Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que, con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren. 2 Corintios 1:3-4 (NVI)

No hay nada mejor que sentarse a la sombra de un gran roble, mirando hacia arriba mientras el sol veteado baila entre las hojas. Como mami natural, soy partidaria de pasar más tiempo afuera que frente a la pantalla, lo que significa sacar a mis hijos al aire libre tanto como sea posible para explorar juntos este mundo grande y hermoso que Dios nos ha dado.

A mis hijos les encanta coleccionar bellotas. Me maravilla ver cómo dentro de cada bellota está la semilla de un roble, uno de los árboles más poderosos, listo para brotar.

Sin embargo, la bellota primero tiene que romperse, deshacerse, desmoronarse, morir a sí misma para que el primer brote débil y verde tenga espacio para emerger. De lo contrario, este tierno brote quedará atrapado dentro de la cáscara dura y nunca verá la luz.

Dios nos pide que muramos a nosotras mismas (Mateo 10:39; Romanos 6:6) y a menudo nos permite pasar por luchas para que podamos crecer más en Él. Hace unos 10 años, pasé por el peor ataque de ansiedad que jamás había experimentado. Dejé que tomara el control de mi vida. Y mientras pasaba por eso, no podía ver ninguna razón por la que Dios me permitiera atravesar una prueba así.

Diez años después, mi hijo acaba de salir de un largo periodo de ansiedad que se alineaba mucho con el mío, hasta el necesitar seguridad a las tres de la madrugada.

El segundo nombre de mi hijo es Oaks (que se traduce a “robles” en español). Decir su nombre me recuerda a esa bellota. Me recuerda la época en que pasé por toda esa ansiedad y temor, el periodo más oscuro de mi vida, cuando me estaba desmoronando y no podía ver por qué estaba ocurriendo todo eso.

En realidad, Dios me estaba preparando para brotar como un roble, equipada con conocimientos y experiencia para poder ayudar a mi hijo, que también lucha contra el temor y la ansiedad. Dios me ha concedido la oportunidad de compartir empatía y comprensión.

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que, con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren (2 Corintios 1:3-4).

Quizá no luches contra la ansiedad, sino contra la soledad o el dolor por la pérdida de un ser querido. Tal vez estés agotada por la maternidad o estés luchando con tu fe. Tal vez sientas que tu vida no va como pensabas.

Sea lo que sea, quiero animarte a que una y otra vez, he visto a Dios usar mis heridas y desafíos para hacerme crecer y así poder ser un consuelo para alguien más. Amiga, Dios te está formando y haciendo crecer; esto no es en vano. No estás sola.

Padre celestial, gracias por las bendiciones que me has dado. De acuerdo con Tu perfecta voluntad y tiempo, por favor concédeme la gracia para superar la dificultad que estoy enfrentando ahora. Dame la paz de saber que Tú tienes el control. En el Nombre de Jesús, Amén.

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Romanos 8:28, Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. (NVI)

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