Procuren la paz de la ciudad a la que permití que fueran llevados. Rueguen al Señor por ella, porque si ella tiene paz, también tendrán paz ustedes. Jeremías 29:7 (RVC)
En la escuela primaria, recuerdo que me enviaron a tiempo fuera como disciplina. Durante esos pocos minutos agonizantes, fue doloroso estar en un lugar en el que no quería estar. Me sentí como poca cosa, desanimada y sola, como si alguien me hubiera drenado la vida.
Me habían exiliado. Y no me gustó para nada.
El exilio es cuando una persona o grupo es desplazado de donde pertenece. Adán y Eva experimentaron el exilio cuando pecaron y Dios los alejó del jardín del Edén, tanto como un acto de disciplina divina como para su protección. Jesús conoció el exilio cuando dejó Su hogar en el cielo y enfrentó la cruz en la tierra. La Iglesia primitiva también fue dispersada y experimentó gran persecución.
El exilio suele ir acompañado de sentimientos de abandono, soledad o miedo. Podemos experimentar esto nosotras mismas cuando nos mudamos a un nuevo lugar, cuando la vida cambia inesperadamente, cuando no vemos la respuesta a nuestra oración o cuando nuestra temporada de espera parece interminable...
Entonces, si el exilio es parte de la vida, ¿qué podemos aprender de él?
El versículo clave de hoy pintó un cuadro lleno de esperanza para el pueblo de Dios mientras estaba exiliado de Israel para vivir en Babilonia, y también nos da esperanza a nosotras:
Procuren la paz de la ciudad a la que permití que fueran llevados. Rueguen al Señor por ella, porque si ella tiene paz, también tendrán paz ustedes (Jeremías 29:7).
Dios quería enseñar a Su pueblo que era más importante su manera de vivir que su lugar de vivienda. En condiciones adversas, sus vidas todavía tenían un propósito, como lo tiene la nuestra, y lo cumplirían si eligían hacer dos cosas: presentarse y mirar hacia arriba.
- Preséntate.
Dios le dijo al pueblo que se involucrara plenamente en la vida en Babilonia. Habría sido fácil darse por vencido en el cautiverio, pero Dios quería que Israel se expandiera, no retrocediera (Jeremías 29:5-6). ¡Les quedaba mucho por vivir!
- Mira hacia arriba.
Al invitar la presencia de Dios a su situación, la gente saldría adelante victoriosamente, y no apenas sobreviviría. En lugar de maldecir a sus enemigos, Dios pidió a Israel que los bendijera y orara por ellos. Velar por los intereses de Babilonia estaba directamente relacionado con las bendiciones para Israel.
Jeremías 29:11 confirmó la promesa de Dios a Israel: “yo sé los planes que tengo para ustedes. Son planes para su bien, y no para su mal, para que tengan un futuro lleno de esperanza.” —Palabra del Señor” (RVC).
¡En este lugar difícil había esperanza!
Dios sacó a Israel del exilio y nos sacará a nosotras también del exilio. Puede que la vida no se desarrolle como esperábamos, pero si nos encontramos en un lugar en el que no queremos estar, aún podemos confiar en que Dios nos ha equipado no solo para sobrevivir, sino también para prosperar. Sigamos presentándonos y mirando hacia arriba. Él está con nosotras y tiene buenos planes.
Padre, gracias porque soy Tu hija, parte de Tu familia. Estoy agradecida por la vida que tengo en Ti. Dondequiera que me encuentre hoy y en todos mis mañanas, quiero vivir para honrarte y bendecir a los demás. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Moisés oró el Salmo 90:1 en respuesta a los 40 años de vagar de Israel por el desierto. ¿Cómo te trae esperanza y consuelo a tu corazón este versículo?
Piensa en un momento en el que fuiste desplazada o desarraigada ¿Qué te enseñó esta experiencia sobre cómo confiar en Dios y cuidar a los demás en tiempos de cambio?
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