En cambio, me he calmado y aquietado, como un niño destetado que ya no llora por la leche de su madre. Sí, tal como un niño destetado es mi alma en mi interior. Salmo 131:2 (NTV)
Mirando detenidamente en el bolso, oré para que encontrara cualquier trozo de comida para mi hijo pequeño, que estaba agotado y sobreestimulado. El museo estaba lleno de gente. El día era largo. El bolso estaba vacío. Ni siquiera una barrita de cereales a medio comer o un par de gomitas de fruta. Sabía que no me iba a ir bien.
Los visitantes miraban boquiabiertos mientras que mi niñito lloraba y se retorcía contra las sujeciones de su coche. Con la espalda arqueada y la boca abierta, se aseguró de que cada transeúnte supiera que estaba siendo retenido contra su voluntad.
Necesitaba medidas desesperadas. Desabrochar las correas no fue una hazaña fácil, y una vez libre, mi niño se deslizó del carrito como un globo desinflado. Mientras lo recogía, pensé que mi abrazo maternal podría calmarlo.
Estaba equivocada.
Entonces descubrí una zona poco iluminada lejos de la multitud de gente, y con el niño gritando, pegado a mi cadera, me metí apresuradamente en un pasillo silencioso a la vuelta de la esquina. Se desató la histeria, pero le hablé despacio y mientras él se revolvía y lloriqueaba, lo sostuve en mis brazos.
«No luches, cariño. Te tengo. Sé que estás cansado y con ganas de llegar a casa. Calma. Todo está bien. Mamá te ama».
A medida que se relajaba en mis brazos, los gritos dieron paso a respiraciones entrecortadas. Lo mecía de lado a lado en un baile lento, y mientras besaba sus mejillas cubiertas de sudor y mocos, temía que mi corazón estallara. «Mi niño, ¿por qué luchas tanto?»
Me pregunto… ¿es así como Dios se siente a veces respecto a nosotras?
Cumplimos con las exigencias con nuestro tiempo y nuestros recursos, marcando un ritmo que no permite descansos para recuperarnos de calendarios repletos. Nuestra energía mengua hasta que no quedan reservas en nuestras almas, sobreexcitadas y agotadas.
«Oh, Dios, estoy tan cansada y asustada. La vida es injusta, y estoy enojada. El dolor es demasiado grande. La exigencia es demasiado alta. ¡No puedo continuar haciendo esto!»
Mientras tanto, Dios nos sujeta cuidadosamente mientras luchamos contra nuestro ritmo frenético. De la misma manera que una madre cariñosa sostiene a sus hijos, así nos sostiene Dios.
Basado en lo que Él ha hablado a través de las Escrituras, podemos imaginarlo ahora diciéndonos, «¿por qué estás luchando, hija mía? Mira, estoy aquí contigo. Sé que estás cansada. Te escucho, y me importas. Ven conmigo adonde hay calma. Quédate quieta por un momento. Respira. Recuerda: Te amo».
Cuando finalmente nos rendimos, Él se acerca para secar nuestras lágrimas. Entonces podemos decir, “En cambio, me he calmado y aquietado … como un niño destetado es mi alma en mi interior” (Salmos 131:2).
El susurro de Dios es una invitación divina para estar en calma y escuchar lo que tiene que decirnos en Su presencia. Su abrazo es el baile lento que nos alinea con Su buen plan para nuestras vidas.
Su amor es un amor que nunca deja de amar.
Querido Padre, a veces me siento tan abrumada. Ayúdame a recordar que Tú estás siempre conmigo, esperándome a que me acerque a Ti. Confío en Ti para que cuides y restaures mi alma. En el Nombre de Jesús, Amén.
RECOMENDAMOS
Encuentra una selección exclusiva de nuestros libros favoritos llenos de verdades de Dios y disponibles en español al visitar nuestra librería de Proverbs 31 o Christianbook.com.
CONÉCTATE
¿Buscas más aliento? Proverbs 31 Ministries tiene recursos bíblicos gratuitos en español que traerán esperanza y te ayudarán a navegar el día a día.
PROFUNDICEMOS
Salmo 62:5-6,Que todo mi ser espere en silencio delante de Dios, porque en él está mi esperanza. Solo él es mi roca y mi salvación, mi fortaleza donde no seré sacudido. (NTV)
Con tantas exigencias en cuanto a nuestro tiempo y atención, puede resultar fácil desatender el cuidado de nuestras almas. Cuando la vida se llena de ruido, ¿qué es lo que te ayuda a estar en calma para poder escuchar a Dios?
El Salmo 62:5-6 nos recuerda que, cuando Dios es nuestra roca y nuestra salvación, no seremos sacudidos. ¿Qué atributo de Dios es el que más aliento te da cuando te sientes abrumada? Nos encantaría aprender de tu experiencia, ¡compártelo por favor en los comentarios!
© 2024 por Calista Baker. Todos los derechos reservados.
NUESTRAS CREENCIAS
Si la vida se siente increíblemente difícil, haz clic aquí para acceder a nuestros recursos de consejería y asesoramiento.
Estamos agradecidas a nuestras voluntarias por su trabajo realizado en la traducción de este devocional al español. Conócelas aquí.