El SEÑOR mismo marchará al frente de ti y estará contigo; nunca te dejará ni te abandonará. No temas ni te desanimes. Deuteronomio 31:8 (NVI)
«Mamá, ella no me eligió».
Le temblaba la voz. Las lágrimas corrían por sus mejillas. Y me dolió mucho el corazón.
Volvíamos a casa de una fiesta a la que había sido invitada una de nuestras hijas que en aquel entonces era una preadolescente. En cuanto ella se montó en el automóvil, supe que algo iba mal. Su cara reflejaba decepción y sus ojos estaban a punto de verter lágrimas.
Poco a poco, la historia salió a la luz. Habían jugado algo donde la cumpleañera elegía a las personas que formarían parte de su equipo y jugaban contra las demás chicas de la fiesta.
El único problema era que mi hija no fue escogida. Y a lo largo del juego, todas las demás fueron elegidas.
Se sintió intencionadamente excluida y menospreciada. Acabábamos de mudarnos al otro lado del país y le costaba hacer nuevas amistades. Así que ser la única no elegida le dolió mucho.
Yo sabía cómo se sentía, y probablemente tú también. Si alguna vez te has sentido ignorada, excluida, no querida o sola, quiero que sepas que no eres la única. Todas nos hemos sentido así en algún momento (¡o en muchos momentos!) de nuestra vida. Pero lo más importante es lo que las nos dicen las Escrituras:
El SEÑOR mismo marchará al frente de ti y estará contigo; nunca te dejará ni te abandonará. No temas ni te desanimes. (Deuteronomio 31:8, énfasis añadido).
Esta promesa no sólo está en el Antiguo Testamento, sino que se reitera en el Nuevo Testamento en Hebreos 13:5:
Manténganse libres del amor al dinero y conténtense con lo que tienen, porque Dios ha dicho: «Nunca los dejaré; jamás los abandonaré» (NVI, énfasis añadido).
Una confirmación adicional de que no estás sola es uno de los nombres de Jesús: Emanuel, que significa “«Dios con nosotros»” (Mateo 1:23, NVI). Pienso en eso a menudo cuando me siento sola, asustada o excluida.
Dios siempre está contigo. Y envió a su Hijo a la tierra en forma humana para que tú y yo supiéramos con certeza que no estamos solas. No tenemos que pasar nuestros días en soledad. No tenemos que confiar en nuestra propia fuerza, nuestra propia sabiduría o nuestro propio poder.
Aunque nadie nos escoja, Dios nos ha elegido (Efesios 1:11).
Aunque parezca que nadie se fija en nosotras, Dios nos ve (Salmo 33:18).
Aunque nos sintamos solas, Dios está con nosotras (Salmo 23:4).
Enfrentes lo que enfrentes hoy, recuerda que no estás sola. Tienes un Padre celestial maravilloso que está contigo y nunca te dejará ni te abandonará.
Padre Celestial, gracias porque aún en los valles más oscuros, en las penas más profundas y en las desilusiones más difíciles, Tú nunca te irás de mi lado. Tú me ves, Tú me conoces, y estás conmigo. Ayúdame a aferrarme a esa verdad a medida que avanzo en mi día. Deja que me transforme y me dé confianza y valor. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Salmo 23:4, Aun cuando yo pase por el valle más oscuro, no temeré, porque tú estás a mi lado… (NTV)
¿Cómo cambiaría tu vida y tu perspectiva el creer de verdad que Dios está contigo en cualquier valle oscuro que estés enfrentando en este momento?
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