…y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús… Hebreos 12:1b-2a (NVI)
La primera vez que recuerdo haberme comparado con alguien fue en sexto grado. En mi primer examen corto de historia, obtuve un 10 sobre 100. Cuando mi “amiga” se inclinó y vio mi calificación desafortunada, ella me informó que yo era una idiota. En ese momento, caí de cabeza en la trampa de la comparación.
Durante la escuela intermedia, estos pensamientos repetidamente hacían eco en mi mente: «Ella es inteligente. Tú eres una tonta. Ella es mejor. Tú eres inferior».
Estaba jugando el juego de la comparación y estaba perdiendo. Me hubiera gustado decirte que el juego terminó en esa temporada. Pero, desgraciadamente, eso fue solo el principio de mi travesía por la comparación.
¿Entonces qué hacemos?
El autor de Hebreos escribe: “Por tanto, también nosotros que estamos rodeados de una nube tan grande de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús…” (Hebreos 12:1-2a, NVI).
Esto traza en mi mente la imagen de una pista de atletismo. Cada persona de este mundo posee un carril personalizado para ellos por Dios. Cada persona tiene una pista específica y una carrera específica, las cuales fueron destinadas a correr. La tuya es especial y única para ti.
Dios te creó exactamente de la manera que eres para que pudieras correr la carrera que Él dispuso para ti. Por esta razón no necesitas comparar tu carrera, velocidad, propósito, talentos, aspecto o familia con la de otra persona. Al contrario, fija tu mirada en Jesús y corre la carrera que Él tiene para ti.
El autor de Hebreos nos cuenta cómo correr nuestra carrera con más éxito: despojándonos de las cosas que nos están haciendo correr lentamente. La comparación es un obstáculo tremendo, así que, echémosla fuera, y volvamos a correr nuestra carrera de manera más fácil y efectiva.
¿Cómo lo logramos? Aquí les comparto dos formas:
1. Celebra lo que Dios les ha obsequiado a otros. Aun cuando no sientas ganas de hacerlo, aun cuando ellos obtengan lo que tú deseabas, y aun cuando su victoria se sienta como una pérdida para ti… haz la elección consciente de celebrar a las personas que están triunfando a tu alrededor.
2. Potencia lo que Dios te ha dado. En vez de permitir que tu éxito te atraiga como un señuelo para sentirte superior a otros, opta por utilizar lo que tienes para ayudar a otras personas a tu alrededor.
Mientras hagas estas dos cosas, fija tu mirada en Jesús. Recuerda lo que Él hizo por ti, y regocíjate en la carrera que Él ha dispuesto para ti. ¡No hay mejor manera para desencadenarnos del juego de la comparación!
Querido Padre, gracias por crearnos de manera individual, cada una con un propósito y un plan. Ayúdanos a no compararnos a nosotras mismas con otras, sino a correr nuestras carreras fijando nuestra mirada en Ti. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Gálatas 1:10, Entonces, ¿busco ganarme la aprobación humana o la de Dios? ¿Piensan que procuro agradar a los demás? Si yo buscara agradar a otros, no sería siervo de Cristo. (NVI)
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© 2024 por Allie Stanley Cooney. Todos los derechos reservados.
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