Sino que en la ley del SEÑOR está su deleite, Y en Su ley medita de día y de noche! Salmo 1:2 (NBLA)

Recientemente, instalaron unos reductores de velocidad en mi vecindario. Al principio estaba contenta de alivio porque alentaban a que la gente manejara de forma responsable y ayudaban a mantener seguro nuestro barrio. Pero también se volvieron bastante fastidiosos.

Intento manejar y pasar sobre ellos con cuidado, pero esos reductores de velocidad amenazan con derramar mi café. Parecen castigar a los conductores responsables por la falta de unos pocos. En lugar de aceptar por qué es bueno tenerlos, a veces me he encontrado esquivándolos.

Esos reductores de velocidad (y mis reacciones ante ellos) me han recordado que tenemos esta doble moral extraña con las reglas: son fabulosas si nos convienen, pero cuando no nos convienen, son una molestia. Todos somos culpables de este baile con las reglas. Algunas las seguimos diligentemente; otras las ignoramos como si no fueran gran cosa. Las reglas que causan inconveniencias, que no parecen aplicarse a nuestra situación o que no tienen sentido para nosotras, con frecuencia se sienten como un gran peso.

Pero Dios no tolera nuestra inconstancia con Sus reglas. Cuando se trata de Su ley, Él tiene una expectativa simple: la obediencia alimentada por el deleite.

¿Cómo es posible que las leyes de Dios deleiten al pueblo al que se le ha ordenado guardarlas? No se trata sólo de ser felices; se trata de tener entusiasmo y gozo al hacer lo que Dios nos pide. Encontramos este deleite en nuestro Padre celestial, quien nos pide amar, dar, sacrificarnos e incluso sufrir por Él.

No nos gloriamos en el dolor. Nos gloriamos en Dios, quien sufre con nosotras.

No presumimos de nuestro amor. Nos regocijamos del amor de Dios derramado en nuestros corazones por Su Espíritu.

No nos sacrificamos para atraer la atención a nosotras mismas. Llevamos toda la atención al sacrificio de Cristo por nosotras.

Las Escrituras también nos ayudan con la postura de nuestro corazón hacia los mandamientos de Dios. En Deuteronomio 30:11-20, Moisés exhortó a los israelitas a escoger la vida al obedecer los mandamientos de Dios, enfatizando que la obediencia conduce a la bendición.

De forma similar, el Salmo 1:2 celebra la ley de Dios como una fuente de deleite y sabiduría: “en la ley del SEÑOR está su deleite, Y en Su ley medita de día y de noche”.

Si sabemos que Dios es bueno y que todo lo que Él hace es bueno, podemos deleitarnos en la realidad de que las leyes de Dios son buenas para nosotras. Reflejan el estándar de santidad y perfección de Dios, nos guardan del pecado, y nos muestran nuestro corazón para que podamos arrepentirnos, caminando de una manera digna de aquellos que han puesto su fe en Cristo.

Al meditar lenta y consistentemente en los mandamientos de Dios, leyendo, memorizando y recordando Su Palabra durante nuestro día, veremos las bendiciones gozosas que Dios quiere para nosotras mediante nuestra obediencia. Creceremos en intimidad con el Señor, conociéndolo mejor, amándolo más profundamente, y encontrando gran gozo al seguir las reglas de Dios.

Dios, gracias por Tu Palabra. Gracias por darme mandamientos para obedecer que son buenos para mí. Dirígeme en el camino de Tus mandamientos, donde encuentro gozo y gracia que vienen de Ti. Enséñame a meditar en Tu Palabra durante todo mi día para que pueda caminar en obediencia gozosa. En el Nombre de Jesús, Amén.

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Deuteronomio 30:14-16, Pues la palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la guardes. »Mira, yo he puesto hoy delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal. Hoy te ordeno amar al SEÑOR tu Dios, andar en Sus caminos y guardar Sus mandamientos, Sus estatutos y Sus decretos, para que vivas y te multipliques, a fin de que el SEÑOR tu Dios te bendiga en la tierra que vas a entrar para poseerla. (NBLA)

Reflexiona sobre tu actitud hacia los mandamientos de Dios. ¿Hay áreas en las que necesitas renovar tu compromiso de deleitarte en Sus mandamientos? ¡Comparte con nosotras en los comentarios!

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