Devocionales

Lo que debemos recordar en medio de nuestro sufrimiento

Lysa TerKeurst 1 de octubre de 2024
Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios para que él los exalte a su debido tiempo. 1 Pedro 5:6 (NVI)

He estado meditando sobre una oración que escribí en mi diario recientemente: Confiar en Dios es sostener ligeramente las partes de mi vida a las que quiero aferrarme.

Es cierto que se puede confiar en Dios. Y a veces Dios permite que sucedan cosas que traen tristeza profunda. ¿Realmente puedo confiar en Él incluso mientras empapo mi almohada con lágrimas?

La tristeza nos causa dolor. La tristeza nos hace lamentar. La tristeza nos hace sentir fuera de control. La tristeza hace que nos sintamos ansiosas. La tristeza a veces puede sentirse como echarle gasolina a nuestras dudas. Muchas de nosotras hemos escuchado 1 Pedro 5:7: “Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de ustedes” (NVI). Sin embargo, todavía nos resulta difícil hacerlo cuando nuestro pulso se acelera, nuestro corazón se hunde y nuestro rostro está lleno de lágrimas.

Podríamos estar sorprendidas de que si seguimos leyendo 1 Pedro 5, vemos que el versículo 7 se refiere a la ansiedad asociada con el sufrimiento; y antes del mandato de echar nuestra ansiedad en Dios está la instrucción de humillarnos:

“Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios para que él los exalte a su debido tiempo. Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de ustedes. Practiquen el dominio propio y manténganse alerta. Su enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quién devorar. Resístanlo, manteniéndose firmes en la fe, sabiendo que los creyentes en todo el mundo soportan la misma clase de sufrimientos. Luego de que ustedes hayan sufrido un poco de tiempo, Dios mismo, el Dios de toda gracia que los llamó a su gloria eterna en Cristo, los restaurará y los hará fuertes, firmes y estables” (1 Pedro 5:6-10, NVI).

Mi amiga Meredith a menudo me recuerda una verdad desafiante que recibió del Señor: Para que Dios pueda levantar la cabeza de alguien, la cabeza de esa persona tiene que estar inclinada.

¡Vaya, qué imagen tan poderosa!

Cuando seguimos analizando los resultados que creemos que son los mejores y nos obsesionamos con la idea de que nuestra visión de nuestro futuro es la única buena, nuestros cuellos se ponen rígidos por todo ese esfuerzo. Pero si inclinamos nuestras cabezas con humildad, estamos en la posición correcta para que Dios nos levante y nos indique la dirección que Él sabe que es la mejor.

Supongo que esto es parte de lo que me estaba perdiendo.

Inclinar la cabeza en lugar de correr.
Inclinar la cabeza en lugar de repararme a mí misma.
Inclinar la cabeza en lugar de tratar de darle sentido a cosas que tal vez nunca tengan sentido en mi mente humana y limitada.
Inclinar la cabeza en lugar de resistirlo.
Inclinar la cabeza en lugar de desconfiar de Él.
Inclinar la cabeza cuando las cosas parecen estar cambiando.
Inclinar la cabeza cuando las cosas se desmoronan de nuevo.
E inclinarme cuando el sufrimiento me hace preguntarme sobre la bondad de Dios.

He leído estos versículos en 1 Pedro muchas veces, pero nunca los vinculé con mi sufrimiento. Nunca me di cuenta de que el sufrimiento puede ser una señal de que Dios nos está guiando en la dirección correcta: hacia la redención. El sufrimiento no es una trampa que impide nuestra redención. El sufrimiento no es prueba de que debamos dudar de la bondad de Dios. El sufrimiento no significa que confiar en Dios sea demasiado arriesgado.

El sufrimiento es nuestro recordatorio de permanecer más cerca de Dios que nunca y no resistirnos a Su dirección. El camino de Dios es el correcto, sin importar cuán confuso se vuelva durante el trayecto. Y el tiempo de Dios es el correcto, sin importar lo inoportuno que nos parezca.

Dios Padre, confieso que a menudo relaciono mi voluntad a confiar en Ti a cómo va mi vida en ese momento. Cuando las cosas van a mi manera, es fácil creer que eres digno de confianza. Pero cuando las cosas se desmoronan, mi confianza en Ti flaquea mientras lucho por entender lo que estás haciendo. Hoy elijo confiarte lo que no puedo ver, lo que no sé, lo que no quiero y lo que temo. Te entrego los resultados y los planes que tengo sobre el camino que debe seguir mi vida. En el Nombre de Jesús, Amén.

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PROFUNDICEMOS

Salmo 27:13-14, Pero de una cosa estoy seguro: he de ver la bondad del SEÑOR en esta tierra de los vivientes. Pon tu esperanza en el SEÑOR; cobra ánimo y ármate de valor, ¡pon tu esperanza en el SEÑOR! (NVI)

¿Qué estás esperando ahora mismo? ¿Cómo te animan estas palabras en medio del sufrimiento?

¡Nos encantaría escuchar de ti! Comparte tus pensamientos en los comentarios.

© 2024 por Lysa TerKeurst. Todos los derechos reservados.


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