Tu palabra es una lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero. Salmo 119:105 (NVI)
Estaba presa del pánico. Era el primer día de nuestro viaje de misión a Serbia, y mi equipo me había dejado para ir a un café mientras terminaba de enviar un correo electrónico a casa. Me aseguraron que estarían justo al cruzar la calle.
Pero cuando fui a buscarlos, habían desaparecido.
Caminaba de un extremo al otro de aquella calle cubierta de nieve. Se oscurecía a medida que se ponía el sol rápidamente, y me tuve que enfrentar a la realidad de que me encontraba sola en una ciudad extranjera. Pero sabía que tenía que hacer algo.
Bajé la mirada hacia mi billete de vuelta de autobús, y mis oídos se llenaron de un zumbido fuerte cuando vi los símbolos de un idioma que no entendía. «Señor, tienes que ayudarme, escuché susurrar a mí misma. No tengo la menor idea de dónde ir o qué hacer».
Quizás nunca te has perdido en un país extranjero, pero tengo la impresión de que conoces esta sensación de pánico. Puede que para ti haya sido provocada por una pérdida inesperada, la presión en una relación, incertidumbre por una época que llega a su fin o por el peso de una carga que crees que nunca podrás aliviar. Sientes un miedo abrumador, y estás desesperada por hallar la forma de seguir adelante.
Pero amiga, cuando las cosas son confusas y poco claras, no estamos sin esperanzas.
El Salmo 119:105 dice, “Tu palabra es una lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero”. Cuando nos encontramos en un momento oscuro, Dios nos dice que utilicemos Su Palabra como luz, que iluminará nuestros próximos pasos poco a poco.
En ese momento en Serbia, agarré mi billete de autobús y me dirigí a la estación concurrida. No sabía a dónde iba a ir, pero sabía que ya no podía quedarme donde me encontraba. La Palabra de Dios dice que Él es un Guía fiel (Salmo 25:9; Salmo 48:14; Salmo 78:53). Así que oré: «por favor, Señor, ayúdame a elegir correctamente». Me subí a un autobús y tomé asiento.
Él me ayudó, y ese autobús me llevó a una calle que reconocí. Me bajé del autobús y caminé arduamente a través de la nieve para encontrarme con mi equipo que me esperaba en la casa cálida. Había estado perdida… pero según confiaba en Dios a cada paso, encontré el camino de vuelta a casa.
Amiga, ¿te atreves a aferrarte a la Palabra de Dios con fe? Si tu futuro parece incierto, permite a Jesús que traiga la claridad y la esperanza que necesitas desesperadamente, un paso a la vez. No necesitamos saber dónde termina el camino cuando sabemos que Aquel que alumbra la senda es tan merecedor de nuestra confianza.
Señor, gracias porque Tú cuidas de los lugares que me dan miedo, y gracias porque nunca me abandonas. Sé que siempre me brindarás dirección, paso a paso, a través de Tu Palabra. Aunque no sé exactamente hacia dónde me dirijo, sé que quiero ir Contigo. En el Nombre de Jesús, Amén.
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Proverbios 3:5-6, Confía en el SEÑOR de todo corazón y no te apoyes en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos y él enderezará tus sendas. (NVI)
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