Bueno es el SEÑOR para los que en Él esperan, Para el alma que lo busca. Lamentaciones 3:25 (NBLA)
Me encanta esta época del año y la ya cercana temporada de Adviento, cuando preparamos nuestros corazones para la celebración del nacimiento de Jesús y la esperanza que provoca en todas nosotras. En especial, disfruto leer la historia de María y José cuando llevaron a Jesús al templo para dedicarlo al Señor.
Se encontraron con Ana, una profetisa que había servido fielmente a Dios en el templo en oración y ayuno desde que quedó viuda después de solo siete años de matrimonio. De acuerdo a Lucas 2:37, ella tenía al menos 84 años y, durante todos esos años, había esperado la llegada del Mesías.
Mi corazón se conmueve profundamente por Ana. En su tiempo, ser viuda debió haber sido muy difícil. Sin un esposo que proveyera por ella, Ana habría llevado una vida de pobreza y dificultades, y sin hijos, habría experimentado vergüenza y decepción. Su vida podría haber sido marcada por el dolor, el duelo, el arrepentimiento y el resentimiento. Comprensiblemente podría haberse rendido con facilidad al desaliento o a la desilusión.
Sin embargo, Ana corrió hacia Dios, no lejos de Él. Continuó esperando al Prometido con fe, esperanza, confianza y expectación. Y en su vejez, vio a Jesús, el Mesías.
Bueno es el SEÑOR para los que en Él esperan, Para el alma que lo busca (Lamentaciones 3:25).
¿Alguna vez has tenido una experiencia como la de Ana, donde esperaste una promesa largamente anticipada? En esos momentos, es tan tentador pensar que Dios nos ha olvidado. Es más fácil creer que nunca veremos Sus promesas cumplidas que arriesgarnos a ser decepcionadas nuevamente. Puede parecer menos doloroso alejarnos de Dios y Su pueblo que acercarnos y arriesgarnos al rechazo.
Entiendo ese sentimiento, y quiero animarte a que sigue siendo posible confiar en Dios aun cuando no podemos trazarlo. Podemos confiar en que Dios es bueno, aun cuando las cosas a nuestro alrededor no lo son, que Él es fiel, aunque las personas no lo hayan sido, que Él nunca nos dejará ni nos abandonará, aun cuando otros lo hayan hecho, y que Él nunca fallará, aun cuando nosotras lo hayamos hecho.
Así como descubrí en mi propia temporada oscura, Dios es luz, y en Él no hay oscuridad (1 Juan 1:5). Él que prometió es fiel (Hebreos 10:23).
El Adviento es cuando recordamos que estamos esperando al Prometido que ha venido y que vendrá otra vez. Él renovará todas las cosas. No habrá más lágrimas, tristeza, dolor, sufrimiento, injusticia ni muerte. Todo será redimido.
¡Somos personas que esperan con fe, esperanza, confianza y expectación!
Esperamos como Ana.
Padre Celestial, por favor, ayúdame a tener esperanza en mi espera. Ayúdame a recordar que Tú eres bueno con los que esperan en Ti. Descanso en Tu promesa de que, al confiar en Ti, renovarás mis fuerzas. Me levantarás en vuelo como las águilas, a correr y no fatigarme, a caminar y no cansarme (Isaías 40:31). En el Nombre de Jesús, Amén.
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PROFUNDICEMOS
Lucas 2:36-38, Y había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Ella era de edad muy avanzada, y había vivido con su marido siete años después de su matrimonio, y después de viuda, hasta los ochenta y cuatro años. Nunca se alejaba del templo, sirviendo noche y día con ayunos y oraciones. Llegando ella en ese preciso momento, daba gracias a Dios y hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. (NBLA)
Piensa en algo por lo que has orado y en el cual estás esperando actualmente. Con esto en mente, ¿cómo es para ti practicar una espera esperanzadora? ¡Compártenos en los comentarios!
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