…los he llamado amigos, porque todo lo que a mi Padre le oí decir se lo he dado a conocer a ustedes. Juan 15:15 (NVI)

«No siento nada» le mencioné a mi esposa, Alyssa, mientras nos tomábamos nuestro café matutino. Sentía como si una niebla profunda envolvía mi mente y espíritu.

Alyssa también lo notó. Me preguntó: «¿cuándo fue la última vez que te sentiste vivo y gozoso?».

Algunos recuerdos de los últimos diez años vinieron a mi mente, definitivamente algunos momentos de mi matrimonio y como padre. Pero la respuesta que me vino a la mente, casi de inmediato fue: en la universidad.

¿Por qué?

En la universidad tuve amistades profundas, valiosas, que te llenan de vida y energía.

Viví con 11 chicos durante esa época. Compartíamos nuestros sueños más profundos y trabajábamos en proyectos juntos. Compartíamos nuestros corazones como hermanos en las trincheras de la vida.

Con el paso de los años, la soledad empezó a aparecer en mi vida.

Quizás te hayas fijado en que esto le sucede a los hombres en tu vida también. Tenemos responsabilidades y personas que dependen de nosotros, y no nos detenemos a meditar en ello. Solo seguimos adelante, sin prisa y sin pausa. Muchas veces, llegamos a tal punto que ya no podemos sentir nada. A primera vista, pensamos que somos fuertes; que la capacidad de navegar la vida sin que nos agobien las emociones es un poder de superhéroes. Pero la realidad es que estamos sufriendo, y estamos muy adormecidos para darnos cuenta.

¿Cómo puedes ayudar a tu esposo, hermano, padre, amigo o hijo a luchar con las sombras de la soledad?

Jesús formó un círculo de amigos cercanos, con quienes comía, caminaba e iba a visitarlos en sus hogares. En una de Sus últimas noches con Sus discípulos, antes de Su muerte, Jesús les dijo estas palabras maravillosas “los he llamado amigos” (Juan 15:15).

Muchos hombres ni siquiera tienen unos cuantos amigos cercanos. Pero es una mentira que la soledad es parte de ser hombre. Tanto los hombres como las mujeres fuimos creados para comunidad.

Dios Mismo es un ser de relaciones: Padre, Hijo y Espíritu. La posibilidad de amistad de unos con otros y con Dios, empieza con el hecho de que Dios Mismo es una comunión de Personas divinas eternamente relacionadas por un amor recíproco.

Los hombres necesitamos ser alentados espiritualmente a hacer espacio para esas relaciones profundas para las que fuimos creados. Debemos luchar por el tiempo y la intencionalidad que requieren las buenas amistades.

Cuando me percaté de mi propia soledad, invité a quince conocidos de mi zona a una cena de hamburguesas. Catorce llegaron. Nuestra reunión se convirtió en una tradición cuatrimestral que ha continuado por años. Es uno de mis hábitos que más edifica la vida; no es solo divertido, también mueve algo en mi alma.

He aprendido dos principios para las amistades. Primero, tienes que planificar reunirte con personas en torno a tus intereses. A mí me encanta cocinar, por lo tanto elijo hacerlo cada vez que me reúno con mis amigos. Animo a otros hombres a juntar su tribu de hermanos, quienes están genuinamente alegres de compartir tiempo juntos y que disfrutan las mismas actividades. Esto crea espacios para que las amistades crezcan.

También he aprendido la importancia de las buenas preguntas, ya sea en grupos o entre dos personas. Es fácil quedarse en la superficie, pero cuando una discusión casual es guiada por una persona que hace buenas preguntas, te sorprenderías cuán dispuestos están los hombres a abrirse al diálogo.

Somos hechos a la imagen de Dios, y compartir en comunidad es una parte de nuestra fidelidad a la imagen que llevamos. El Reino de los cielos estará en medio de nosotros, y la sombra de la soledad ya no tendrá poder sobre nuestros corazones.

Señor, ayúdame a entender cómo puedo alentar a mi esposo, hermano, padre, amigo o hijo en sus amistades. Pon a gente en su vida que lo acercará a Ti. En el Nombre de Jesús, Amén.

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PROFUNDICEMOS

Proverbios 17:17, En todo tiempo ama el amigo; para ayudar en la adversidad nació el hermano. (NVI)

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