Como flechas en las manos del guerrero son los hijos de la juventud. Salmo 127:4 (NVI)
Mejillas regordetas, piernas temblorosas, sonrisa llena de babas y ojos que seguían mi rostro con asombro. Esta es la imagen mental que tengo de nuestra hija primogénita.
Mientras se preparaba para graduarse de la escuela secundaria, ella pronunció seis palabras que yo no quería escuchar: «Mamá, quiero tomarme un año sabático». Cada conversación sobre opciones universitarias y sus pasiones se había convertido en conversaciones donde ella expresaba su deseo profundo de alcanzar al mundo para Jesús.
En mi opinión, tomar un año sabático antes de la universidad estaba fuera de discusión. Pues yo había planeado la vida entera de mi hija. Escuela secundaria, universidad, carrera, matrimonio, hijos, en ese orden. (¿Te das cuenta de que tengo problemas de control?)
Este fue el comienzo de una temporada en que Dios me enseñaría a soltar, dejar ir. Terminó siendo una época que me liberó de la mentira de que tengo el control.
Aun así, me resistí. Negándome a abandonar los planes que ya había hecho, me lamenté: ¿Por qué, Dios? ¿Por qué me pruebas de esta manera?
Sentí la respuesta de Dios de una manera que me pareció muy clara: ¿Me confiarás a ella? ¿Me dejarás hacer Mi obra en su vida? Tengo grandes planes para ella que la llevarán a lugares donde no podrás ayudarla ni controlar el resultado. Quiero hacer Mi obra en ella, pero no mientras tú te aferres demasiado. Quiero que sueltes el control.
Entonces Dios puso esta escritura en mi corazón: “Como flechas en las manos del guerrero son los hijos de la juventud” (Salmo 127:4).
¿Te imaginas a una guerrera profesional que ha pasado toda su vida preparándose para la batalla afilando sus flechas y perfeccionando su puntería? Imagínate a esta guerrera profesional yendo a la batalla, sacando su flecha de la funda, colocándola en el arco, tirando hacia atrás, apuntando perfectamente, pero luego no la suelta.
Esto es lo que hacemos como padres cuando pasamos años infundiendo en nuestros hijos la Verdad de Dios, sacrificando el sueño, pasando horas de rodillas en oración, preparándolos para el futuro… y luego no dejarlos ir, no liberarlos para que cumplan el propósito que Dios les dio.
Mi temporada actual es difícil pero necesaria: aprender a soltar mi primera flecha.
Mientras me preparo para enviar a nuestra primera hija a esta nueva aventura no planificada, veo esas mejillas regordetas ahora cinceladas por la edad. Veo esas piernas tambaleantes ahora fortalecidas para soportar la carga del camino que tiene por delante. Veo esos labios llenos de babas ahora armados con la Verdad de la Palabra de Dios. Y veo esos ojos que una vez me siguieron ahora firmemente fijos en Jesús, el Autor y Consumador de su fe (Hebreos 12:2).
Amiga, mientras crías a tus hijos, que Dios te conceda la sabiduría y la fuerza para guiarlos y moldearlos. Que Él también te conceda la fe y el valor para dejarlos ir.
Señor, te doy gracias por ser un Dios amoroso y omnisciente que tiene planes para mí y las personas en mi vida. Que siempre recuerde que Tus caminos son más altos que mis caminos (Isaías 55:9) y que Tus planes siempre son buenos. Concédeme un corazón de rendición. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Proverbios 3:5-6, Confía en el SEÑOR con todo tu corazón; no dependas de tu propio entendimiento. Busca su voluntad en todo lo que hagas, y él te mostrará cuál camino tomar. (NTV)
¿Qué planes has hecho que estás luchando por entregárselos a Dios? Haz una pausa y reflexiona, y luego escribe esos planes en tu diario. Ora y pídele a Dios un corazón de entrega a Sus caminos y Sus planes.
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© 2024 por Dra. Avril Occilien-Similien. Todos los derechos reservados.
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