«Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios. ¡Seré exaltado entre las naciones! ¡Seré enaltecido en la tierra!». Salmo 46:10 (NVI)

Parado solo en un estacionamiento, observé a mi esposa irse con mi teléfono, mi computadora portátil, mi tablet y todas las demás pantallas que tenía. Esto daba el inicio a siete semanas sin pantallas mientras viviría con monjes benedictinos y granjeros Amish.

Recordé la invitación de Dios en nuestro versículo clave, Salmo 46:10: “«Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios…”

Pensé: Esta podría ser la primera vez en décadas que yo, verdaderamente desconectado, pueda entender lo que significa eso.

Estar quietos es algo que nos resulta muy difícil hoy en día. La persona promedio pasa cinco horas al día mirando su teléfono. En el momento de mi retiro, pasaba más de siete. Todos sentimos el caos sofocante de una vida que consiste en vivir siempre conectados. Entonces decidí experimentar para ver qué cambiaría si eliminaba lo que ocupaba siete horas de mi día.

Los primeros días sin pantalla, me di cuenta rápidamente de que Dios estaba hablando mucho más, y mucho más fuerte, de lo que pensaba. El problema era que había subido demasiado el volumen de la vida.

¿Qué cambios podemos hacer para bajar el volumen de la vida?

Este fue un cambio que hice: compré un despertador para usarlo en lugar de mi teléfono. Mi teléfono no está enchufado cerca de mi cama. Durante la primera hora que estoy despierto, no miro mi teléfono. Paso ese tiempo en la Palabra de Dios, no en las palabras de otros. No tengo otras voces que me distraigan de la voz de Dios. Permitir que Dios sea lo primero y lo único que acudas por la mañana, en vez de las notificaciones innumerables que te esperan. Esto cambiará la trayectoria de tus días.

Este es solo uno de los muchos cambios que he hecho en mi vida desde que terminé mi experimento. Hay tantas cosas que hemos olvidado hacer en nuestros días llenos de pantallas: cosas como interrogar, contemplar, experimentar la soledad, aburrirse, observar y saborear.

Pero, más que nada, estoy aprendiendo que hemos puesto a Dios en una caja demasiado pequeña. Al final de nuestro versículo clave, Dios dice: “¡Seré exaltado entre las naciones! ¡Seré enaltecido en la tierra!»” (Salmo 46:10). Y el salmista se dio cuenta de esta verdad después de hablar de la quietud. Tal vez no sea solo el volumen de la vida lo que nos impide exaltar a Dios, sino también el ritmo de la vida.

Tenemos una oportunidad increíble frente a nosotros para reconectarnos con la persona que Dios nos ha creado para ser: volviendo a enamorarnos de la vida tal como fue creada para ser vivida.

Padre, te consagro mi día. Gracias por los regalos que tienes esperando para mí al otro lado de mis pantallas. Restaura y renueva mi capacidad de observar, maravillarme, contemplar y saborear el día de hoy. Ayúdame a experimentar este día de la manera en que Tú quieres que lo experimente. Te alabo. En el Nombre de Jesús, Amén.

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Mateo 11:28-30, »Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados; yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus almas. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana». (NVI)

¿Qué cambio simple puedes hacer hoy para bajar el volumen de la vida y estar más en sintonía con la voz de Dios? Compártelo con nosotros dejando un comentario aquí.

© 2024 por Carlos Whittaker. Todos los derechos reservados.

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