Y tengan por seguro esto: que estoy con ustedes siempre, hasta el fin de los tiempos». Mateo 28:20b (NTV)
El teléfono sonó. Mi hijo en ese tiempo asistía al noveno grado y me estaba llamando al mediodía… lo cual no era una buena señal. «Mamá, estoy en la oficina del director. Tienes que venir a la escuela».
Fui a la escuela y lo encontré en la oficina, pero parecía un desconocido con la ropa de mi hijo. Se enfrentaba a una semana de suspensión escolar. Esa no fue una buena semana en el hogar de la familia Jaynes.
Esperaba que mi hijo obedeciera las reglas. Jamás esperé recibir una llamada de la oficina del director.
Como madres, esposas o amigas, vamos a enfrentar algunas dificultades no anticipadas. Vamos a experimentar decepciones, desilusiones y desalientos cuando lo que esperamos y lo que experimentamos no se alinean el uno con el otro. Durante esos momentos, tal vez hasta nos preguntemos, Dios, ¿dónde estás? Este sería un buen momento para un milagro.
Dos de los amigos de Jesús probablemente se sentían igual. Estaban caminando a Emaús, tristes y abandonados, luego de que Jesús fuera arrestado y crucificado hacía unos días. Habían puesto todas sus esperanzas y sueños en el Mesías, y ahora Él se había ido.
Mientras caminaban y hablaban, otro hombre se les unió. Él les preguntó de qué platicaban.
“—Tú debes de ser la única persona en Jerusalén que no oyó acerca de las cosas que han sucedido allí en los últimos días,” un discípulo respondió (Lucas 24:18b, NTV). Entonces le dieron un recuento detallado del arresto de Jesús, Su crucifixión y desaparición de la tumba.
Cuando llegaron a su destino, invitaron al desconocido a cenar con ellos. En la mesa, el hombre asumió el rol de anfitrión, dando gracias por el pan, partiéndolo y repartiéndolo.
En ese momento, Dios reveló quién era ese desconocido: ¡Jesús mismo! Tal vez lo que les abrió los ojos a Su identidad fueron las cicatrices por los clavos en Sus manos que sostenían el pan. Pero en fin, la Biblia dice “se les abrieron los ojos y lo reconocieron” (Lucas 24:31a, NTV).
Jesús había estado caminando con ellos todo el tiempo, pero no lo reconocieron. Tal vez tú también hayas viajado por tu propio camino desolado hacia Emaús, con circunstancias que te han dejado desilusionada, decepcionada y desalentada. Si es así, recuerda que en los momentos en que no podamos ver a Jesús o sentir Su presencia, no quiere decir que Él no está ahí. “Y tengan por seguro esto:” Él promete, “que estoy con ustedes siempre, hasta el fin de los tiempos” (Mateo 28:20b).
Deuteronomio 31:8 nos dice, “El SEÑOR es quien va delante de ti. Él estará contigo; no te dejará ni te desamparará. ¡No temas ni te atemorices!” (RVA-2015).
Dios dió Su Palabra. Jesús entregó Su vida. Tan ciertamente como Él caminaba al lado de Sus amigos en su trayecto, Él camina junto a nosotras en el nuestro.
Jesús, gracias por caminar a mi lado en mi propio sendero polvoriento de decepción. Tal como Tú prometes en Juan 14:20, ustedes están en Mí, y Yo, en ustedes. Estoy tan agradecida que no hay ningún lugar a donde pueda ir que esté lejos de Tu presencia. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Hebreos 13:5, …estén contentos con lo que tienen, pues Dios ha dicho: «Nunca te fallaré. Jamás te abandonaré.» (NTV)
¿Qué crees que pasó con la desilusión de los hombres cuando se dieron cuenta de que Jesús había estado caminando junto a ellos en el camino a Emaús?
¿Cómo cambia tu reacción ante el desánimo y decepción al darte cuenta de que Jesús siempre está caminando contigo? ¡Nos encantaría escuchar de ti en los comentarios!
© 2024 por Sharon Jaynes. Todos los derechos reservados.
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