mismo. Cristo nos invita a morir a nosotras mismas diariamente, sirviendo a los demás.
No importa los premios que acumulemos o la aprobación que recibamos, podemos elegir asumir la naturaleza de un siervo, tal como lo hizo Cristo. ¡Y esa decisión cambiará el mundo drásticamente!
Querido Dios, gracias por demostrar humildad y amor sacrificial a favor mío. Ayúdame a elegir una vida de servicio en gratitud por todo lo que has hecho por mí. En el Nombre de Jesús, Amén.
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PROFUNDICEMOS
Juan 13:6, Cuando llegó a Simón Pedro, este dijo: ¿Y tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí? (NVI)
¿Cómo la elección de Cristo de servir te reta a servir a los demás? Comparte tus pensamientos en los comentarios.
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