Sostenme conforme a Tu promesa, para que viva, Y no dejes que me avergüence de mi esperanza. Salmo 119:116 (NBLA)
Escribía frenéticamente en mi libreta mientras mi amiga y yo rápidamente hablábamos al mismo tiempo; nuestras ideas se movían más rápido que nuestros bolígrafos. Nos miramos la una a la otra y sonreímos en agradecimiento de haber encontrado una persona con el mismo sueño. Durante dos años, había orado por encontrar una amiga en el trabajo, y finalmente la respuesta de Dios estaba sentada frente a mí.
Pero solo unos meses más tarde, me enteré de que mi amiga nueva se iba a mudar a otro estado.
Un sentimiento familiar se apoderó de mi estómago; el mismo que tuve en sexto de primaria cuando se mudó mi mejor amiga, Anna. O cuando mi compañera de habitación de la universidad y yo nos dimos cuenta de que no volveríamos a compartir un lavabo nunca más después de la graduación. O cuando la amiga dejó que me sentara en el suelo con mi bebé con cólicos y me dijo que su marido estaba entrevistando para un puesto de trabajo lejos.
¿Había respondido Dios a mi oración solo para dejarme sola de nuevo?
Sinceramente, la oración casi nunca ha sido mi manera más efectiva para conseguir lo que quiero. Durante mucho tiempo, pensé que la actitud más piadosa era seguir orando de todas formas. Pero demasiadas oraciones parecían languidecer en el portal del cielo, terminando en decepción. Aprender a orar se parecía a aprender a no hacerme demasiadas ilusiones.
¿Pero de todos modos qué es la esperanza? Amo la definición de Dallas Willard: «La esperanza es la anticipación de lo bueno que todavía no experimentamos o que es todavía ‘invisible’». Mis esperanzas eran frágiles porque estaba pidiendo deseos y llamándolos “oraciones”.
La esperanza verdadera es simple. Cree en la Palabra, las promesas y el carácter de Dios, como lo hace el salmista en el Salmo 119:116: “Sostenme conforme a Tu promesa, para que viva, Y no dejes que me avergüence de mi esperanza”. La esperanza verdadera cree que Dios nunca dejará de estar con nosotras ni dejará de ser bueno; y no importa lo que pase, nada puede cambiar eso ni apartarnos de Su amor (Romanos 8:38-39).
Como cualquier Padre bueno, Dios quiere que le pidamos lo que queremos y necesitamos. Y Él se deleita en ver a Sus hijas gozar de Sus regalos buenos.
Cuando estoy sola y oro por una amiga, espero algo más que una persona con quien poder reír y crear. Mi esperanza es que la bondad de Dios, contra viento y marea, pueda irrumpir en mi soledad. Ya lo hizo, y lo volverá a hacer. Es una esperanza que nunca termina en decepción porque empieza y acaba con quién es Dios y cómo es Él. Mientras que los resultados son impredecibles y el dolor es inevitable, Dios es siempre fiel.
Cuando somos honestas con Dios acerca de lo que queremos, podemos hacernos ilusiones con seguridad. Cuando estemos mirando expectantes, veremos Su bondad, cualquiera que sea su forma.
Querido Dios, hay tanto que quiero y necesito, pero me da miedo pedir porque no sé si me dirás que “sí”. Tengo miedo de esperar y me aterra que sin esas cosas, no pueda estar bien. Enséñame a reconocer Tu bondad y Tu presencia y a esperar de nuevo solo en Ti. En el Nombre de Jesús, Amén.
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PROFUNDICEMOS
Romanos 15:13, Que el Dios de la esperanza los llene de toda alegría y paz a ustedes que creen en Él, para que rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo. (NVI)
¿Qué esperas cuando oras?
Sea como sea tu vida ahora, déjanos un comentario aquí abajo describiendo de qué manera has notado últimamente la bondad de Dios o Sus regalos buenos.
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