Ante ti, Señor, están todos mis deseos; no te son un secreto mis suspiros. Salmo 38:9 (NVI)
«¿Estás bien?»
Miré hacia arriba mientras revolvía los huevos y noté una expresión preocupada en el rostro de mi esposo.
Sin que yo me diera cuenta, mientras me apuraba en nuestra cocina, suspiros profundos escapaban del peso que sentía en el pecho mientras meditaba sobre mis preocupaciones. Mientras realizaba mis tareas diarias, mis suspiros incesantes rogaban por una investigación interna.
Suspirar puede ser un síntoma de un alma cansada, un lenguaje hablado por un corazón apenado. Esta señal dada por Dios atrae nuestra atención a las cargas internas que son demasiado pesadas para llevarlas solas. Las personas a nuestro alrededor no siempre pueden traducir su significado, pero el Señor entiende lo que intenta comunicar cada suspiro.
Vemos un ejemplo de esto en el Salmo 38, donde el rey David anhelaba liberarse de la aflicción causada por su pecado. No le ocultó sus sentimientos al Señor. Desnudó humildemente su alma y rogó por misericordia, confiando en que el Señor lo vería, escucharía y salvaría.
El Salmo 38:9 dice: “Ante ti, Señor, están todos mis deseos; no te son un secreto mis suspiros”.
De manera similar, cuando la oposición espiritual invisible devastó la vida de Job, él dijo: “Antes que el pan, me llegan los suspiros; mis quejidos se derraman como el agua” (Job 3:24, NVI).
Ola tras ola, pruebas indescriptibles vinieron sobre Job con propósitos eternos conocidos sólo por Dios. Lo peor que Job temía que sucediera … sucedió. Aun así, al igual que David, Job compartió transparentemente su corazón con el Señor.
Cuando el dolor es profundo, es reconfortante saber que no estamos solas: el pueblo de Dios a lo largo de la Biblia, nuestros hermanos creyentes hoy e incluso el mundo natural gimen junto a nosotras mientras esperamos la redención y restauración finales (Romanos 8:22-23). Más importante aún, “el Espíritu [de Dios] mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles” (Romanos 8:26b, NBLA).
En Juan 16:33b, Jesús dice: “…En el mundo tienen tribulación…” (NBLA). La palabra griega para “tribulación”, thlipsis, significa “aplastar, presionar o comprimir”. Sin embargo, cuando los problemas aprietan nuestra respiración, podemos liberar las válvulas de presión de nuestros corazones orando al Único que también dice: “…pero confíen, Yo he vencido al mundo»” (Juan 16:33c, NBLA).
Amiga preciosa, podemos confiarle nuestro dolor a nuestro Creador. Él nos ayudará reemplazando nuestras debilidades con Su fuerza y nuestras presiones con Su paz.
Ningún suspiro o gemido pasa desapercibido; cada uno es sentido profundamente y comprendido por el Salvador que nos ama. Él ve las cargas que llevamos y nos capacita para mantenernos fieles a pesar de los anhelos insatisfechos y las temporadas de sufrimiento que nos dejan sin aliento.
Entonces, ¿por qué contener nuestros sentimientos cuando podemos entregárselos a Él? ¡Escribámoslos en un diario, oremos o incluso gritemos! Cuando traemos nuestras cargas a los pies de Jesús, Su misericordia y gracia interminables nos encuentran en nuestro momento de necesidad (Hebreos 4:16).
Padre Celestial, Tú sabes que mi corazón está cargado. Humildemente libero cada carga en Tus manos soberanas. Por favor tranquilízame, calma mis miedos y guíame junto a aguas de descanso. En el Nombre de Jesús, Amén.
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PROFUNDICEMOS
Salmo 10:17, Tú, SEÑOR, escuchas el deseo de los indefensos, les infundes aliento y atiendes a su clamor. (NVI)
Lamentaciones 3:56-57, y tú oíste mi voz; no cerraste tus oídos al clamor de mis suspiros; el día que te invoqué, viniste a mí y me dijiste: «No tengas miedo.» (RVC)
Dios conoce el significado de tus suspiros antes de que tengas palabras para expresarlo. ¿Cuándo puedes apartar tiempo para compartir tus pensamientos no ensayados con el Señor, tal como son?
Nos encantaría saber de ti. Comparte tus pensamientos en los comentarios.
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